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viernes, 6 de diciembre de 2013

Practiquemos un buen trato para todos. POLÍTICAS PÚBLICAS





JULIO ANDRES ROJAS JULCA*

CUANDO LLORA un niño, cesa su llanto apenas la madre toma el cuerpecito en su regazo. La calma vuelve como por arte de magia. Allí radica la importancia del “Buen trato para la niñez”, pero esta relación no debe sostenerse solo en beneficio de los niños, sino también de todas las personas.

Esta reflexión la formuló el psicoanalista Max Hernández durante el diálogo promovido por la Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza y el Colectivo Interinstitucional por los Derechos del Niño, con el fin  de crear espacios para  mejores condiciones de la infancia.

De la amplia lista de personas e instituciones premiadas se puede mencionar al equipo de enfermeras, médicos, marinos y trabajadores sociales que navega por el río Napo, atendiendo y ayudando a las poblaciones ribereñas.

Con apoyo de Radio Programas se han realizado campañas de nutrición en lugares remotos de nuestro país.

Se han reconocido igualmente las buenas prácticas de educación de  Fe y Alegría, así como de gobiernos regionales y municipios que han incorporado prácticas de buen trato en las políticas públicas.

La Campaña Nacional “Buen trato para la niñez” ha logrado recolectar más de medio millón de compromisos de ciudadanos y ciudadanas, cuyo siguiente paso será  entregar esta documentación  al Jurado Nacional de Elecciones para que en el debate de las elecciones 2014 y en los planes de gobierno se incluya la Agenda por la Infancia.

El buen trato para todos, del que nos habla Max Hernández, nos lleva también a una indispensable reflexión sobre la relación entre el servidor público y la comunidad.
En la modernización del Estado deben priorizarse la meritocracia y una vocación de compromiso e identificación con las personas que trabajan como ejecutores anónimos de los diversos programas que emprende el Estado.  

Esta cruzada nos recuerda a William Golding, quien en su obra más difundida, El señor de las moscas, recrea una fábula acerca de la condición humana, “una requisitoria  moral contra una educación represiva que no hace sino preparar futuras explosiones de barbarie cuando los controles se relajan”.

Por estas razones, el ejercicio del poder implica la acertada selección de personas con capacidad administrativa, sensibilidad y compromiso social.

El servidor público no puede tener un corazón de piedra, tiene que ser un ciudadano sensible e identificado con los problemas sociales y comunitarios.

Las jerarquías laborales implican sagacidad, encarnan la síntesis de humanización laboral, es un buen paso en el desarrollo inclusivo.
 
 *Viceministro de Poblaciones Vulnerables del Perù
 Autor del reciente libro El Oro de la Aldea, desarrollo local sostenible el reto de las municipalidades del
siglo XXI.
Publicado: 06/12/2013
 
 



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