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martes, 20 de diciembre de 2022

¿Existe una Navidad "moderna"?

 


No sin "Noche de Paz"

¿Cómo son clásicas Navidades en Alemania? Lo hemos preguntado y aquí puede averiguar en qué consiste

Fiesta de Navidad en familia. Shutterstock

La Navidad es la fiesta familiar más importante de Alemania. Los cristianos celebran el nacimiento de Jesús, pero la fiesta se celebra ahora en muchas familias para las que el motivo religioso ya no es lo principal. Constanze Kleis escribió el libro "Gebrauchsanweisung für Weihnachten" (Manual de instrucciones para Navidad). Le preguntamos qué debe formar parte de una celebración Navideña.

¿Qué equipamiento se necesita para una fiesta de Navidad?

Oficialmente: un abeto como árbol de Navidad, velas o guirnaldas luminosas y adornos navideños, un pesebre, un cierto repertorio de villancicos. Buena comida, productos horneados como "christstollen", un típico pan dulce, y "vanillekipferln", o medias lunas de vainilla. Suficiente generosidad para los regalos, también para el cartero, el conserje y los invitados, quienes no tienen por qué ser necesariamente parientes consanguíneos.

¿Qué productos de repostería son típicos de Navidad?

"Plätzchen" o "galletas dulces de forma plana", según el significado original de la palabra - ocupan el primer puesto indiscutible entre los dulces navideños. Hoy en día, se dice que hay 13.824 tipos diferentes de plätzchen, incluidos los clásicos sabores a vainilla, canela, chocolate, limón, naranja, café, ron, avellana, almendra, nuez, jengibre, cardamomo, miel y las clásicas formas de media luna, rosca, bola, tálero, corazón y ortoedro. Los rellenos son principalmente de chocolate, vainilla, mermelada o mazapán.

¿Cómo transcurre tradicionalmente la Nochebuena, el 24 de diciembre?

Básicamente, tal y como lo describió el Premio Nobel de Literatura Thomas Mann en 1901 en la novela "Los Buddenbrooks": primero todos cantan villancicos, después se entregan regalos bajo un magnífico abeto, "decorado con oropel de plata (...) hay regalos por todas partes". A continuación, se sirven en abundancia comidas y bebidas. En la práctica, hace tiempo que las fiestas dejaron de circunscribirse a un corsé tan rígido. La Navidad puede ser una mezcla de rituales suficiente como para sentirse a gusto y en casa.

¿Cuáles son los platos clásicos de Navidad?

Según las encuestas, la ensalada de patatas con salchichas sigue ocupando el primer puesto de los platos favoritos en Nochebuena. Le siguen de cerca la fondue y la raclette. Según una encuesta, las mujeres en particular invierten una media de 288 horas en preparar el banquete de Nochebuena. Los tradicionalistas sirven a la familia un ganso con bolas de papas y col lombarda el día de Navidad.

¿Qué canciones se cantan?

La Oficina de Villancicos de Graz, en Austria, conserva en sus archivos unos 12.000 títulos relevantes. Los villancicos son algo así como la clave general del espíritu Navideño. El 90% de los alemanes no puede prescindir de ellos. Sin duda, el villancico más famoso del mundo es "Noche de Paz". Se cantó por primera vez en Austria en 1818 y hasta hoy se ha traducido a más de 300 lenguas y dialectos.

¿Existe una Navidad "moderna"?

Yo diría que la Navidad moderna se caracteriza por una agradable relajación de las costumbres. ¿Abeto como árbol de Navidad? Quizá no sea tan sensato desde el punto de vista ecológico. ¿Ganso asado? Quizás demasiado brutal para vegetarianos. Pero, en cambio, se retoman las ideas básicas de la fiesta, como que es bueno que la familia se reúna una vez al año para cenar juntos. Pasar tiempo juntos. Hacer feliz al otro con regalos - también en forma de cercanía y protección - y señalarlo con objetos materiales: he pensado en ti y en tus deseos.

