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jueves, 9 de enero de 2020

EL DIARIO16 EN EL 2020. Breve Historia del twerk








Alejandro Jiménez   Cid, Madrid, Músico y Ensayista
9 ene. a las 12:40

Creyéndose los últimos guardianes de los valores culturales de la Vieja Europa, Theodor W. Adorno y sus amigos de la Escuela de Frankfurt abominaban del jazz, el rock y todos los estilos de música moderna de raíz afroamericana. Adorno no podía reprimir un mohín de repelús al hablar de los ritmos repetitivos y sincopados del jazz, “barbarie preartística” que representaba para él la antítesis de la gran tradición germánica de música culta. A Harry Haller, el misántropo melómano que protagoniza El lobo estepario de Hesse, le pasaba tres cuartos de lo mismo: la proliferación del jazz en las ondas y en los garitos es interpretada como un cáncer que está minando el legado espiritual de Occidente. Si queréis saber mi opinión, me da en la nariz que lo que tanto repugnaba de las nuevas formas de música popular a estas mentes conservadoras (Haller y Adorno, Adorno y Haller) era que, más que al espíritu, los ritmos afroamericanos hablan directamente al cuerpo. Esa fisicidad radical les resultaba odiosa a los apasionados de la música “seria”, ascetas que trataban de mantener sus almas puras, en sintonía con la armonía de las esferas y demás zarandajas platónicas.

En efecto, el jazz tiene sus orígenes en la carnalidad. La propia palabra jazz tiene una etimología muy discutida; parece que tiene algo que ver, al igual que el término funk, con los fluidos que destila el cuerpo en pleno trajín sexual. No podía ser menos teniendo en cuenta que el jazz se gestó en Storyville, el barrio de putas de Nueva Orleans. Si allá por el cambio de siglo la ciudad del delta del Mississippi era ya de por sí un bullente crisol de culturas, imaginaos cómo serían sus lupanares. El primer jazz, nacido allí entre gálico y navajazos, era música de baile en su quintaesencia. Popularizado en los locos años veinte, fue el causante a escala internacional de que los bailes se hicieran más provocadores y las faldas más cortas. Los moralistas no dudaban en culpar al mismísimo Satanás de esta revolución, mientras que nuestro amigo Adorno veía en los sincopados movimientos del shimmy y del foxtrot “rasgos convulsivos que recuerdan al corea o a los reflejos de animales mutilados”. Pero pasaron los años y ocurrió algo que Adorno habría visto complacido como una maquiavélica forma de justicia poética: el jazz empezó a recibir subvenciones del gobierno, a enseñarse en las universidades y, finalmente, a convertirse en música highbrow que se escucha sentado. Desalojado de las pistas de baile, el jazz pasó el testigo a otros géneros nacidos del tronco común afroamericano: rock’n’roll, rhythm’n’blues… y luego el funk, el disco y las nuevas etiquetas de la era electrónica: hip hop, house, breakbeat, drum’n’bass… Estilos dispares con un objetivo común: que movamos el culo.

Y de mover el culo va la cosa. Ya lo decía, con un feliz eufemismo, el título de un tema clásico de rock’n’roll: Shake Your Moneymaker. Elmore James lo grabó en 1961; y, por supuesto, lo grabó en Nueva Orleans, la ciudad del mestizaje y de los culos basculantes. Es precisamente en las calles de Nueva Orleans donde, tres décadas más tarde, nace el bounce, un subgénero local de hip hop descaradamente orientado a la pista de baile. Uno de los pasos estrella del bounce es el conocido en el slang local como twerk, palabra que es mezcla de work, twist y jerk; su uso está registrado por primera vez en un doce pulgadas de DJ Jubilee de 1993. La mujer que quiera entregarse a un frenesí de twerking tendrá que agacharse, sacar culo y agitar las caderas arriba y abajo, haciendo rebotar las nalgas a gran velocidad. El twerk es una celebración de los glúteos femeninos en movimiento. Su nada disimulada función es la de calentar y provocar a la concurrencia, o lo que llamamos en inglés tease (como en strip tease). No en vano el twerk está relacionado con los movimientos de lap dance con los que las strippers de barra americana obsequian por turno a sus babeantes clientes.



