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martes, 12 de octubre de 2010

RaquelJodorowsky,Homenajeala PiedrA VivA

Jorge Zavaleta Alegre
    En la víspera de la primavera 2010, la noche limeña era fría. Sin embargo en la Sala ZUM se respiraba aire, especialmente cálido, cuando Raquel Jodorowsky, poeta y pintora chilena (Iquique) con más de 50 años viviendo en la capital peruana, autora de más de veinte libros, reveló a la audiencia una singular y bella historia sobre la vida de las piedras, la magia de la internet y el reto de las relaciones humanas, junto con un himno del optimismo y la condena a la indiferencia y al pesimismo, tan frecuente entre los más privilegiados de tiempo y de dinero.
Esa noche, se iniciaba el primer conversatorio entre las poetas de la Generación del 50, como parte un programa de actividades de la renovada Asociación de Amigos de la Biblioteca Nacional del Perú, institución que hace siete años, por sugerencia de la UNESCO, sensibilizó, a través de la prensa, la necesidad de hacer realidad la nueva sede de esta Bibloteca, depositaria del segundo cuerpo impreso más grande de América Latina, después de México.
La presentación de Territorio que explorar y Poemas Escogidos, dos de los recientes obras publicadas por la poeta Raquel, fueron el centro de su relato, empezando por la narración los diez años que significaron producir estas publicaciones que enriquecen la poesía de América Latina.
Raquel Jodorowski, como todo estudiante de cualquier escuela, aprendió que la piedra es materia muerta, materia inerte. Pero esa generalidad se rompe el año 2000 cuando a los desiertos de México llegaron un geólogo sueco y un mexicano, para estudiar las piedras de los arenales. Ambos exploradores armaron su carpa pegados a una roca para la fogata y protegerse de los vientos.
Uno de los geólogos, el sueco de apellido Bobis, portaba un pequeño aparato que consistía en una maderita rectangular con una aguja que marcaba del uno a quince mil.
Ambos exploradores, con esa herramienta, median los huesos y los diferentes tipos de tierra y piedras. Pero su rutina se vio alterada cuando al levantarse el sueco observó que la aguja de la tablita marcaba 15000, presumiendo que algún ser vivo había dormido sobre la piedra, podría tratarse de un zorrito que habría escarbando la fogata donde quedaron algunos restos de alimentos.
La segunda noche y ambos exploradores madrugaron, y de nuevo encontraron que la aguja había corrido al límite, pues decidieron buscar al presunto zorrito, dispuestos a cazarlo, sin éxito. Pues la tercera noche decidieron acostarse más temprano y levantarse a las 5.00 de la madrugada, Y constataron que la aguja sobre la piedra conservaba el mismo lugar y marcaba uno, no existiendo vestigio cercano de algún animal u objeto.
Oh sorpresa cuando empezó el alba, la aguja comenzó a moverse. El sol durante el amanecer tiene tres colores: amarillo, morado, y naranja cuando ya está arriba. En este discurrir la aguja, sola, sobre la roca, llegó a 15 mil. Es decir que la piedra en el alba tiene conciencia, marca del 1 al 15 mil sin que nadie toque ese medidor.
   Los exploradores demostraron que la piedra es sensible al color del amanecer, como un gallo que no tiene reloj pero canta con el alba. Que la naturaleza fluye en esa roca. De ese descubrimiento, los exploradores hicieron un libro de Ciencia, en diferentes ediciones, explicando mediciones de la edad de la roca, además colocando encima de una piedra muchos guijarros, ratificaron que el alba es un marcador de la naturaleza.
Actualmente, el marcador Bovis, es empleado para estudiar otros lugares del mundo, además del desierto de México. Está también en el desierto Malayo, está en África, en unas islas de Oceanía; en cualquier parte del mundo la aguja corre en el alba hasta la última línea.
Raquel Jodorowsky al terminar de escribir su libro Territorio que explorar, pensó como motivo de la carátula la imagen de una piedra. Y lograr ese propósito no le fue nada fácil, y en su larga búsqueda concluyó con una grata sorpresa. En la obra de la escultura Silvia Westphalen encontró las imágenes que esperaba. Ante ese hallazgo, la poeta Jodorowski, pensó que Silvia Westphalen había sentido lo mismo que ella: el grabado de piedra, es la respiración “son las sombras de la respiración de la piedra”.
El encuentro con la escultora tampoco fue inmediato. Ella había viajado al exterior y en ese ínterin, gracias a los correos electrónicos, la escritora incluyó un trozo de un poema que dice: “Solo contemplando la galaxia que se va/Esta piedra puede tender quince mil años/Piedra que capta la respiración del universo/. La escultora entregó a la poeta todas las fotografías de su colección, las que han sido incluidas en el libro.
Aplausos en el auditorio. Raquel Jodorowski, pensó que la portada podría ser otro motivo. Buscó al pintor peruano Carlos Revilla, quien revisando su voluminoso álbum halló el rostro de una mujer con una piedra en la cabeza. “Es un libro hecho también por la magia, ya estaba hecha la piedra”.
 Al igual que Territorio que Explorar, sus Poemas Escogidos son “un viaje al fondo de la mente”, no tanto para ver el mundo del exterior si no el interior de nuestro ser. Y Carlos Revilla, al leer algunos de los poemas, le entregó un óleo de una mujer que en el cerebro tiene un caracol, un círculo, que simboliza el principio de la vida.
Para terminar esa singular noche - el conversatorio sobre la poesía de la Generación del 50, en el que también participaron Elvira Ordoñez (Lima 1934), Ana María García (directora de la mesa), y Richard Cacchione (director de la AABNP) - la audiencia escuchó de los labios de Raquel Jodorowski el siguiente poema:
Qué es para mi hacer un libro/Tentación/Mi poesía puede dormir hasta 20 años/ pero cuando aparece/ rompe la piedra./Es como un huracán que trae a la mente. /Levanta una palabra grave extraída de un sitio/ más hondo que la sangre/una palabra que no mueve la lengua y que castiga con amor de madre.
He aquí una obra como un hijo, hecha la alegría y la lagrima/Hecha de secreta tierra/Aquí mi canto acusador/Saliendo por la quebradura del ser/Abriéndose de brazos para perseguirlo/Y para aquel que no le dieron nada/ Dejo mi corazón/
Raquel Jodorowski confiesa que viene del fondo de la tierra, de adentro de una mina de cobre en el norte de Chile, hija de colonos: de una padre tañedor de balalaika, apaleado en Rusia, minero en Chile, profeta en Israel y de una madre analfabeta, constructora de arados y sembradora de maíz en Argentina.
“Se acerca a mí para dejarme su testimonio. Se llama Raquel Jodorowsky, de oficio poeta, pintora, conversadora con lagartos, arañas y perros bravos. Aprendió a escribir antes de saber escribir. Descubrió los árboles a los once años y al ver al primero lo saludó creyéndolo un señor. Tiene veinte libros escritos, un hijo y un gato. Cree firmemente en el hombre y en el arte. Este es el resultado de ese encuentro. Que, según sus propias palabras, es su pensamiento dirigido al corazón de los jóvenes poetas de Argentina, guardianes de la llama de la poesía”, escribió Carlos Barbarito, desde Buenos Aires, en una entrevista por carta, hace 20 años.
Raquel y algunos de sus libros publicados: Dimensión de los días (1950). Aposento y época (1952). La ciudad inclemente (1954). En la pared de los sueños alguien llama (1957). En sentido inverso (1962). El Ajy Togen (1964). Mi casa abrakadabra (1970). 3 millones de años luz o El diario de una costurera (1972). Caramelo de sal (1977). Revelaciones de Alcindor (1983). Poemas Escogidos (agosto 2010). Territorio por explorar (agosto 2010)
LA GENERACION DE LOS 50