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Ella, Navidad y Tiempos Venideros porJorge Zavaleta Balarezo

 

   La Plaza principal de Trujillo, ciudad fundada en 1535 por Diego de Almagro

https://letralia.com/imagenes/marca.gif Jorge Zavaleta Balarezo

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Ella solo quería vivir la vida. Así, simplemente. Así de simple. Y así me lo hizo saber, desde el principio. No, no se trataba de poner condiciones, nada de eso, ella no era de esas chicas que se hacían de rogar, ella iba por la autopista de la vida, directa, a toda velocidad, sin pedirle nada a nadie. Ella, siempre ella.

Cuando la conocí, bailaba en una discoteca, de noche. Se confundía con otras decenas de bailarines y bailarinas. Yo aferraba mis dedos al vaso de Coca Cola, un absoluto extraño bebiendo una gaseosa en el bar. A ella la divisé de lejos. De pronto un intercambio de luces y ella apareció, justo al fondo del escenario. Llevaba una camiseta sin mangas, recuerdo que vi sus brazos largos y blancos, la mitad del rostro efervescente, la otra mitad aún la ocultaban las sombras de la fiesta. Pude haber dicho y hecho muchas cosas esa noche. Sucedió hace unos dos años. Yo estudiaba un doctorado en una universidad norteamericana. Era el tiempo preciso para ponerme a pensar que lo mejor era mandar todo al diablo y volverme a mi incomprensible país. Pero no lo hice.

Pasaba horas enteras en la biblioteca, era mi segundo hogar. Sustituía mis propias fantasías con la precisa visión de las chicas rubias, castañas y pelirrojas de cabello largo, mallas elásticas y piernas que siempre serían un ensueño. Las buscaba con la mirada, las encontraba. Algunas, a veces, me sonreían. Entonces sentía estar en el séptimo cielo. Me tenía que despertar en algún momento, volver a mi mundo, a trabajar, a preparar la clase que dictaría al día siguiente. Yo, el previsible, me había convertido en la persona más descuidada. Me iba a descansar en un sofá, en el café de la biblioteca, tomaba asiento frente a una chica divina cuyo rostro grácil y juvenil encendía mi pasión igual que la de un adolescente. Lo cierto es que la adolescente era ella, cruzando las piernas, meditando, la cabeza metida en su libro, atenta a sus apuntes. De pronto me miraba. Una sonrisa. O dos. Ya tenía mi función de cine nocturna adelantada. Así era yo. Dejarse llevar, como un barco que cruza el océano, a algún lugar vas a llegar. Vas a ver.

Entonces, me dormía. Creo que estaba sonando porque sentí que alguien me golpeaba en el hombro. Vi a otra chica, igual de celestial, otra vez el cuidado y largo cabello, las panties de una vampiresa posmoderna. La miré. Todo sonrisas, ella. Disculpa, le dije. Se alejó, dejándome el encanto de su coquetería. Tenía que concentrarme en mi trabajo de profesor entonces. Pero prefería ver películas. Saqué cinco de la biblioteca. Iba a ser un festival ese fin de semana. Antonioni, Bergman, Tarkovsky. No habría principio ni fin, sólo los DVD que yo insertaría en mi computadora. Ah, el magnetismo del cine, vieja compañía, viejo amigo desde hace tantos años. El único amigo, el único que no me abandonó. No me importaba el mundo. Podía saciarme mirando películas una y otra vez. Y volver a empezar. Ah, y la clase, ya casi terminaba el plan. Les hablaría de Cortázar a mis estudiantes. No sería fácil. Nada es fácil en esta vida. Yo lo sé más que nadie.