Miley Cyrus desencadenada. Fotograma del vídeo de la canción We Can’t Stop (2013).
El twerk, sin embargo, devino fenómeno viral por culpa de Miley Cyrus. Desesperada por deshacerse del sambenito de niña Disney que lastraba su carrera musical, esta rapazuela de Nashville (ahijada de Dolly Parton, no os digo más) quiso dar la campanada con el lanzamiento de su disco Bangerz (2013), y lo hizo con un cambio drástico de su imagen y de su actitud: luciendo tatus, fumando hierba y ofreciendo un despliegue de obscenidad sin precedentes. “I can finally be the bad bitch I really am”, declaraba frente a las cámaras. En el videoclip de su single Wrecking Ball veíamos cómo una recién metamorfoseada Miley Cyrus, armada de maza de obra, hacía añicos la crisálida de Hannah Montana. En un delirio de narcisismo, con Bangerz la postadolescente rezumante de Chanel aspiraba a convertirse en el icono sexual supremo de la generación youtube: la Madonna del siglo XXI. Sin embargo, sus intentos generaron en el público más vergüenza ajena que testosterona.

Como parte de su plan maestro, la dulce Miley buscó la forma de levantar polvareda mediática explotando reclamos sexuales atípicos y novedosos; era difícil, empero, encontrar recursos poco trillados en el mercado: a la sazón las sexualidades no normativas, fuente inagotable de morbo y ventas, estaban ya copadas en el escaparate global por la talentosa barbadense Rihanna y sus apologías del rollo bollo y del BDSM (I like it like it, c’mon, que decía el estribillo). La bombilla se le encendió a nuestra refugiada de la factoría Disney durante una estancia en Nueva Orleans; allí descubrió de primera mano el twerk y decidió apropiárselo para sus propios fines megalomaníacos. En videoclips, conciertos y todo tipo de apariciones públicas, la cantante se empleó a fondo en usar y abusar de sus dudosas habilidades de twerking (no seré yo quien niegue que Cyrus tiene una voz estupenda y unas dotes de entertainer fuera de lo común, pero la pobre es un saco de huesos y para hacer twerk en condiciones hay que mover carne en abundancia). De esta manera, y como lleva más de un siglo sucediendo en los USA, las comunidades afroamericanas desarrollan formas viscerales y auténticas de cultura popular para que luego algún blanco avispado de la industria musical se las descubra al gran público, llevándose toda la fama y dinero a mantas.

Hoy el twerk es cultura de masas. A través de la MTV, oráculo de las tendencias urbanas, el otrora baile endémico de los guetos de Nueva Orleans ha colonizado la libido global a golpes de nalga. Pero, rascando un poco más, ¿de dónde viene realmente el twerk? Como ocurre con tantos otros ritmos, pasos y melismas de la música negra estadounidense, sus verdaderas raíces están en África. En una impactante secuencia del documental Rize (2005), David LaChapelle ilustraba el asombroso parentesco entre ciertas danzas ancestrales del África subsahariana y nuevas formas de baile urbano (clowning y krumping) surgidas en los noventa entre los afroamericanos de la inner city de Los Angeles. Exactamente lo mismo ocurre con el twerk, primo lejano de una amplia familia de danzas africanas cuya tradición aún sigue viva, pese a que el celo de los ulemas las mantiene en muchos países en la semiclandestinidad. El mapouka de Costa de Marfil, el leumbeul de Senegal, el baikoko de Tanzania, el niiko de los bantúes de Somalia: son bailes por y para el culo, canalizadores de una energía primigenia que apela sin ambages a nuestro apetito sexual. Nos recuerdan que toda danza proviene, en el fondo, de los ritos de cortejo. Y he aquí que algo tan santo y tan bello ha sido banalizado en los tiempos que corren, convertido en vacuo trending topic y destinado a vídeos de petardas solipsistas (véase más arriba) y a anuncios de ropa. ¡Claro que sí, guapi!
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Nueva America con ciudades intermedias.Trujilo en Peru, Tandil en Buenos Aires...



http://tandilnews.com/la-nueva-america-y-sus-ciudades-intermedias/
Tandil news. Bs As. Argentina
https://www.elmercuriodigital.net/2020/01/la-nueva-america-y-sus-ciudades.html
El Mercurio Digital, Madrid

Jorge  Zavaleta Alegre
Corresponsal  en EEUU
Las ciudades con poblaciones entre 100.000 y un millón de habitantes pueden lograr que las economías latinoamericanas sean más productivas y competitivas.

“En América Latina, lo maravilloso se encuentra en la vuelta de cada esquina, en el desorden, en lo pintoresco de nuestras ciudades... En nuestra naturaleza... Y también en nuestra historia”, escribió Alejo Carpentier (Lausana, Suiza, 1904 - París, 1980) escritor cubano con el que culmina la madurez de la narrativa insular del siglo XX con su obra: El siglo de las luces.

