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miércoles, 28 de marzo de 2012

CONSTRUYENDO Y RECONSTRUYENDO PUENTES ENTRE PERÚ y COREA


Por Francisco Carranza Romero
(Una explicación del título del artículo “Construyendo y reconstruyendo puentes entre Perú y Corea”: Si no hubo relación in illo tempore entre los asiáticos coreanos y los americanos peruanos, nuestra labor consiste en “contruir puentes”. Pero, si hubiera habido alguna relación entre nuestros protoantepasados, nuestra labor es la de “reconstruir puentes)”.
 Como una respuesta de que el matrimonio internacional o intercultural no es ninguna degradación como piensan todavía algunos prejuiciosos, mi esposa y yo nos decidimos a traducir las obras literarias coreanas al castellano, generalmente una al año. Gracias a esta labor que la hacemos con emoción y actitud de inquietos aprendices conocemos mejor la península coreana: los paisajes de la naturaleza y del alma; las historias personales, locales y nacionales; la variedad de costumbres; las filosofías nativas y procedentes de los pueblos vecinos y lejanos como China, Mongolia, Japón, India y Medio Oriente; los ritos chamánicos, religiosos y cívicos; las festividades populares según los calendarios lunar y solar; los personajes de nobles principios y también los de bajos instintos etc. En pocas palabras: gozamos y sufrimos mientras dura el proceso de comprender y trasladar la obra coreana a la lengua castellana. Y nuestro gozo se completa cuando vemos las obras publicadas por las editoriales de España, México, Argentina y Perú (Fondo editorial de PUCP).
Nuestro compromiso no es sólo con Corea, también nos esforzamos en traducir la literatura hispanoamericana al coreano para que ésta sea mejor conocida y valorada. Los resultados de nuestro esfuerzo son: “Popol Vuh”, considerada como la biblia maya; los poemas de temas asiáticos de Pablo Neruda, y una antología poética de César Vallejo, la primera en una lengua de Asia, tal como reconocieron los colegas de China, Taiwán, India y Japón en un seminario dedicado al poeta peruano, que fue organizado por el Instituto de Estudios de Asia y América, Universidad Dankook, Corea.

