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martes, 6 de marzo de 2012

EL FUEGO EN LA HISTORIA Y LA NUEVA POBREZA REPUBLICANA

Por Jorge Zavaleta Alegre. Cambio16, Madrid


La  minería durante el virreinato tiene capítulos aún ignorados. El  gobierno ha aprobado un proyecto de ley para masificar el uso del gas en Perú para  beneficiar a los sectores populares. La propuesta legislativa considera dos elementos básicos: crear el Sistema de Seguridad Energética, que buscará dotar  de infraestructura necesaria, es decir ductos  y almacenamientos. Y   el Fondo de Inclusión Social Energético para llegar con los productos derivados del gas a los sectores más vulnerables de la población.


Las fuentes de financiamiento, según versión oficial,  provendrán de las tarifas del mercado libre eléctrico, el transporte de hidrocarburos líquidos y del gas natural. También impulsará la masificación del uso del GLP en las zonas rurales  y mejorar el stock de balones de gas con una renovación periódica como medida de seguridad.


El gas natural se caracteriza por su eficiencia, bajo costo y limpieza. Es una energía versátil, tanto en el hogar como en diversas actividades comerciales. Su aplicación más frecuente es la generación de calor que permitirá superar las consecuencias del  fríaje en las alturas de los andes.
En el Perú recién se comienza a explotar desde el 4 de agosto del 2004. Según el MEM, no obstante los avances en lo que va del presente siglo,  menos del 80% de la población de Perú tiene acceso a la electricidad,  el porcentaje más bajo de América Latinoamérica  y el Caribe.
Durante la colonia la minería  jugó una actividad prioritaria y fue  al calor de la  combustión  de la leña, el estiércol, el sebo, el aceite y sobre todo del ichu.  Un estudio del Instituto Riva Agüero, auspiciado por Petroperú, índica que   durante la presencia del virrey Toledo, en Huamanga, se  dio  a conocer la importancia capital  del ichu, “una hierba muy abundante en esa comarca, que podía sustituir con ventaja a la leña·.
Ichu en Pampa Galeras, principal refugio de vicuñas

Esta paja  silvestre, cada dos años alcanzaba  entre 60 y 80 centímetros y se podía  volver a segar (Lohmann 1949). Gracias a la forma cómo los campesinos lograban ese combustible fue posible el crecimiento  y la continuidad de la producción de azogue, así como el descenso en el costo de producción. El uso del ichu remplazó al de la leña,  y los pobladores  ya no tenían  necesidad de desplazarse a grande distancias.
Las  bondades del ichu atrajeron  la ambición  hacia  su explotación y modificaron  el modo  tradicional  de aprovecharlo. En 1,576, nuevamente Toledo dictó una ordenanza  para proteger este   recurso. El uso  del ichu provocó también  la  modificación de los hornos para la fundición de los minerales. La leña  dejó de utilizarse  cuando el proceso de disolver la plata con azogue se comenzó a emplear en el Perú, aunque  se había conocido desde  siglos atrás.

En el altiplano peruano boliviano, gracias a la educación,  acceso a la información  e intercambio con turistas, los jóvenes y pobladores en general  no dejan de plantear algunas interrogantes ante la avalancha de críticas sobre el lento desarrollo energético del país:
¿Por qué si sus antepasados  contribuyeron tanto a la minería, no solo con su mano de obra  sino con combustibles,  hoy  se levanta  polvareda cuando se habla de subsidio al precio del gas para las zonas más pobres?.  ¿Qué  figura económica es aquella que beneficia solo a quienes gozan de altísimos ingresos?. ¿Acaso las  zonas residenciales de Lima no pagan por el agua y la energía tarifas  menores, y en  las zonas marginales el acceso a estos  servicios es  a  precios prohibitivos?.
La energía, de cualquier fuente y  a precio menor ayuda a la transformación de los recursos naturales, como madera, frutas, crianza de animales, carnes y derivados. El acceso al mercado permite  disponer de más ingresos. En consecuencia los programas sociales pueden alcanzar mejores resultados. Se trata de acabar con pobreza secular y  “la nueva pobreza” que es la extrema desigualdad.
Ilustración: Copia de Guamán Poma de Ayala, Ciudad de Potosi, 
Biblioteca Real de Copenhague, Dinamarca, 1611-1613
Otras fuentes alternativas:

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