Asociación Amigos de la Biblioteca Nacional
  Los siguientes meses serán los conversatorios de las poetas de las generaciones de los 60, 70 y 80, como parte de un programa de la Asociación Amigos de la Biblioteca Nacional del Perú, AABNP.
El homenaje inaugural incluyó a catorce poetisas: Amparo Baluarte (Moquegua 1920 -Lima 1992) compositora de unas 400 canciones. Cecilia Bustamente (Lima 1932- Austin, Texas 2006). Rosa Cerna Guardia (Huaraz 1926), educadora, vive en Barranco y escribe literatura infantil. Julia Ferrer (Lima 1925 - Lima 1995) conocida con el seudónimo de Julia María de Solar.
Nelly Fonseca Recavarren (La Libertad 1922 - Lima 1963), hasta 1955 usó el seudónimo Carlos Alberto Fonseca y comenzó a escribir desde los doce años.
Lucía Fox (Lima 1928), vive en East Lansing, Michigan, nació como Lucía Alicia Úngaro Zevallos y ha publicado libros de poesía y de estudios literarios como docente universitaria. Sus obras publicados en los EEUU son en español, en inglés y bilingües.
Carmen Guizado Hol (Barranco 1933), escribió Arcilla, poemario publicado por la Editorial La Rama Florida, que dirigió el poeta Javier Sologuren, es una de las fundadoras del grupo Anillo de Moebius.
Sarina Helfgott (Chiclayo 1928), vive en Miraflores, publicó varios libros de poesía y obras teatrales. Su primer poemario La luz pródiga (1956). Matilde Indacochea (Huancayo 1928 - Lima 2006) se dedicó a la literatura infantil y a la labor educadora.
Elvira Ordoñez (Lima 1934), vive en San Isidro. Lola Thorne (Lima 1930 - Lima 1990). Blanca Varela (Lima 1926 – Lima 12 marzo 2009), es considera como la más prolífica e importante de las poetas, tiene libros traducidos al francés.
Yolanda Rodríguez de Westphalen (Cajamarca 1925), reside en Miraflores, ha publicado diez libros de poesía entre 1964 y 2008, algunos de los cuales son traducciones al francés. Gloria Clausen (Ancash 1920-1985), madre del destacado poeta Rodolfo Hinostroza, publicó solamente un libro.

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