La Geomancia en los Andes y Corea
Y, hablando de la literatura coreana, acabamos de traducir (marzo de 2012) la novela “Viento y río” de Won-il Kim. En el proceso de varios meses que ha durado esta labor hemos asimilado las reflexiones y explicaciones geománticas sobre la vida, el proceso de morir, la muerte y la existencia post mortem. Entonces, en cada capítulo y en cada instante hemos relacionado los pensamientos y ritos de los campesinos coreanos y andinos peruanos. Pueblos alejados geográficamente; pero muy cercanos culturalmente.
En mi caso: Desde mi infancia en el caserío andino de Quitaracsa (Áncash, Perú) siempre he escuchado a mis mayores, los mejores maestros en mi vida, que la puerta principal y las ventanas de una casa deben estar en la dirección hacia donde sale el sol y hacia el norte. “Así hay más luz y calor que dan vida al patio, al corredor y a las habitaciones”, repiten contemplando los cerros y el curso del sol. Cuando escogen el panteón también son muy cuidadosos que hasta catipan (qatipay > catipar: develar el enigma mediante la masticación de las hojas de coca) antes y durante la selección del lugar para el panteón comunal. El lugar ideal para un panteón es la parte un poco alta desde donde se pueda ver el pueblo y el río. “Será muy emocionante seguir contemplando el pueblo y el río desde el panteón”. “Me alegraré con las buenas cosechas y fiestas, y seguiré al tanto de la vida de los familiares”. “Si los vivos son laboriosos, los ayudaré siempre”, comentan mezclando la sonrisa y la seriedad por conocer sus útltimas moradas, y por aceptar el proceso y el final inevitable para todos. Y en la hora del entierro cuidan que la cabecera (hauna) del cadáver esté también hacia el norte o hacia el este.
Esa búsqueda de la vida en armonía con la naturaleza se expresa en los principios quechuas: Quyllurkunaqa manam yupanatsu (Las estrellas no son objetos para ser contados. Tampoco se las señala con los dedos como a cualquier cosa). Nombrarlas y conocerlas están bien; pero, el hecho de contarlas es una apropiación de un bien común. Este principo relaciono con una experiencia en un templo de la ruta de seda, China: La guía nos estaba explicando sobre las figuras estelares en la bóveda cuando un turista preguntó señalando las estrellas. La guía, antes de contestar, pidió al turista que no señalara con su índice a las estrellas porque ellas merecen mayor respeto. 
Rimaykukuqmi inti yaya (Te saludo, padre sol) es el saludo que aprendí en la infancia y que lo sigo repitiendo en cada amanecer y en donde sea.
Aukis hachachaumi aya ratakun (En el árbol añoso se resguarda el alma); por eso hay que cuidarlo y no se lo debe talar. En Corea la gente sale a protestar tocando los gongs cuando, por construir una vía, se quiere matar un árbol añoso.  
En la educación escolarizada fuera de mi comunidad no volví a escuchar los comentarios sobre la antigua creencia y ciencia de la Geomancia ni sobre los principios mencionados. Sólo, cuando por mi propia iniciativa comencé a leer algunos libros sobre las culturas asiáticas de Medio Oriente y Extremo Oriente, hallé los datos que me hicieron valorar las opiniones y creencias de mis mayores. Mis mayores andinos, sin los estudios escolares sobre la Geografía, tienen la certeza de que el camino del sol es la línea ecuatorial; por eso ponen las puertas y ventanas hacia el norte porque Perú está en el Hemisferio Sur; mientras los coreanos del Hemisferio Norte ponen las puertas y ventanas hacia el sur.
Años después, recorriendo Asia y traduciendo las novelas coreanas con mi esposa he llegado a revivir los conocimientos y creencias de la niñez. Por ejemplo el siguiente poema “Montaña Unsan” del monje budista Bowu (1301-1382) no es ajeno para un andino:
Nube blanca sobre la montaña.
El arroyo fluye desde la montaña.
Quiero vivir en esta montaña.
La nube me cobija en este lugar.
(“Cantos clásicos de Corea”, 2011, Hiperión, Madrid. Traducción de Hyesun Ko y Francisco Carranza Romero).
El novelista Chongjun Yi me hizo recordar los principios geománticos con sus obras: “Canto del oeste coreano” (Edit. Trotta, Madrid, 1985) y “La fiesta” (aún no publicada, donde hay los ritos fúnebres semejantes a los andinos). Y, últimamente, la novela “Viento y río” (ojalá que pronto sea publicada), otra vez despierta mi interés y me hace vivir la cercanía de las culturas de Corea y Perú. Las actitudes del andino y del coreano ante la naturaleza son muy similares: Conversan con los árboles, ríos, lagos, montañas, viento, estrellas; es decir, con toda la naturaleza. Ofrendan piedritas amontonando en las partes altas de las montañas. Respetan los árboles añosos porque tienen el espíritu de mucha gente. Asperjan unas gotas de licor a la tierra antes de beber. Ofrecen comida y bebida a los difuntos…
En “Todas las sangres” de José María Arguedas el anciano Andrés Aragón, desde la torre del templo católico invoca al cerro: “¡Yo te prefiero, Apukintu!” En “Yawar fiesta” del mismo autor los andinos invocan a sus cerros antes de cualquier jornada. “El varayok’ alcalde de K’ayau encomendó su ayllu al auki K’arwarasu. El auki K’arwarasu tiene tres picos de nieve, es el padre de todas las montañas de Lucans”. Los calificativos quechuas apu (protector, líder) y auki (espíritu de la montaña) sacralizan a la naturaleza. ¡’Ojalá que algún día veamos bien traducidos los libros de Arguedas para que los coreanos también gocen con nuestros ritos y creencias geománticas. Para homenajear a Arguedas no bastan los discursos emotivos y rimbombantes hay que también fomentar la traducción.
Sin embargo, este esfuerzo humano de la búsqueda del diálogo con la naturaleza es incomprendido por los modernos materialistas de Perú y Corea. El homo economicus es un materialista que, en nombre del desarrollo económico, pisotea y destruye la naturaleza. Muchos políticos y empresarios, en complicidad con los tecnócratas, sólo piensan en sacar el provecho económico de las riquezas de la naturaleza. Son los materialistas irresponsables que la están destruyendo; así, la futuras generaciones están condenadas al sufrimiento por la carencia de los medios de subsistencia.
Aunque el escenario de la novela “Viento y río” de Won-il Kim sea una aldea coreana, los pensamientos y hechos de los personajes son como de los andinos peruanos. Los cantos fúnebres que entona el geomántico son muy semejantes a los cantos fúnebres andinos; y si hablamos de música, ésta también es pentafónica.
La Geomancia difamada por ciertos credos religiosos equivale, posiblemente, a las ciencias actuales: Geografía, Geología y Ecología. Los geománticos de todos los tiempos son los ecologistas de hoy. Pero, conviene advertir que la Geomancia no se queda sólo en el conocimiento y respeto de las energías y formas de vida de la naturaleza, también es el desarrollo espiritual en armonía con la energía universal (tiksi kallpa).
Perú y Corea, más allá de las relaciones económicas por APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation, en español: Foro de Cooperación
Económica Asia-Pacífico) y Tratado de Libre Comercio, necesitan conocerse en sus manifestaciones culturales para comprenderse y valorarse mejor. El acercamiento cultural es un proceso mental y espiritual lento que no se mide con los números y cuadros estadísticos de ganancias y pérdidas; pero es un proceso que crea el verdadero acercamiento humano con respeto y amor.  

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