http://papeldearbol-papeldearbol.blogspot.com/2012/04/cambio16-sin-periodismo-no-hay.html
Manuel
Domínguez Moreno, PRESIDENTE-DIRECTOR CAMBIO16
Manuel
Domínguez Moreno, PRESIDENTE-DIRECTOR CAMBIO16
Estoy convencido de que debemos
afrontar con urgencia y determinación
una renovación profunda del
periodismo, un cambio paradigmático
dictado por la reconversión tecnológica
y una crisis global que se
ha llevado por delante los principios
éticos, todos los valores democráticos
que sustentaban un poder que
se ha erigido en la mejor herramienta
de control que tienen los
ciudadanos para exigir transparencia
en la gestión pública y, en las
actuales circunstancias, la mejor garantía
de que su representación legítima
será respetada por una clase
política que se ha distinguido precisamente
por todo lo contrario: por
despreciar la voluntad soberana de
quien le ha concedido libremente su
confianza y le otorga credibilidad.
Asistimos con una preocupación no exenta de indignación al burdo intento de desarticular un poder que se ha distinguido históricamente por no arrodillarse ante nada ni ante nadie ni ceder ante ningún tipo de presión, mucho menos la económica que condiciona la financiación de la empresa periodística y la subsistencia de los profesionales, obligados a ejercer su trabajo en unas condiciones deplorables y precarias, que limitan su independencia y anulan su capacidad crítica hasta el punto de que la pluralidad cede terreno ante un ingente aluvión de información que circula interesadamente por las redes sociales en virtud de las nuevas tecnologías de la comunicación, confundiendo al receptor con mensajes manipulados y sectarios y animando una audiencia conformista, vulgar y ramplona, incapaz de emitir un juicio de valor o formular un punto de vista. En internet hay millones de respuestas incluso para las preguntas que no han sido formuladas, teorías para cualquier análisis que no resisten ni la más mínima comprobación, conspiraciones de salón y juegos de guerra. Todo ello adobado por una falta de criterio tan atroz que asusta pues es precisamente en la ignorancia donde germina la mayor de las estupidez y en ese selfie de la idiocia no puede fructificar ningún pensamiento, no nace ninguna idea capaz de transformar el mundo e impulsar el espíritu del cambio.
Creo sinceramente que, además de llamar a las cosas por su nombre, de desvelar las verdades ocultas y contar las historias que el poder nos quiere hurtar porque nos considera imbéciles y nos gobierna por consignas, además de investigar dónde está la verdad y dónde quieren situarla los enemigos de la libertad, esos mercaderes de la codicia sin límite, hoy más que nunca es preciso educar y formar, apostar por un periodismo reflexivo capaz de generar una opinión pública que se base en la realidad, no en la sociedad virtual que nos transmite la inteligencia artificial, incapaz de sentir la belleza, de estremecerse ante el horror o de emocionarse ante la inocencia. Andamos huérfanos de ideas, imposibilitados para el pensamiento crítico, parcos en palabras que expresen conceptos abstractos que nacen en la dignidad y la moralidad de quien se siente obligado a mejorar su entorno con la certeza de que otro mundo es posible, de que se pueden hacer las cosas de otra forma, de que hay que tender hacia el equilibrio sostenible y eficiente, de que nuestra vivida merece la pena vivirse de otra manera, con otras perspectivas, sabiendo que hay un futuro. Ese periodismo que he dado en denominar reflexivo está llamado a sacudir nuestra conciencia y a armar la palabra hasta convertirla en una herramienta que articule además de un idioma un pensamiento, hasta que devenga en un revulsivo que nos sacuda y despierte de una vez de esta pesadilla que parece eterna, conscientes al fin y al cabo de que la historia misma y la libertad nacen cuando el mundo se atreve a soñar.
Creo sinceramente que, además de llamar a las cosas por su nombre, de desvelar las verdades ocultas y contar las historias que el poder nos quiere hurtar porque nos considera imbéciles y nos gobierna por consignas, además de investigar dónde está la verdad y dónde quieren situarla los enemigos de la libertad, esos mercaderes de la codicia sin límite, hoy más que nunca es preciso educar y formar, apostar por un periodismo reflexivo capaz de generar una opinión pública que se base en la realidad, no en la sociedad virtual que nos transmite la inteligencia artificial, incapaz de sentir la belleza, de estremecerse ante el horror o de emocionarse ante la inocencia. Andamos huérfanos de ideas, imposibilitados para el pensamiento crítico, parcos en palabras que expresen conceptos abstractos que nacen en la dignidad y la moralidad de quien se siente obligado a mejorar su entorno con la certeza de que otro mundo es posible, de que se pueden hacer las cosas de otra forma, de que hay que tender hacia el equilibrio sostenible y eficiente, de que nuestra vivida merece la pena vivirse de otra manera, con otras perspectivas, sabiendo que hay un futuro. Ese periodismo que he dado en denominar reflexivo está llamado a sacudir nuestra conciencia y a armar la palabra hasta convertirla en una herramienta que articule además de un idioma un pensamiento, hasta que devenga en un revulsivo que nos sacuda y despierte de una vez de esta pesadilla que parece eterna, conscientes al fin y al cabo de que la historia misma y la libertad nacen cuando el mundo se atreve a soñar.