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domingo, 22 de abril de 2012

LA CALIDAD DEL ESTADO


Arq. Javier Sota Nadal
Ex ministro de Educación de Perú
La discusión entre nosotros sobre la calidad y tamaño del Estado peruano ha sido abordada desde distintos ángulos: social, jurídico, cultural,  administrativo y  económico. Desde esas perspectivas se mide y evalúa la cantidad y calidad  de servicios y condiciones que brinda para la salud, educación, seguridad, justicia,  empleo y alimentación. 
El tamaño y calidad del Estado es directamente proporcional a  las  leyes que lo animan y a la capacidad  que  posee para objetivarlas; es decir, a la eficacia que posee para hacerlas cumplir y al  temor que despierta en  los ciudadanos no cumplirlas. La frase cívica “los ciudadanos deben  temer a la ley” alude tanto al respeto  por ellas y como al temor a la fuerza que despliega el Estado para hacerlas cumplir.
Con esta idea sobre la naturaleza del Estado podemos decir, por lo que observamos y vivimos, que el nuestro, sigue siendo parcial, precario y débil  a pesar de los avances que hemos observado los últimos 12 años. Muy pocos peruanos temen a la ley; la mayoría, sin distingo de ingresos económicos, se abanica con ella.
Allí están para probarlo la corrupción, el contrabando, la minería informal, la deforestación, la evasión tributaria, el narcotráfico, la delincuencia, el caos del tránsito; es decir, un bonsay  integral que achica día a día la calidad del  Estado peruano.
 Hay un problema que nos debe preocupar tanto o más que los antes señalados, problema que  ha desaparecido como política de Estado desde que el liberalismo hegemonizó la cosa pública a partir del segundo período de Fernando Belaúnde: la cuestión del territorio.
El territorio fue una dimensión crucial en nuestra particular geografía. Allí están los restos arqueológicos – tecnológicos-  que hablan de un uso sostenible y racional en la etapa prehispánica. Hoy 500 años después, es un manicomio geográfico. Pienso que la muerte prematura de Manuel Pardo y Lavalle- el de la República Práctica- permitió que abogados y economistas creyeran que, desde su perspectiva abstracta, podían modelarlo, cuando el espacio, como realidad y concepto, es tarea de  ingenieros  y arquitectos.
El colapso territorial es lo que nos espera. Hemos perdido paulatinamente la capacidad de hacer ciudad y respetar el campo. Estimo que  70% del área ocupada por viviendas  y  50% de la explotación económica del territorio, es informal. Todas nuestras ciudades, grandes pequeñas y medianas, ahora  crecen mediante sartas de viviendas que se cuelgan a los lados de las carreteras del Estado. La Panamericana  alguna vez fue carretera, hoy es una avenida peligrosa de frontera a frontera. Se  urbaniza sobre los derechos de vía. Si Lima, Arequipa o Chiclayo,  fueron ciudades, hoy  son ensanchamientos de  letales avenidas- carretera.   No hay quebrada  o cause de huayco cercano que no haya sido ocupado por los excluidos; ellos, por  incuria del Estado, se ven obligados a vivir sobre armas cargadas que se pueden disparar en cualquier momento, como en Chosica por ejemplo.         

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