Sentía la necesidad de irme, a ratos. La universidad me gustaba pero los fines de semana eran un aislamiento sin salida. De eso quería escaparme. Pero quería terminar el doctorado también. Uno tiene que elegir, yo lo hice. Me comí las uñas y soné mi nariz. Enjugué mis lágrimas. Tal vez no era para tanto. Iría al bar, a la discoteca, conocería a una chica, nos miraríamos. Ella sería una intelectual descocada, una heroína de Hollywood que quería encontrar su propio mundo de Oz. Yo estaría a su alcance. Nos entrelazaríamos locamente, sin ninguna dificultad. Yo sentiría el agua que caería de la ducha, a chorros, mojando su cuerpo y el mío. Su piel sería mi mejor presente. La tomaría por la cintura. Ella me brindaría su espalda. La jabonaría. Ella reiría, me regalaría su sonrisa, su encanto. Volveríamos a la cama. Besaría su frente. Sus ojos luminosos y deliciosos. Ella acomodaría sus piernas entre las mías. Su piel era un regalo. Podía sentir el silencio de la noche, ver la habitación oscura, sentirla a ella sobre mí, inventando sonrisas, postergando todas mis tristezas. La sentía dentro de mí. Y esto debería haber durado para siempre. Una eternidad. Un sueño. Un arcoíris. Podría inventarle un nombre, Ann, Anne, Annie, Amber, Alaina, Angel, Alana... Me acabaría el abecedario. Y volver a empezar...

Tuve que ir temprano a mi salón de clases. Sólo dos alumnos estaban realmente interesados en Cortázar. El resto eran convidados de piedra. Desperdicié mi tiempo. Pero era parte del asunto. Un juego. Eso, el doctorado es un juego. Alguna vez lo vas a ganar, lo vas a tener, va a ser tuyo, vas a romper tu diploma en mil pedazos y vas a gritar que amas la vida. Escribí dos palabras en la pizarra y les deseé buen fin de semana a mis alumnos. Kaitlin se acercó con una pregunta. Ah, linda Kaitlin, cómo olvidar tus ojos virtuosos, la sonrisa que me obsequiabas mientras escuchabas mis explicaciones. “Gracias, Jorge”, me dijiste al final. Yo miraba cómo tus piernas se alejaban, casi deslizándose, hacia la puerta. Guardé el computador y dejé el salón. Quedaban muchas clases aún. No era fácil, pero yo tenía mi filosofía.

Entonces vi a la chica en la discoteca. Absolutamente quimérica y, sin embargo, en un descanso del baile, tropezamos. Así es el amor. Me miró. Los ojos eran dos ventanas incandescentes. Me preguntó por qué bebía Coca Cola. Me sonreí. Calculé lo que podría pasar esa noche, si toda la suerte del mundo me acompañaba. Su inglés era el más correcto que he escuchado en mucho tiempo. Comenzó a fumar un cigarrillo. Tú enseñas en Pitt, me dijo. Asentí. ¿Español? Sí, confirmé. Me miró, quería que bailáramos. Qué podía hacer. Pronto estuve moviéndome en la pista, escuchando mis nostálgicas tonadas de los 80. Me abrazó. Sentí emoción y angustia, mezcladas, por un momento. La próxima vez la guiaría, no le quitaría la mirada, la poseería con la mía.

El show siguió y yo era incansable. Pero ella aun más. Llegó la hora de la despedida. Claro, vendría el próximo viernes. Y el sábado. Me estrechó la mano. Me dijo hasta luego en español. Crucé la pista, la estación de gas, una calle y llegué a mi buhardilla. Una vez en mi cama traté de analizar la situación. Me ganó el sueño, la noche unánime de la que habla Borges. Volvería a la discoteca la próxima semana. Y sería un doctor en un par de años. Vale la pena soñar. ¿Qué ocurriría, realmente? Imaginé su espalda tersa y desnuda, la camiseta sin mangas que caía al suelo. La sentí meterse junto a mí en la cama.

En el aeropuerto, sentí mi propia discreción. Llegó el tren y me llevó a la puerta 47. Dejaba Pittsburgh. Por un par de meses. Lima no era el mejor de los mundos pero, mal que bien, allí había crecido y me había interesado por la literatura, mi alma gemela. El vuelo fue cansino, lento. Mis padres me esperaron con los brazos abiertos. Comí arroz con pato y bebí Inca Kola la primera noche. Dormí como un cerdo, arrullado por mi infinita colección de CD. Quise hacer planes, intentar salidas, pero me di cuenta de que no conocía a nadie. Ya había pasado mucho tiempo. Caminé todo Larco, Comandante Espinar, Pardo, la Arequipa. Era invierno y Lima se volvía una mancha negra, ni siquiera gris. Decidí encerrarme en mi habitación. A veces no salía en tres días. Mejor para mí.

