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sábado, 24 de septiembre de 2016

ISAIAS ZAVALETA EN SU CENTENARIO, Por Francisco Carranza Romero

Escribe Francisco Carranza Romero*,
Profesor de la  Universidad de Corea del Sur
Foto de archivo, 16 de Febrero 1990.

Don Isaías Zavaleta Figueroa ha cumplido cien años rodeado de sus hijos, nietos y
bisnietos... Una foto de esta celebración que acabo de verla dice más que muchas
palabras. Pachak watayuq amauta: El maestro de cien años. Lo escribo en quechua y
castellano porque, me consta, él sabe bien las dos lenguas. Por esta razón vivió amando
y fomentando nuestra cultura peruana de muchas raíces.

Yo llegué a Carás, capital de la provincia de Huaylas para continuar la Primaria. En mi
comunidad materna de Quitaracsa donde está el nevado Alpamayo había, como un gran
logro de mis mayores, una escuelita con una maestra sólo hasta el Segundo Año. En esta
etapa de mi infancia en Carás vi a un señor delgado, demacrado y encorvado caminando
y hablando con unos y con otros con mucho entusiasmo. Como muchos lo saludaban
con respeto, yo también, imitándolos, aprendí a saludarlo respetuosamente cada vez que
lo veía. Y él respondía el saludo con sonrisa y con cortesía alzando la mano desocupada,
ya que en la otra llevaba, generalmente, un libro o cuaderno. Por los comentarios supe
que él escribía bonitos relatos. Aunque no tuve la suerte de ser su alumno, desde niño lo
escuché en muchos escenarios. Era un maestro en las aulas escolares y fuera de las
aulas.

Como el 31 de mayo de 1970 me sorprendió el terremoto en Carás, allí volví a verlo. Su
casa en la Avenida Minerva, así se llamaba entonces, se mantuvo firme. Después de ese
terremoto don Isaías apareció en la ciudad norteña de Trujillo donde nos conocimos
mejor. Entonces yo ya era un docente joven y él ya era un docente jubilado y se
dedicaba a las labores de una pequeña imprenta en la quinta cuadra de la calle
Bolognesi, pero se daba el tiempo para escribir artículos para el diario “La Industria”
donde laboraba su hijo Jorge Zavaleta Alegre, para publicar sus libros, para conversar
amigablemente con los conocidos y hasta con los desconocidos, y para servir como
pastor protestante. Pero, que quede muy claro, él nunca vivió de la religión, su actividad
fue una misión religiosa de servicio y docencia.

El centenario don Isaías Zavaleta es ejemplo de persona de ideales y actos nobles. En
conclusión, es un hombre noble. Y ahora recuerdo la enseñanza del maestro Confucio
(siglo V antes de Cristo): La nobleza no es de nacimiento; sino de la superioridad moral.
Tenía mucha razón el pensador chino, y se aplica muy bien a personajes como don
Isaías.

El amigo Jorge Zavaleta me avisa: “Mi padre está grave…” Entonces los recuerdos de
Carás y Trujillo rebrotan en mi memoria. Y mi respuesta de paisano y amigo es: Yo
también tuve un padre centenario. Nos alegra verlos vivir un siglo, pero también nos
duele verlos acabarse poco a poco. Pase lo que pase. Don Isaías nos da un ejemplo de
vivir tantos años con valor y dignidad. Kayllam naani, musyallashun. Kawaq naani,
ushakaq naani: Éste camino es única vía. Vía que vive, vía que perece.

*Profesor de la  Universidad de Corea del Sur

Nota del Editor. La familia de Isaías Elías Zavaleta  Alegre, expresa su  agradecimiento por tan invalorable reconocimiento a la vida y obra de un intelectual, de un ciudadano del mundo que convirtió a su país de origen en un referente para  construir un imaginario de  fe en el  futuro de su país natal.

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