En esas urbes viven el 32% de los latinoamericanos, concentrando hasta el 17% del Producto Bruto Interno, precisa la Corporación Andina de Fomento-CAF.

Un mundo nuevo con ciudades que han pasado relativamente desapercibidas en los planes de desarrollo de los países de la región.  Están llamadas a contribuir significativamente a cerrar las brechas entre zonas rurales y urbanas y, con ello, a brindar más prosperidad a los ciudadanos.

“Las ciudades intermedias latinoamericanas presentan cierto rezago en comparación a otras regiones más avanzadas. Para recortar las brechas, es imprescindible impulsar la equidad e interacción con el campo, planificar el crecimiento ordenado de los territorios, anticipar los efectos del cambio climático y la lograr una mayor participación ciudadana en las decisiones políticas y sociales”, explica Soraya Azán, experta en desarrollo urbano.

Organismos multilaterales como el BID, BM,  CAF, y la Unión Europea, están apoyando iniciativas en ciudades intermedias de América Latina en áreas como desarrollo urbano, educación, transporte, ambiente y cambio climático. Los esfuerzos se concentran en impulsar el emprendimiento e innovación, el fortalecimiento de su gobernanza e institucionalidad, y el apoyo al desarrollo de intervenciones integrales.

Algunos ejemplos:

Colombia: Montería, Valledupar, Pasto y Pereira se desarrollaron planes maestros de movilidad activa y espacio público.

Perú: Piura. El Plan Maestro de Movilidad Urbana Sostenible, desarrollado durante 2018 y aprobado por Ordenanza Municipal, identificó necesidades de inversión de unos USD 2.000 millones para más de una década, con proyectos integrales bajo los criterios de “calles completas"

Perú: Trujillo. En 2018 se realizó el estudio de pre-inversión para un corredor de transporte masivo, para una integración urbana “fachada a fachada” en el centro de la ciudad. El objetivo es regenerar y potenciar el centro histórico de la ciudad, una de las más importantes urbes coloniales, fundada en 1532 por Diego de Almagro, en  homenaje a la tierra del conquistador Francisco Pizarro.

Argentina: Rosario.  Con un poco más de 1 millón de habitantes es la tercera ciudad más grande de Argentina, Rosario ya está experimentado las pérdidas económicas de tiempo y recursos que trae consigo la congestión vehicular.  Rosario se integró al grupo de ciudades que participan en el programa de Logística Urbana Sostenible.

Brasil: Jaraguá do Sul, en el Estado de Santa Catarina. Con 170 mil habitantes de origen alemán en su mayoría  y una economía basada en la industria, el municipio quiere profundizar su desarrollo y renovación urbana mediante el desarrollo en paralelo del centro de la ciudad y otras nuevas centralidades.

Arquitectos  de prestigio indican que este tipo de ciudades intermedias se convierten en lecciones en el difícil camino de encontrar soluciones prácticas e innovadoras. Debe multiplicarse  el  esfuerzo  para crear y fortalecer la relación campo - ciudad  que cada día  es más  distante porque no hay ciudadesintermedias.

Hablemos  de Lima con sus  11  de los  33 millones de habitantes  se ha convertido a la capital nacional en un gigante que rechaza  al nuevo migrante.  Los que llegaron  en  décadas pasadas se olvidan del camino que siguieron.  Este  cisma va provocando  la  quiebra del  sentimiento  de país, de sociedad integrada. La diáspora fomenta fraccionamiento radical entre los que  lideran la economía de exportación minero-agropecuaria asociada a multinacionales.

Emilie Dore,  de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, afirma que la marginalidad es el resultado de un proceso de modernización desigual y que, en el caso de Perú, este desequilibrio se debe a la incorporación de lógicas racistas en los avances de la modernización, que reflejan  la fragmentación social, la desconfianza y los problemas de identidad.

Desde hace más de cincuenta años las grandes ciudades latinoamericanas conocen un fenómeno social que no parece poder revertirse: la proliferación de los barrios de hábitat precario, denominados según las épocas y los países, favelas, barriadas, villas-miseria, o de manera más neutra, asentamientos humanos.

La Escuela de Chicago impulsó estudios sobre los comportamientos psicosociales y culturales de los marginales. Encontramos este mismo interés en las investigaciones de Oscar Lewis (1964).  En cambio, los estudios de los "dependentistas" se enfocaron en lo que en el sistema capitalista origina la marginalidad, recurriendo a modelos de interpretación basado en la oposición centro-pereria (Quijano,1971).