De nuevo, las despedidas. A abrazarse con los padres y partir para Pittsburgh. Coincidió que era sábado cuando llegué. Fui al bar, la discoteca. La esperé a ella. Llegó, me saludó. Sonreímos. Bailamos. Me llevó en su auto en plena madrugada. Ya no había historias que inventar. Efectivamente, su camiseta sin mangas cayó de la cama. Sus pechos eran fantásticos. Acaricié sus hombros, recorrí sus piernas, sus muslos. Besé su sexo. Fui feliz. Despertamos. Me invitó café. Le dije que la quería toda la vida, junto a mí. Que sería Doctor en Literatura Latinoamericana. Un Ph.D. Lo voy a pensar, me dijo. ¿Quieres estar conmigo?, le pregunté. Quizá, me dijo. Se rió y se tapó la cara con la mitad de su cabellera larga.

Pasamos el fin de semana juntos. Luego volvieron las clases y la rutina. No me soportaba a mí mismo, nunca, jamás. Intenté ver más películas, todavía más. Comencé a escribir mi tesis. A veces simplemente odiaba este trabajo. La quería a ella, a la chica de la disco, pero no siempre nos encontrábamos. Para ser francos, era demasiado joven para mí. Compartir una cama una noche con un hombre venido del Sur Global no era, necesariamente, todo para ella. Pero, igual, repetimos los actos sexuales y amatorios y ella comenzó a aceptarme. También escribía, como yo. A veces. También era obsesiva. Tenía un tatuaje en el muslo izquierdo. Un dragón pequeño, echando fuego.



Voy a terminar aquí esta historia. Es tarde y mañana tengo que programar la defensa de mi tesis doctoral. Sí, seré un Ph.D. en un mes. Rápido pasa el tiempo. Será mi regalo de Navidad, de Año Nuevo, el esfuerzo y el sacrificio riéndose complaciente y socarronamente frente al espejo. Aún tengo el teléfono de ella. La dejé de ver, hace un tiempo. Fue un mutis de común acuerdo. Quizá la llame para Navidad. No sé, no puedo saber, si volverán esos tiempos gloriosos en su apartamento, en su habitación, en su lecho, o sólo sentir que conduce por la autopista, hablándome de rato en rato, demostrando que es feliz y se siente contenta, plácida, junto a mí, a su lado. Vamos a descubrir si aún podemos encender esa magia. Forever.

                               

     Lienzo  de July Balarezo  Historiadora y Taller Teresa Mestres Miraflores Barcelona. 

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MEDITACIONES EN NAVIDAD por Isaias Zavaleta Figueroa

Isaías Zavaleta Figueroa

Perú-Caraz, 16 Febrero 1917- Trujillo, Enero 2016

Tosía sin cesar, con esa tos  que trata de arrancar aún las propias vísceras; tos seca que golpea tenazmente los pulmones; tos que sonaba en toda amplitud de la mísea alcoba...tosía Pancho Prieto el trabajador de las minas de carbón del señor Julían Méndez.

Cuando me acerqué a su puerta vi que solo una mujer escuálida  y andrajosa le sujetaba  la cabeza.  Cada vez que el terrible acceso  de los tos, desgarraba  el cuerpo  endeble y moribundo de Pancho.

Al verse, éste se cubrió el rostro con el poncho negro y sucio que tenía, y su  voz gangoza dijo a su mujer: Cierra la  puerta María, no quiero que nadie se enter de mi  desgracia,  quiero  morir, morir solo que nadie se entere de mi  desgracia, solo como fui en el mundo sin la protección de nadie.

