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martes, 24 de mayo de 2016

LA MAREA ROSADA LATINOAMERICANA POR DIARIO16 y NYTIME

Jorge Zavaleta y The New York Times en Español compartieron un enlace.


Estados Unidos tiene la posibilidad de repensar su relación con algunos…
NYTIMES.COM|DE EL COMITÉ EDITORIAL





El precio de la libertad

"El olvido está lleno de memoria"

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Encontrar respuestas para aplacar la creciente violencia en las metrópolis  genera severas contradicciones entre la mayoría de  propuestas gubernamentales que inciden en la multiplicación de cárceles,  y las conclusiones contrarias que producen  instituciones e investigadores sociales de  reconocido  prestigio global.
Los sentimientos son inocentes como las armas blancas. Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio. Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se filtra el sol entre las hojas, escribía el poeta uruguayo  Mario  Benedetti (1920 –  2009)  cuando aborda  el valor  de la libertad y  el efecto   disuasivo de la cárcel impuesto por los sistemas  judiciales.
La Casa Blanca publicó recientemente un reporte sobre el sistema judicial en los Estados Unidos, en el cual  muestra que la tasa de encarcelamiento es la más alta del mundo, el encarcelamiento es costoso y tampoco es costo-efectivo para combatir el crimen en comparación con otras políticas.
Algunas cifras  nos presenta Laura Jaitman, coordinadora del área de investigación en Seguridad Ciudadana y Justicia del BID. Señala que en Estados Unidos el encarcelamiento ha aumentado 19% entre 1995 y 2012, pasando de 595 a 709 reclusos por 100,000 habitantes. En el mismo período el crimen se ha reducido notablemente, tanto los delitos contra la propiedad como contra las personas. La tasa de homicidios bajó de 8 por 100,000 habitantes a 5 por 100,000 habitantes.
En América Latina, por su parte, la población privada de libertad ha aumentado en forma exponencial en las últimas décadas. Entre 1995 y 2012, la tasa de reclusos por 100,000 habitantes creció de 101.2 a 218.5, representando un incremento del 116%. Sin embargo, el crimen aumentó más aún en ese período, con tasas de homicidios regionales que se duplicaron de 13 a 26 homicidios por 100,000 habitantes.
Se pone en evidencia que muy pocos estudios ofrecen una explicación de los movimientos generales en las tasas de delincuencia nacionales (y regionales) y sus determinantes a lo largo  del tiempo. La distribución de la edad de la población, el número de policías, la severidad de las sanciones y ciertas políticas puntuales respecto de actividades ilegales generalmente se mencionan como factores muy importantes.
En EEUU,  tres de los estudios más destacados en la literatura sobre los factores determinantes del crimen destacan que el encarcelamiento tuvo un rol importante en esta tendencia, pero no puede explicar el gran descenso en el crimen. (Levitt (2004), Zimring (2006), Baumer (2009).
El crimen y beneficios esperados
Siguiendo la teoría económica del crimen,  los potenciales criminales comparan los costos y beneficios esperados de realizar acciones criminales y los comparan con actividades legales. El encarcelamiento actúa por dos caminos concretos en la ecuación: puede disuadir el crimen haciéndolo menos atractivo por las sanciones más duras, y puede reducir el crimen a través del efecto “incapacitación” ya que (en teoría) durante la condena los criminales están en aislamiento y fuera del mercado laboral ilegal.
Estudios que analizan cambios en la probabilidad marginal de ir a la cárcel o de sentencias más duras en Estados Unidos revelan un bajo efecto del encarcelamiento en la reducción del crimen agregado.  No hay consenso sobre la magnitud del efecto,  ni literatura para la región, pero la evidencia parece indicar que lo que afecta la disuasión son aumentos en la probabilidad de aprehensión y condena posterior más que el aumento en la severidad de sentencias largas.
Además cuando hay mucha población encarcelada, el efecto marginal de disuasión de más encarcelamiento es menor, lo que es consistente con la situación de Estados Unidos.
En América Latina, baja resolución e inversión
En América Latina la baja resolución de casos (menos de la mitad que en el mundo desarrollado) y la impunidad hacen que por más que la población privada de libertad aumente, esta amenaza de encarcelamiento a veces no se percibe como probable.  La literatura muestra que el aumento de la severidad de las penas que ya son largas no tiene un efecto en la reducción del crimen, con lo cual sería mejor invertir en la prevención del delito tanto con disuasión policial como mediante la mejora de las posibilidades en el mercado laboral legal.
En esta  Región se gasta aproximadamente un 0.15% del PBI y US el 0.5%.
Esta cifra no parece muy alta para la mayoría de los países. Sin embargo, para ponerla en perspectiva,  es un 50% superior al costo de financiar en su totalidad a los principales programas gubernamentales para el combate a la pobreza en México (Prospera) y Brasil (Bolsa Familia).
Per cápita, la tasa de encarcelamiento de la región se duplicó en menos de 20 años y, con casi 250 reclusos por cada 100,000 habitantes, es el doble de la de China, siete veces mayor que la de India, y 40 veces mayor que la de algunas regiones de Europa.