Perú es uno de los países sudamericanos que más estudios científicos sobre el tema de los barrios precarios inspiró desde los años cincuenta. Sin embargo, la marginalidad urbana como objeto de estudio fue a menudo víctima de una falla que le hizo perder alcance y credibilidad: la instrumentalización política del análisis, la falta de neutralidad y, en suma, la necesidad de demostrar con el fin de orientar las políticas de intervención en función de la sensibilidad del investigador.
El proceso de   urbanización transformó la organización de las ciudades y ayudó a reinventar la vida urbana en el mundo.  El avance de los medios de transporte y de las interconexiones virtuales, presenta un movimiento  poblacional  que  no  privilegia  a  las  grandes  urbes,  y  que  genera  un  crecimiento  de  ciudades medianas,  cuya  particularidad  radica  en  el  estrecho  vínculo  de  éstas  con  el  mundo  rural,  no  sólo  desde  lo productivo.

Los estudios de caso realizados demuestran que los jóvenes rurales han empezado a migrar a ciudades intermedias no sólo en busca de empleo sino también de la oferta de educación superior que allí se encuentra.

Estadisticas

El desarrollo de las ciudades intermedias en el mundo y la región.    Naciones  Unidas  (2002), explica que entre  el  año  1950  y  el  2000  la  población mundial pasó de 2,52 a 6,06 billones de personas, un aumento del 140,5% durante la segunda mitad del siglo XX.

El porcentaje de población urbana en este intervalo de tiempo creció de 29% a 47%, es decir un crecimiento de 281% (de 0,75 a  2,86 billones de personas), mientras que  la población rural creció sólo 80% (de 1,77 a 3,19 billones de personas).

En 1950 sólo había una ciudad que superaba los 10 millones de habitantes: New York. Para 1975 las ciudades de  esta talla  demográfica eran  5 en  el mundo, de  las cuales  2 estaban en  América Latina ˗México D.F. y San Pablo, mientras que para el 2001 había 17 ciudades con más de 10 millones de habitantes.

Un ejemplo de  ciudad intermedia  es Tandil, en Argentina, cuyo comentario y análisis reservamos otro espacio, con investigaciones  de Francisco  Sola, responsable de Tandil News y fue asesor en el Concejo Deliberante de Tandil y en la Legislatura de Ciudad Autónoma de Buenos Aires:

"Argentina, conocida en el pasado como  una república centralizada en Buenos Aires, presenta al mundo interesantes esfuerzos para impulsar las Ciudades Intermedias".

Se trata de un movimiento  poblacional  que  no  privilegia  a  las  grandes  urbes,  y  que  genera  un  crecimiento  de  ciudades medianas,  con un en  estrecho  vínculo  de  éstas  con  el  mundo  rural, proceso en muchos casos inadvertido para  todos, y que van impulsando  el desarrollo de algunas áreas rurales y urbanas menores.

A mediados del siglo XVIII la población de la actual Provincia de Buenos Aires (incluyendo la ciudad de Buenos Aires) era de aproximadamente 10 000 pobladores y apenas se extendía hasta la margen norte del río Salado. Al sur de este habitaban pueblo originarios, territorio llamado «desierto» por los pobladores del que vivían al norte del mencionado río.


. PAÍSES DE AMÉRICA LATINA POR POBLACIÓN (2019)

1.    Brasil ≈ 210 461 000
2.    México ≈ 125 357 000                   
3.    Colombia ≈ 49 737 000
4.    Argentina ≈ 44 723 000
5.    Perú ≈ 32 362 000
6.    Venezuela ≈ 32 030 000
7.    Chile ≈ 18 880 000
8.    Guatemala ≈ 17 545 000
9.    Ecuador ≈ 17 170 000
10.  Bolivia ≈ 11 390 000
11.    Haití ≈ 11 220 000
12.     Cuba ≈ 11 212 000
13.    República Dominicana ≈ 10 315 000
14.      Honduras ≈ 9 087 000
15.       Paraguay ≈ 7 104 000
16.      El Salvador ≈ 6 675 000
17.        Nicaragua ≈ 6 494 000
18.         Costa Rica ≈ 5 032 000
19.          Panamá ≈ 4 190 000
20.          Uruguay ≈ 3 512 000
Las denominadas "ciudades intermedias" constituyen un fenómeno creciente en Latinoamérica.   Por su propia naturaleza y dinámica, tienen la posibilidad de llevar a cabo proyectos de desarrollo territorial sostenibles y de mejorar su función de servicios e infraestructura.  Las ciudades intermedias  son un desafío a la imaginación  y un sueño para asegurar las mínimas condiciones para la convivencia humana.