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domingo, 7 de septiembre de 2014

MARK WILLEMS: UN BELGA SOBRE EL FUTURO DE LOS ANDES





Jorge  Zavaleta Alegre
Los peruanos y latinoamericanos estamos nuevamente  huérfanos. El Perú no se encuentra dentro de los bloques de Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay, por más que esta fue la propaganda para  ganar las elecciones.  Tampoco estamos en  otro bloque. Todos nos toman en serio por los minerales,  algo por la gastronomía que siempre ha existido y es nuestra identidad, perspectiva que  refleja una profunda limitación y una  falta   de  liderazgo.

Esta es la opinión de Mark Willems,  belga que hace 35 años vino  a los andes, con su familia, entusiasta  por lo que  América Latina significaba mucho   en la construcción de la  unidad de la Región.

Explica que  si la oligarquía vive en su plenitud,  es porque los peruanos no tenemos identidad. Un país es un conjunto  de  muchas cosas: lenguas, culturas  distintas (andinos,  costeños,  selváticos, del norte, del  sur).   La oligarquía y sus defensores están  con su vientre en el  Perú pero con su alma  en Miami Beach. Hay veces pienso que estamos  luchando por  causas perdidas.

Como  belga de nacimiento,  siento   que he vivido la vida que  he soñado y compartido  con esas diferentes culturas, tanto  yo  como mi esposa y mis cuatro hijos. Siempre pienso en la idea de proteger el bosque, desde una chacra en la selva,  que la adquirí después de jubilarme en la  cooperación internacional, años que “escribí  decenas de informes enviados  a las financieras, extranjeras y del Estado, documentos que sonb muy aburridos y repetitivos” (post scriptum, en Lima, enero del 2014)

Aunque  la sociedad siga apostando  por este progreso social tan estéril, debemos insistir en la necesidad de retomar un conjunto de viejas palabras, a la búsqueda de justicia social, a la solidaridad humana.

Esta reflexión,      en el  prólogo de su libro La Patria del Alma,  se inicia con la frase “Sobre el puente, sé puente” de José María Arguedas”. Es un  “Testimonio desde el país que habitó y que me habita”, editada  por  “Rios Profundos.”

Mark  Willems, nació en Gante,  en 1948. Se encontró con su compañera Lieve Delanoy en Suiza, actriz que ahora trabaja en el Grupo Yuyachkani. La  pareja cuenta con cuatro hijos. Se encuentran en el Perú desde hace 35 años,   cooperando  en proyectos de desarrollo en la sierra de Lima, Ayacucho, Apurímac, Cusco.   

De  ese peregrinaje por diferentes pueblos  y comunidades, brota una secuencia de historias y pensamientos,  sobre cuan posible es construir un mejor futuro colectivo: “La vida que vivimos no es sino un sueño de otro”, dice en  Saim en libro negro de Orham Pamuk.

En uno de sus  relatos   “por los caminos del recuerdo”,   Willems  resume  el Perú,  después de la  guerra interna que azotó a las comunidades y  familias enteras:
La aventura de los “retornantes” a sus tierras, constituye un enorme desafío, tal como  describe el esfuerzo y la imaginación de los jóvenes para construir un puente sobre el río Apurímac y otros proyectos,  con o sin apoyo  financiero ni técnico de un  Estado que solo favorece solo a la inversión extranjera y los programas sociales son solo paliativos, burocracia plena de cada agrupación que reclama su cuota de poder.

Considera que ese retorno de los campesinos a sus tierras, para policías y militares los pobladores  de los andes eran terroristas, requisitoriados y  pichicateros. Para  los sueños de algunos ex gamonales volver a saquear las riquezas de esos suelos con peones a su servicio. Para los dueños de las tiendas con clientes fáciles de embaucar y de estafar en moneda y en peso. Para la autoridad son perros del hortelano. Y para ellos mismos, son pobres.

Caminando a la cuarta década que dejó  Bélgica, comenta que vino al  Perú, motivado porque en América Latina  se vivía los ecos de la revolución cubana, después  del proceso de reformas de las fuerzas armadas liderado por el  general Velasco  Alvarado, que la izquierda negó su respaldo a dicha etapa de cambios.

Libros como el   de Mark Willems,  encarnan una  visión más clara del país del presente siglo, al señalar  que los  gobiernos y la fría tecnocracia se envuelven en su misma telaraña,  no perciben que abrir puertas  al   intercambio de  miradas  es una perspectiva valiosa, que  abre espacios para la reflexión  y la fortaleza  de tener fe y convicciones  sobre el  valor  de la cultura y costumbres de los pueblos, donde la pureza del viento, del  paisaje  y la de sus habitantes constituyen  el motor de la  historia, del desarrollo intrínseco y esencial. 

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