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viernes, 20 de abril de 2012

LA VIDA NO VALE NADA SI TENEMOS QUE PERDER LA LIBERTADESCRIBE DIRECTOR DE CAMBIO16


Manuel Domínguez Moreno, Director de CAMBIO16-MADRID

¿De qué nos vale la vida, el duro oficio de sobrevivir en medio de la zozobra al que nos vemos abocados, todo lo que somos y lo que podemos llegar a ser, todo aquello a lo que nos hemos visto obligados a renunciar, si tenemos que conformarnos con una existencia sin libertad?


Nos hemos acostumbrado al abismo y el vértigo de tal forma que el vacío ha acabado por llenarlo todo, hasta nuestra conciencia. Cuando la dignidad cede el paso al estado de necesidad, uno empieza renunciando a sus ideas, los derechos fundamentales, las conquistas sociales y, en definitiva, todo aquello que define el modelo de convivencia que desde la representación del poder popular nos hemos otorgado, y acaba destruido como persona, convertido en una piltrafa. Pero esa voluntad soberana nada significa y nada puede ante el incuestionable poder de las dictaduras públicas y privadas. Se trata de tirar por la borda las legítimas aspiraciones que quedan tan vistosas transfiguradas en artículos de una Constitución pero que lamentablemente no llenan los estómagos vacíos de todos aquellos que empiezan a pasar hambre. No me refiero a la necesidad de alimento espiritual sino a rebuscar en el cubo de la basura un trozo de pan que llevarse a la boca. Cuando hayamos liquidado definitivamente todo aquello que un día fuimos y ya no quede ni la memoria de nosotros mismos, cuando consigamos enterrar de una vez el pasado, comprobaremos con dolor e impotencia que los principios éticos que un día se respetaron y la moral que aceptamos como válida se transforman en un puro instinto de supervivencia que hará aflorar lo peor de nosotros mismos, de nuestras miserias y nuestra ruindad. No habrá límites porque nadie exigirá una justificación. No será preciso disimular porque quien ya no posee nada no tiene nada que ocultar. La descomposición social, la humillación que padecemos cuando debemos agachar la cabeza y tragarnos el orgullo siempre ha sido el caldo de cultivo de conductas ejemplares, el germen de liderazgos, la cuna del valor y la tierra donde se yerguen héroes sobre tumbas. Lo peor de todo es que no sucede nada, que una vez acallada la protesta y encadenada la capacidad de acción, ya no hay posibilidad de respuesta. Un conformismo que alimenta el relativismo atroz que nos anula hasta desintegrarnos. Es verdad que una cosa es lo que uno quiere y otra bien distinta lo que puede conseguir, pero la historia está llena de pusilánimes que desaprovecharon su oportunidad, su minuto de gloria. Ya ha pasado el tiempo oscuro de las lamentaciones y los pesares. Es la hora de gritar basta y asumir que hasta aquí hemos llegado porque no queremos seguir viviendo de rodillas, bajando los ojos ante el espejo, mirando de soslayo, somatizando nuestra impotencia al tiempo que metabolizamos la pesada digestión de la vergüenza, la autocompasión y el desprecio. Créanme, por poco que hagamos, será un paso importante, la señal que otros esperan para reaccionar. No hay esfuerzo pequeño si sumamos todas las voluntades del pueblo, si conseguimos que el miedo que nos paraliza se someta a la razón que pretenden arrebatarnos. Somos nosotros los que estamos en posesión de la verdad, no ellos, lo que pasa es que no acabamos de creérnoslo porque hemos preferido acomodarnos y admitir que la voracidad, la ambición y la codicia no tenían límites a plantar cara a los que nos han robado la libertad y la dignidad y ahora quieren quitarnos la conciencia. No sé si ese poder sobrehumano tendrá un alma, pero tengo la certeza de que nosotros estamos perdiendo la nuestra. La vida no vale nada si tenemos que sacrificar la libertad.
www.manueldominguezmoreno.net
betisalai@manueldominguezmoreno.net





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