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miércoles, 24 de agosto de 2011

QUITARACSA Y SU RIQUEZA HÍDRICA

A propósio del Día Internacional de los Pueblos Indígenas


Este puente no existe.  Es una maqueta prometida. 
 Francisco Carranza Romero

Como Quitaracsa (qitaa raqra: quebrada de ciénaga) no aparece en el mapa ni en los libros oficiales de la historia del Perú, debo decir que es una comunidad campesina ubicada en los Andes. El hecho de que el nevado Alpamayo está en su interior, quizás es una referencia más interesante. Lingüísticamente, la población es quechuahablante y su bilingüismo quechua-castellano es incipiente. Allí nunca llegó un congresista ni un ministro ni un candidato a la presidencia porque su población está cerca de mil; y los sufragantes en el padrón electoral de 2011 fueron 551. Cuantitativamente es irre1evante para el político ávido de votos. Sin embargo, dos obispos de Huarás llegaron en lomos de acémilas: un italiano dos veces, un peruano una vez. Gratas visitas que los pobladores nunca se olvidan. A continuación, narro mi último viaje a Quitaracsa.
Nevado Alpamayo: Ver comentario del autor


El primero de julio de 2011 parto desde la neblinosa Lima rumbo a los pueblos andinos. Después de ocho horas de viaje diurno en ómnibus, distraído por el cambio de paisajes naturales y humanos por la variación de los microclimas desde el nivel del mar hasta más de cuatro mil metros de altitud, llego a la ciudad de Huarás a 3300 msnm (capital del departamento de Áncash), por suerte sobre una vía asfaltada y reparada. De allí continúo el viaje en un microbús, llamado combi en Perú, dos horas hacia el norte hasta llegar a Carás (capital de la provincia de Huaylas), con tramos de pista con huecos. Al día siguiente, prosigo el viaje hacia el noreste en un ómnibus repleto de pasajeros y hasta de pie, seis horas sobre una carretera polvorienta y mal afirmada hasta llegar al caserío de Tarica (provincia de Corongo). Al otro día, muy temprano, cuando ya había ensillado mi caballo para iniciar el viaje de ocho horas subiendo hasta los pies del nevado de Champará, llega una camioneta que va rumbo a Quitaracsa. Avisado por la persona quien me había traído la acémila, me acerco para consultarles si me pueden llevar hasta donde llega la trocha. Una señorita, jefa del grupo de tres, me mira y examina visualmente, luego me acepta. El viaje en compañía de dos licenciados, una en Comunicación, otro en Sociología, y el chofer se hace breve y agradable, con la excepción de los bamboleos del vehículo y los frecuentes sacudones sobre la áspera trocha. Ellos van a un diálogo con los comuneros de Quitaracsa y Andaymayo; ninguno habla quechua. Las ocho horas, gracias a la nueva trocha, se reducen a dos. Conocedor de esos caminos, pienso: Si la trocha se hubiera construido por el Cañón de Chapiringo, sería apenas dos horas desde Carás en vez de bordear de norte a sur el macizo nevado de Champará.

Sin embargo, lo que ningún gobierno peruano incluyó en sus proyectos viales la construcción de la carretera a Quitaracsa, desde hace unos años una empresa privada, con la participación de los comuneros quitaracsinos, está construyendo la trocha que ya está muy cerca del centro poblado, otra denominación más para la comunidad. El objetivo de esta vía es la construcción de la hidroeléctrica aprovechando el abundante y cristalino río Quitaracsa cuyos afluentes principales son: Racuay, Yanamayu y Champará. Los campesinos del lugar, herederos de la sabiduría ancestral, llaman “yaku mama” (madre agua) al líquido que les da la vida; por eso no arrojan sus mugres al río.

Al bajar a la pampa me encuentro con el río Quitaracsa que va contando tantas historias al que pueda oír y comprender. En un lugar accesible me acerco al río para saludarlo. “Río, aquí me tienes otra vez. Si tú también pudieras retornar a la fuente de tu origen te emocionarías como yo cuando llego aquí; entonces reirías con tu voz cantarina y líquida”. Y el río da una vuelta formando un remolino donde estoy por lavarme la cara, me da su amoroso beso fresco salpicándome. Los dos reímos por el franco reencuentro y por el breve diálogo. Luego, dejándome mojado se va riendo para nunca más volver. En ese momento siento más alegría por poder volver a mi pueblo natal. Sacudiéndome y secándome las frías y limpias gotas prosigo el viaje por el camino que me lleva por los barrios de mi infancia, y sorprendo a mis familiares que me esperaban para las horas vespertinas.

Yaku kallpa atski (luz de la enegía del agua) ya está en proceso de realización. Nuestra agua no sólo saciará la sed de los vegetales, animales y personas; su fuerza generará la energía eléctrica para alumbrar más pueblos, hará funcionar las máquinas y elevará el nivel de vida de nuestra comunidad. Por eso, los quitaracsinos, ansiosos del desarrollo, no se oponen a la modernidad ni a la tecnología si éstas ayudan a mejorar la vida de la comunidad y si saben respetar la cultura local.