Si América Latina dejara en libertad a todos sus homicidas, su tasa de encarcelamiento sería todavía mayor que la de España. Éste es el resultado de años de políticas de mano dura en toda la región. Dicen sus partidarios que la posibilidad de recibir una pena severa en la cárcel es suficiente desincentivo como para que los criminales sean menos proclives a cometer delitos graves.  La evidencia empírica concluye que, en efecto, las cárceles hacen solo una contribución modesta al combate al crimen.
¿Cuál es la solución?
Reemplazar las condenas en prisión por medidas sustitutivas, más efectivas en términos de readaptación social y menos caras. “La mayoría de los objetivos del encarcelamiento puede lograrse por otros medios con mayor eficacia”, propone la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Justicia terapéutica. En esta propuesta se  examina el efecto de los tribunales de tratamiento de adicciones y señalan que la tasa de reincidencia de aquellos individuos sujetos a rehabilitación basada en terapia médica y psicológica integral es 16 puntos porcentuales menor que la de los infractores que no reciben tratamiento de desintoxicación.
Entonces, asistimos a la emergencia de una política—otra, distinta— capaz de controlar el estado de lo ilegal. Los conceptos de orden, disciplina, control del tiempo, vigilancia y seguimiento se aglutinan alrededor de la idea de la cárcel—reflejada en la imagen del panóptico o centro penitenciario imaginario diseñado por el filósofo Jeremy Bentham en 1791. El concepto de este diseño permite a un vigilante observar a todos los prisioneros sin que éstos puedan saber si están siendo observados o no.
Las cárceles, de acuerdo a esta idea, eran pensadas aún como centros de experimentación, como laboratorios conductistas, de donde podían extraerse lecciones para ensayar mejoras en los sistemas penales.
La  revista “Nomenclatura: aproximaciones a los estudios hispánicos”, producida por la Universidad de Kentucky, Spring/Primavera 2012, en una investigación titulada Sexualidad, opresión y el fin de la esperanza en El Sexto y Hombres sin mujer: retratos de dolor y crisis colectiva,  señala que la cárcel—ese espacio físico, de sanción y de posible regeneración según lo entendían sus creadores—tal como se la conoce desde la modernidad, nació a raíz de la oposición a las sádicas ejecuciones públicas en Europa que Michel Foucault nos recuerda, con lucidez pero también con asombro, en Discipline and Punish: The Birth of the Prison (1975).
Nomenclatura centra  el análisis literario y sociológico de dos novelas que tienen como escenario espacios carcelarios: El Sexto, del peruano José María Arguedas (1911-1969), y Hombres sin mujer, del cubano Carlos Montenegro(1900-1981).
La novela de Montenegro, publicada por primera vez en México en 1938 es una singular muestra de apertura Letras Cubanas. El tema del libro es espinoso para un gobierno como el cubano que ha hecho del rechazo oficial a la homosexualidad, manifestado en políticas represivas y de persecución, una de las bases de su doctrina.
En El Sexto y en Hombres sin mujer, la injusticia, la represión y el desengaño constituyen núcleos alrededor de los cuales se expresan las peores maldades del hombre. Ser presidiario, estar encerrado y reprimido, puede que produzca fantasías e ilusiones, a veces elementales pero legítimas. Lo cierto es que la incontrolable dinámica al interior de estos espacios de atmósfera enrarecida y poluta significa una horrenda experiencia que marca de por vida a quienes la sufren.
La característica que comparten estas obras no es sólo el ambiente en que se desarrollan y los hechos que ocurren en él sino que ambas constituyen productos autobiográficos  ficcionalizados; es decir, nacen de verdaderas experiencias de sus autores, quienes pasaron sendas temporadas en prisión.
“Estas novelas presentan a los presidios—suerte de enrarecidos microcosmos—como lugares donde se cometen abusos, infamias y tráfico sexual, de drogas y alcohol, y donde se produce la falta de respeto hacia los más elementales derechos, así como el crimen en sí mismo. A la par, los escritores describen con dureza las jerarquías que gobiernan estos lugares en los que no solamente se impone la injusticia de los regímenes administrativos oficiales sino la propia dinámica que los reclusos— abusadores unos, extorsionados otros—van creando en su contacto diario”.
En suma, los aportes de los escritores Arguedas y Montenegro, son indesligables de la palpable realidad que grafican, demuestran que la “buena voluntad” se quedaba a medio camino, se perdía, se difuminaba. La proyección, trágicamente, lo cierto es que la incontrolable dinámica al interior de estos espacios de atmósfera  enrarecida y poluta significa una horrenda experiencia que marca de por vida a quienes la sufren, remarca Nomenclatura.
La criminalidad urbana nos incumbe a todos. La mayoría de la población mundial vive en zonas urbanas y en América Latina más del 80% de sus habitantes  vive en las ciudades. Es la región más urbanizada del planeta y para millones de sus ciudadanos urbanos, la violencia es parte de su vida diaria.
La complejidad e interrelación de las causas de la violencia, ha llevado que el problema se esté analizando desde una perspectiva local, facilitando la creación y puesta en marcha de programas de prevención enfocados a los problemas propios de cada comunidad.  Los gobiernos locales de América Latina han puesto en marcha un sin número de estrategias, algunas consideradas paradigmáticas, otras de las cuales, aún no sabemos si funcionan, y si deberían continuar siendo financiadas, adaptadas y replicadas a otros contextos.
