La presidenta Dilma Rousself seguirá liderando su país y América Latina. El poder del dinero pretende silenciarla. El sillón presidencial ha sido usurpado por el legislativo brasileño, en una patraña para impedir que la gruesa lacra tradicional siga medrando los recursos que la Democracia debe conceder a los más necesitados.
Dos versiones distintas publica la prensa, que en muy pocos casos es objetiva y pedagógica. Leamos, con detenimiento, lo que informa El Observador de Montevideo, y el editorial de Time de Nueva York, que usa la interlínea, para ocultar la defensa del capital.
EL OBSERVADOR
Fuera Temer!". "¡Qué vuelva Dilma!". Los gritos se colaron en el lanzamiento en la sede del PIT-CNT de la Jornada Continental por la Democracia y Contra el Neoliberalismo organizada por centrales sindicales y organizaciones sociales de todo Latinoamérica. El evento se transformó, en pocas horas, en un acto de repudio a la destitución de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff. La bandera de Brasil decoraba la mesa de oradores, entre los que se encontraban el secretario general del PIT-CNT, Marcelo Abdala, y el senador José Mujica. "A esta mujer la están condenando por no estar en un hecho de corrupción", dijo el expresidente, que fue ovacionado por los asistentes.
Durante su discurso, remarcó que la destitución de Rousseff es un golpe de Estado. "Hemos visto la consumación de un golpe de Estado que estaba anunciado desde hacía rato. Esto estaba decidido y se montó un escensario a los efectos de embaucar a la opinión pública, pero desde el primer momento esto estaba decidido. Es un golpe de Estado y si no es un golpe de Estado, es como si lo fuera", insistió.
El expresidente, quien mantuvo una cercana relación con Rousseff durante su gobierno, señaló que "la lucha por Brasil no es solo una cuestión de solidaridad, es una cuestión de interés latinoamericano".
"Esta lucha de Brasil es nuestra. La vamos a acompañar", sentenció, y dijo que la oposición de Rousseff en Brasil "no se la va a llevar gratis, para ellos tampoco va a ser sencillo".
Para el expresidente, "la región queda malherida".
"Pierde capacidad diplomática de incidir en el peso del mundo, lo mejor para ser dominado es estar bien dividido. Los que son débiles tienen que tratar de juntarse y tener políticas comunes", dijo a la prensa tras su discurso.
El senador del MPP acusó a la oposición brasileña de hacerle "pagar los platos rotos" a Rousseff . "La corrupción cubre a todos los partidos políticos por igual, menos a la presidenta", señaló.
Muchos de quienes lo escuchaban eran brasileños pertenecientes a movimientos sindicales o sociales, que habían venido a participar del lanzamiento de la jornada, que quedó en un segundo plano una vez conocida la noticia de la destitución de la presidenta de Brasil.
Las pancartas a favor de la hoy exmandataria brasileña y en contra del actual presidente de Brasil, Michel Temer, decoraban parte de la sala principal de la sede del PIT-CNT. "Golpe machista, misógino, homofóbico, racista y clasista", se podía leer en una de ellas.
Su secretario general, Marcelo Abdala, llamó a los uruguayos a movilizarse el próximo 4 de noviembre en "solidaridad" con el pueblo de Brasil (ver arriba) y recalcó que el acto fue realizado, más allá de la jornada, "en solidaridad con el hermano pueblo de Brasil contra el abyecto golpe de Estado".
"Nos duele América Latina. Resulta que un pueblo votó una presidencia y un programa y va a haber un presidente no electo por el pueblo vaya a saber con qué programa. Nada es suficiente desde el punto de vista de la solidaridad para revertir esta situación", sostuvo.
Brasil ha tenido cuatro presidentes desde que la democracia fue restaurada en 1985. Solo dos llegaron al término de sus mandatos. Elmiércoles, Dilma Rousseff fue expulsada del cargo en medio de gran agitación política y múltiples denuncias de irregularidades.
La mayoría de los senadores votó para condenar a Rousseff por el uso de fondos de bancos estatales para disimular el déficit del presupuesto del gobierno antes de su reelección en 2014. Los legisladores calificaron esa medida como un delito; aunque otros presidentes utilizaron trucos presupuestarios similares. La salida de Rousseff marca el final de 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores, una agrupación que utilizó los ingresos estatales generados por el auge de las materias primas para sacar de la pobreza a millones de personas pero que fue perdiendo el apoyo popular cuando la economía entró en recesión.
Rousseff denunció el proceso como un golpe de Estado organizado por sus oponentes políticos, que la veían como una amenaza porque ella no suspendió una investigación de corrupción que involucró a decenas de miembros de la clase dirigente del país. Comparó el caso en su contra con el periodo de gobierno militar, cuando ella fue una de las cientos de personas detenidas y torturadas.
“Hoy el senado tomó una decisión que será recordada como una de las grandes injusticias de la historia”, dijo en un discurso desafiantedespués que los legisladores votaron 61 a 20 para impugnar su mandato. “Sesenta y un senadores subvierten la voluntad expresada a través de 54,5 millones de votos”.
Rousseff se comprometió a luchar contra lo que describió como un intento de una coalición de políticos de derecha, ligados a acusaciones de corrupción, de secuestrar el proceso político. “El proyecto nacional progresista, incluyente y democrático que represento está siendo detenido por una poderosa fuerza conservadora y reaccionaria”, dijo.
Será una vergüenza si la historia demuestra que tenía razón. Pero el legado de Rousseff, y los acontecimientos que provocaron su caída, son más complejos de lo que ella reconoce. La mandataria se volvió profundamente impopular cuando inició la recesión y no pudo crear la coalición necesaria para gobernar con eficiencia. Cuando los funcionarios comenzaron a investigar a su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, por acusaciones de corrupción, ella abusó de su autoridad al darle un puesto en el gabinete y protegerlo del proceso.
Hay medidas concretas que el nuevo gobierno puede tomar para empezar a restaurar la confianza de los brasileños en su élite política, todavía plagada de escándalos. Michel Temer, quien se convirtió enpresidente interino en mayo cuando se suspendió a Rousseff y ayer tomó las riendas del país, debe permitir que las investigaciones de corrupción sigan su curso y debe rechazar las iniciativas legislativas destinadas a evadir las pesquisas de los fiscales.
En los pocos meses que asumió el cargo, la economía de Brasil ha mejorado modestamente porque los mercados han reaccionado positivamente a sus planes económicos, que incluyen la privatización de las empresas públicas y una reforma al complicado sistema de pensiones del país.
Aunque equilibrar el presupuesto requerirá dolorosos recortes, Temer debe ser prudente con la disminución de los programas sociales que aseguraron la popularidad del Partido de los Trabajadores. Hasta que los brasileños puedan elegir a un nuevo presidente en 2018, él debería honrar el proceso democrático del país al ser deferente con la última plataforma que respaldaron los ciudadanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario