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domingo, 23 de octubre de 2016

LA SOLEDAD EN LA SOCIEDAD CONTEMPORANEA, POR JORGE ZAVALETA ALEGRE


Por Jorge Zavaleta Alegre
Las ciudades en el presente siglo se han convertido, no obstante el torbellino  de la  comunicación digital, en espacios donde la soledad ha capturado la naturaleza de los habitantes de la  urbe.

La Salud Mental en América Latina, empezando por el  Perú, arroja un estado  de  gravedad muy agudo. “La depresión es el trastorno mental más común a nivel mundial. En América latina el 5% de la población adulta padece de ella, pero la mayoría no busca —ni recibe— tratamiento, según la OMS.

En el peor de los casos, la depresión puede conducir al suicidio —se estima que cada año unas 63 mil personas se quitan la vida en las Américas. Cuando el padecimiento es más leve también puede afectar la vida diaria, el trabajo y las relaciones personales.

La dimensión del problema se manifiesta en trastornos mentales y neurológicos que representan casi una cuarta parte de la carga de las enfermedades en América latina y el Caribe. Estos van desde depresión y ansiedad hasta el trastorno bipolar.

“Estas enfermedades impactan el día a día de las personas: desde su trabajo, hasta cualquier actividad cognitiva, estudiar, actividades familiares, actividades sociales”, dice  José Miguel Uribe, psiquiatra y consultor del Banco Mundial.

CASO PERUANO

El Perú en el 2016, pasa por un complejo drama de supervivencia.  Solo hay un psiquiatra por cada 300 mil peruanos. En Lima,  el 30% de  su población de 11 millones,  tiene problemas de salud mental.  Los  700 psiquiatras y 1500 psicólogos, trabajan fundamentalmente con clínicas y consultorios privados.

El Instituto Integración advierte  que seis de cada diez peruanos  pasan por un cuadro agudo  de estrés laboral, debido a la inseguridad y a la  falta de acceso a los  servicios de salud.

No  basta la Ley 29889 y su reglamentación, porque  no existen posibilidades a corto o mediano plazo  para imaginar el acceso a la  salud mental  y protección de la salud.  Los establecimientos públicos de  salud han llegado al  colapso, en tanto los establecimientos privados trafican con el dolor humano. El dinero  de la  banca comercial se  ramifica en  cadenas  de  farmacias  que llevan a domicilio el  fármaco que disipa  el insomnio o la depresión.

Los laboratorios  estadounidenses están de fiesta. El Tratado Transpacífico – TTP,  establece un plazo de 25 años para que el sur pueda  acceder a los más recientes avances  de la medicina contemporánea. Y la India, con sus  fármacos  genéricos, es vista con recelo por los monopolios.

Los pueblos del sur están cada día más lejos  del acceso a servicios de prevención, tratamiento, recuperación y rehabilitación psicosocial.  Por ejemplo, el ministerio de Salud del Perú  solo  cuenta con 21 centros comunitarios de salud mental en 6 regiones del país, los  cuales carecen de servidores especializados y   de medicina suficiente y adecuada.

Recién el 2007,  en el Perú  se empezó  un diálogo entre  diferentes actores para plantear una Ley de Salud Mental. Eran tiempos en los que el ciudadano  y los profesionales de la salud tenían o actuaban  con una mirada  fragmentada.  Se hablaba de leyes para dar mayor importancia al  tratamiento del corazón o del riñón,  y así gestó un universo  de especialidades, perdiendo la visión unitaria de la vida, de la persona.

Diez años después  se multiplican las especialidades, como los nichos de  cementerios privados.  La salud mental  del Perú está más enferma que nunca. La corrupción administrativa arroja un  balance del  horror, del tráfico con la vida. La muerte civil a los corruptos que anuncia el presidente peruano Pablo Kuczynski, es  una pequeña luz en el camino, que  pone  a prueba a un Poder  Judicial  venido a menos.