Sin embargo, aquí comienza el prudente cuestionamiento: Si la construcción de la Hidroeléctrica de Quitaracsa es el resultado de un decreto del gobierno central, como ha sucedido con las concesiones mineras sin la previa consulta a los pueblos nativos; entonces, habrá problemas posteriores. Y cuando hay problemas, ya todos sabemos por los hechos que se repiten a menudo, las empresas son defendidas por los gendarmes que llegan dispuestos a sembrar el terror con las persecuciones, torturas y disparos de sus armas que no sólo hieren sino que también matan sin que nadie se responsabilice después. ¿Cómo confiar en el poder judicial sabiendo que más de las veces está al servicio de quien paga mejor? Conviene, pues, que la empresa y la comunidad dialoguen con sinceridad hasta llegar a un acuerdo escrito, y este documento debe pasar a las autoridades que sustituyen a las firmantes. Un acuerdo en donde se debe evitar la suspicacia y el engaño. ¿Demasiada ilusión? Y si el documento está redactado en quechua y castellano, mejor. Pero, si ya existiera algún acuerdo, como se sospecha, por la firma secreta de algún dirigente felipillo (referencia a Felipe que sirvió de intéprete a los españoles en la captura del inca Atahualpa) con el representante de la empresa, no debe esconderse el documento porque no es propiedad de los firmantes. Un acuerdo que compromete a la comunidad no debe ser un secreto.

Los aportes de la empresa deben ser obras objetivas y demostrables como el cerco de alambre de la escuela de Quitaracsa, que aún está inconcluso. Con sus máquinas puede ayudar a encauzar el río que en las épocas de lluvia destruye los terrenos de las orillas. Cuando el pueblo se beneficie de la electricidad puede promover un taller del tallado de piedras que abundan en el lugar, ya que los antiguos pobladores fueron excelentes labradores de piedras como se ven en centenares de andenes y cuevas.

Si la empresa ofrece dinero a las autoridades por el espacio que va a ocupar la central hidroeléctrica, será un error porque el dinero corrompe no sólo al ingenuo campesino sino también al listo e instruido citadino. Entonces, el pago será un soborno porque la autoridad de turno que recibe el dinero puede gastárselo en sus necesidades, vicios y vanidades. Los campesinos semianalfabetos y mal asesorados, muchas veces, caen en el error de entregar sus riquezas naturales a cambio de fiesta, aguardiente y coca. Los ministerios que velan por la agricultura, medio ambiente, cultura y problemas indígenas deben participar para que la inversión de la empresa privada sea bien dirigida y entendida y que beneficie a la comunidad. Con diálogos directos y documentos expuestos será mejor el entendimiento de la empresa y la comunidad.

El 23 de diciembre de 1994 la Asamblea General de la ONU estableció el Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo. De 1995 a 2005 fue declarada como la década de la cooperación para solucionar los problems de los pueblos indígenas. La segunda década (2006-2015) está dedicada, teóricamente, a la solución de los problemas de la cultura, salud, derechos humanos, desarrollo económico y respeto del medio ambiente. Y el 9 de agosto es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, fecha en que hay solemnes ceremonias, discursos y promesas. Pero, ¿quiénes son los indígenas? Si la voz indígena (indi-, variante del prefijo in-: de allí; gen-: parir, originar) significa aborigen, nativo; todos somos indígenas. Por ejemplo: Yo soy un indígena peruano (peruanígena), un indígena americano (americanígena), un indígena del planeta Tierra (terrígena). ¿Quiénes no son indígenas?

Como Quitaracsa hay muchos pueblos alejados y olvidados que no gozan de los beneficios de la modernidad del siglo XXI. Tiene dos escuelas de primaria y una de secundaria común aunque nadie se preocupe del nivel de educación de la zona rural. Sin embargo, cuando descubren la riqueza natural en su espacio, ipso facto las autoridades firman entregando esas riquezas a las empresas que desean enriquecerse.


Nota. Comentario final del autor. La foto del puente es una mentira de la empresa. En la trocha a Quitaracsa todavía no hay ningún puente, el carro pasa vadeando el lecho más ancho del riachuelo de Racuay; por eso, cuando llueve, no hay carro que pase. Sobre el río Quitaracsa no hay puente para carro porque la carretera todavía no llega. Mejor ilustracion es el mal llamado Alpamayo (allpa mayu: río terrozo; como si el río fuera nevado. Mis abuelos lo llamaban Shuyturraju: nevado alargado, piramidal).

1 comentario:

  1. Seria bueno saber si hoy, al 26/09/2013, despues de todos los accidentes y problemas que ha acarreado la ejecucion de esta obra, la comunidad y el medioambiente juntos como ecosistema, se encuentran satisfechos.
    Que los vicios citadinos no dañen la riqueza cultural de la zona y de sus inocentes habitantes y que la prepotencia de la tecnologia y del que la usa no dañen la riqueza ecológica de la que hasta hace poco era zona virgen.

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