María se levantó justamente, y por más que quiso   convencer a que  yo  quería hablar sobre el estado de la  salud de  su marido, ella me cerró la puerta con violencia. Comprendí  entonces que aquella pareja no  solamente tenía vergüenza de su desgracia sino que protestaba con odio la presencia  de  cualquier  hombre.

- Pero   ¿que tonterías cometí al  quererme inmiscuirme en la  tragedia de este tísico?, dije para mis  adentros al sufrir aquel desaire?, dije para mis adentros al  sufrir aquel desaire... Y mientras mil preguntas y  respuestas  e imprecaciones me hacía junto  a aquella puerta, una augusta  voz emergió  de lo  recóndito de mi mundo interior, cuyos términos  los puedo  resumir: El hombre que ve sufrir a otro y no lo auxilia es un verdugo más que esgrime  el dardo  de la indolencia sobre la humanidad desdichada.

Este  grito de mi conciencia me liberó de mi perturbación en la que me hallaba y haciendo un esfuerzo supremo  para liberarme de mis pesadillas  egoístas empujé la puerta y penetré con energía al interior de  aquel  cuartucho infestado de  los  basilos de Koch.

¡Miserable!, abusivo, ¿qué  deseas aquí?, ¿Quieres  tu también a  mi esposo para  que trabaje en  tus minas  como  ha hecho don Julián?, añadía   María.

- Señora, no vengo  a llevar  a  Pancho, vengo a saber  cómo se siente, deseo contribuir  en su curación, déjeme contribuir en su curación, déjeme contribuir, déjeme hablar, tengo mucha pena que su mal prospere  pudiendo ser  curado a  tiempo, no  vengo  con odios ni  con burlas, quiero  compartir con  ustedes  lo  que la justicia y el derecho  demandan  para todos los  seres  humanos sin distinción  de clases. Así  respondí a María. 

Al escuchar la suavidad de mi voz y la  benignidad de mis expresiones modificó su actitud defensiva para cederme asiento, sobre adobes rotos, que  constituían los únicos muebles  de la habitación.

- Panchito Prieto, descubro querido  hermano. Vengo con la única finalidad de ayudarte; deseo que  seas  feliz como otros  hombres, llevarte a un lugar donde puedas recuperar tu salud. Sin quitar el sombrero que cubría la cabeza le contesté suavemente.

¡Qué diablos quiere aquel hombre!.  Tal  como don  Julián  hace hace dos años  con la persona que yacía  grave con una terrible pulmonía le llevó  a un hospital  y corrió  con todos los gastos de mi  curación, y  cuando salí presentó la enorme deuda que yo  tenía por  el  servicio.

Entonces para pagar  aquella suma tuvo que tenerme encerrado  dia y noche, sin máscara que me  protegiera. y saqué  tonelada tras tonelada de material  negro,  junto  con otros  deudores  como  yo. Muchas noches las  pasé  tomando  solo  agua y  cancha (maiz tostado). Así pagué  toda  mi  cuenta. Pero nunca  me liberó del trabajo siempre tuve que  sacar fuerzas  hasta que un día me dijo vete  de aquí: "Por ocioso y flojo vete de aquí, para  nada sirves ni para pagar tu  cuenta".

Todos ustedes los encorbatados leídos, los que  visten  de casimir,   que tienen plata no sienten compasión  por los  pobres: solo quieren matarnos en trabajos  forzados para que vivan ustedes holgadamente.

Le  contesté  que un caso particular que le  ha  sucedido con el  señor Julián haces extensivo a todos los hombres que somos malos y enemigos  de los  pobres.

Yo soy un joven que  he sufrido como tú las prisiones en el  noble propósito de   estudiar más,  de tal manera que mi presencia no obedece a un sentimiento experimentado  en carne  mia que se  identifica con  el  tuya.

¡Me permites un instante para abordar  tu problema!. Porque  tus  hermanos del  sufrimiento te necesitan para  luchar en  la conquista de nuestros sagrados  derechos  humanos, que hoy por hoy son el privilegio  de unos cuantos individuos  dueños  de nuestra riqueza ingente.