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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
* Sexualidad, opresión y el fin de la esperanza en El Sexto y Hombres sin mujer: retratos de dolor y crisis colectiva, Jorge Zavaleta  Balarezo, PhD en literatura latinoamericana – Universidad de Pittsburgh.
http://uknowledge.uky.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1016&context=naeh
*Arguedas, José María. El Sexto. Barcelona: Laia, 1974.
*Foucault, Michel. Discipline & Punish. The Birth of the Prison. Trad. Alan Sheridan. Nueva York: Vintage, 1995.
*Montenegro, Carlos. Hombres sin mujer. La Habana: Letras Cubanas, 1994.
*Picatto, Pablo. “El discurso sobre la criminalidad y el alcoholismo hacia el fin del porfiriato”. Hábitos, normas y escándalo. Ricardo Pérez.
*Vargas Llosa, Mario. La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1996.
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CreditDandy/John J. Custer
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En 2004, el Presidente venezolano Hugo Chávez y el líder cubano, Fidel Castro, lanzaron la Alternativa Bolivariana para las Américas, una alianza regional de líderes de izquierda diseñada para subvertir el acuerdo de libre comercio hemisférico que Estados Unidos había buscado durante más de una década.
En los años que siguieron, la esperanza de Washington de lograr un acuerdo con 34 países se desvaneció y su influencia en la región disminuyó a medida que los votantes de la región depositaron su confianza en políticos populistas que prometieron compartir la bonanza generada por el alza de precios de las materias primas y desbancar a las élites políticas enconadas en el poder. Las exportaciones de la región a China crecieron más de un 25 por ciento entre 2000 y 2013 y permitieron a Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia financiar generosos programas sociales que sacaron a millones de personas de la pobreza.
Pero la muralla de gobiernos de izquierda de América Latina amenaza con resquebrajarse debido a casos de corrupción generalizada, el desaceleramiento de la economía china y malas decisiones de política económica. En general, estos líderes no lograron crear economías diversificadas capaces de soportar los ciclos económicos, con sus altos y sus bajos. Los sistema de bienestar social y pensiones que conquistaron la lealtad de los votantes no han resultado sostenibles. Los líderes de Venezuela, Ecuador, Bolivia, incumplieron ciertas tradiciones democráticas al expandir sus mandatos o eliminar los límites de estos y crearon redes de clientelismo para cooptar a algunas instituciones públicas independientes.
La región vive su segundo año consecutivo de contracción económica. Y mientras las tesorerías han quedado vacías, los votantes en Argentina, Bolivia y Venezuela han repudiado a los líderes populistas en las urnas. Los legisladores brasileños le quitaron la inmunidad a la Presidenta Dilma Rousseff para juzgarla por movimientos financieros poco claros. En Venezuela, el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, lucha por su supervivencia. Y el año pasado en Ecuador el Presidente Rafael Correa, de izquierda, decidió no buscar un cuarto mandato en medio de una creciente crisis económica. Cuba, por su parte, trata de crear una relación constructiva con Estados Unidos.
Este nuevo entorno político ha abierto la puerta a una nueva generación de líderes que buscan un rumbo nuevo para América Latina. Eso le ofrece a Estados Unidos la posibilidad de comenzar de nuevo su relación con sus vecinos, en especial con algunos que a lo largo de la historia han acusado a Washington de imperialista o negligente, o ambos.
Por ejemplo, los nuevos gobiernos en Argentina y Brasil podrían ser más receptivos a aumentar su cooperación con Estados Unidos, mucho más de lo que lo han sido desde el inicio de siglo. Aunque Washington ya no tiene ansías de firmar nuevos acuerdos comerciales –una especie de pararrayos en la carrera presidencial de 2016– sería tonto no aprovechar la oportunidad.
Estados Unidos puede ayudar a sus vecinos a ser más competitivos y estables al promover la inversión en tecnología, la innovación y la educación de calidad. Y puede mostrar el nuevo escenario de seguridad en Colombia, una de las economías que más crece en la región, como evidencia del potencial que tienen las alianzas a mediano y largo plazo en el ámbito de seguridad. Washington puede hacer más para que Centroamérica y el Caribe encuentren fuentes de energía más sostenibles, en especial cuando ya no pueden contar con el petróleo subsidiado por Venezuela. Y también pueden apoyar las iniciativas anticorrupción por las que claman ciudadanos de todo el continente.
Aún así, el futuro de América Latina no puede depender de Estados Unidos. A fin de cuentas, para construir un futuro más prometedor la región necesita líderes que puedan rendir cuentas ante sus ciudadanos, que estén dispuestos a invertir en prosperidad a largo plazo y no en su propias carreras políticas y que estén dispuestos a reconocer los errores colosales de sus antecesores.








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