HACE  30 AÑOS
La Sociedad Peruana de Psicoanálisis, en su boletín de Abril  del 2008, abordó el  tema de la Salud Mental,  ya tratado en 1980 por el psiquiatra peruano Saúl Peña, quien  llamó la atención:

“La Salud Mental es una emergencia  en la que participan  residuos de una actitud demonológica, prejuiciosa,  peyorativa y punitiva  contra el enfermo mental”.

“Esta actitud proviene en primer lugar de los  Gobiernos que han dado  prioridad a la prevención de la  salud física, no existe ningún  programa organizado  de prevención  en salud mental en el país. Una salud  física no puede ser concebida sin una salud mental  correlativa. No es posible “dicotomizar” la salud humana propendiendo su aspecto físico  y manteniendo el subdesarrollo  de su aspecto mental.

Viviana Valz Gen,  de la SPP,  señala   que es impostergable la incorporación  de la dimensión comunitaria y de promoción de la salud,  a partir del reconocimiento de los recursos y que la atención en salud mental ya no debe  ser en el hospital  psiquiátrico sino en el hospital  general:

 “La salud mental dejó  “formalmente de ser entendida como  enfermedad mental, en su sentido que  estigmatiza y discrimina, pero en el sentido común de mucha gente y de muchos profesionales de la salud, esta idea permanece, retoma como la reprimido  y se actúa  en el día  a día  del trabajo cotidiano, en la  manera como se mira al otro”

La  SPP comparte la urgencia  de  un  presupuesto que priorice, no  ya el  hospital  psiquiátrico, sino la promoción,  la atención primaria  en el hospital  general, los sistemas comunitarios.

La reflexión entre los buenos profesionales  de la  Salud nos lleva a la ingrata imagen del ex presidente  Ollanta Humala  Taso  y su primera dama  Nadine Heredia, quienes no comprendieron  en lo  mínimo  la invocación del  presidente  del  Banco Mundial, Jim Yong Kim, durante la asamblea de gobernadores en Lima, en noviembre del 2015.

Ying Yong, en décadas pasadas,   promovió en el populoso  distrito limeño de Carabayllo,  un pequeño  y simbólico proyecto de  Salud Mental,  como apoyo  emocional  a las  madres,  cuyos  hijos necesitan  un soporte  integral de salud  mental.

La llamada de  atención del BM, fue  respondida por  mandatario  local  con  una partida de 20 millones de soles (6 millones de US$ para impulsar la Salud Mental en todo el territorio  nacional. La sonrisa irónica del representante del  BM  fue más clara por parte  de Roberto Lunes, economista  de la Multilateral:

“La salud mental es un tema que afecta a mucha gente, y tiene un impacto importante sobre la productividad. Mucha gente pierde tiempo de trabajo o produce menos. Se habla muchas veces del impacto sobre la productividad de los problemas “físicos”, pero muy poco de la salud mental.

La inadecuada salud mental también afecta más a los pobres, empeorando el círculo vicioso de la desigualdad en los países latinoamericanos. “Hay una clara relación entre la condición de vida y los trastornos mentales comunes”, dice Paulo Rossi Menezes, profesor del Departamento de Medicina preventiva de la Universidad de Sao Paulo.

Los pobres no solamente tienen más riesgo de padecer de un trastorno mental como la depresión -porque enfrentan más dificultades en la vida-, pero también tienen menos acceso a un cuidado adecuado.

Menos del 2% del presupuesto de salud en la región está destinado a la salud mental, según la OMS. Y en todas las regiones del mundo, el porcentaje de recursos que se destina a este fin no es suficiente para cubrir las necesidades básicas, según José Miguel Uribe.


En algunos países de América Latina, el camino  de la Salud Mental va cambiando. En Brasil, por ejemplo, si hace 20 o 30 años la estrategia se enfocaba principalmente en trastornos mentales graves y pacientes en hospitales psiquiátricos, ahora se ha ampliado.


En el Perú la política de salud mental está solo en el papel. En Lima,  cargada de edificios, arrasando parques y plazas, prevalece el   boom del ”rentismo”,  ha encontrado  su paraíso en esta plaza. 

REFERENCIAS



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