- Le digo a Ud señor que no necesito de nadie en estos instantes porque  estoy  resuelto  a  morir antes que soportar  por más  tiempo el hambre y la miseria en esta injusta sociedad donde todos como ustedes quieran vivir del  sudor  ajeno. ¿Dígame, es cierto o no que los minerales que se llevan los  extranjeros es el producto  extraído  por las manos  de nosotros los indios? ¿No  es cierto que los manjares  que se pierden en las mesas  de  ustedes es el fruto inagotable  del sudor  de los  campesinos,  que  nunca aprovecharon  el producto  de su propio  trabajo?.....

El pretexto  de luchar en bien del indio  ustedes buscan  más  de  nuestras  energías  para  servirse finalmente con  el  objeto de  trabajar  menos o   nada pero  gozan  de la  vida hasta la saciedad. Para  continuar viviendo así, soportando toda  clase de abusos y explotaciones, mejor  que  los  gusanos aprovechen de mis  carnes, y mis  huesos se conviertan en polvo,   para  que  recorran con el  viento por  el  mundo azotando la   cara sanguinaria  de  todos los injustos de la  tierra, de todos  aquellos  que  hacen llorar a mis madres, esposas, hijos y mujeres desheredadas de la  suerte.

- En forma muy equivocada te expresas Pancho. Todos  no somos así.  Si bien es cierto que muchos hombres se  sirvieron del  sudor  ajeno para  gozar en esta vida, también hay hombres que  dan su vida entera en bien de los  demás.

- Pero esos  beneficios jamás  he  recibido de nadie pese  a que  he recorrido  mucho.

- La mala  suerte te ha acompañado para que  no hayas podido apreciar las  bondades  de algunos. Por lo que a mi me toca, conozco a hombres  que  vienen enseñándome  en la Universidad donde estoy estudiando, la Facultad  de Derecho, que son algunos  de entera confianza  y  que  pregonan la  justicia  a todo  costo.

Lástima que  todo  estudiante  tiene  ese sentimiento en teoría, pero tan luego se recibe en la Universidad se olvida de  aquellas  enseñanzas, y en lugar de  defender la  razón  defiende la "sin razón". Te dgo asimismo porque el pobre, el cholo,  no tiene justicia alguna en ninguna parte porque   no tiene recursos  para pagar la  defensa.

Antes  que  continuara  hablando, un aterrador acceso  de tos  ahogó   su  voz y sucesivas  bocanadas de sangre comenzó a arrojar...ya  no  pudo  hablar más,  pues a pocas  horas   con el  espíritu contrito hice los  trámites necesarios,  junto con María,  para guardar  los  restos  en el cementerio.....

Conseguí  que  cuatro obreros ancianos cargaran el cuerpo  rígido de mi personaje. La  esposa, yo y  un perrito fuimos los únicos acompañantes,  mientras una lúgubre nota  de compasión lanzaba aquel  fiel  amigo de la  casa cuando íbamos  en pos  del Campo  Santo.



María puso en la  cabecera  de Pancho un ramo  de  flores de  retama, y  después  de llorar  profundamente dijo  adiós a los  restos  de su amado  y musitó "gracias  señor por todo lo  que  ha  hecho, que  vuestra acción  me da  confianza en que  hay hombres  que  pueden extendernos la mano sin permitir que caigamos en las manos  de la  minería y de la injusticia.

--El autor, nació el 16 de Febrero de 1917 en Caraz, en el Callejón de Huaylas, Ancash, un valle de clima templado, a 400 kms. al Nor Este de Lima, protegido por dos cadenas de montañas - Blanca y Negra-, lagunas, lagunillas, manantiales, aguas termales y riachuelos que alimentan el Santa, uno de los pocos ríos de cauce regular, que desemboca al Pacifico, y que durante las cuatro estaciones del año mantiene una variada agricultura, incluyendo diversidad de flores, frutas, alimentos de panllevar. La elaboración de los refrescos y los helados con el hielo de las faldas del Huandoy y el Huascarán, se truncó con el terremoto del 70.