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martes, 8 de mayo de 2018
LA VALORACION DE LA MUJER Por Francisco Carranza
Francisco Carranza Romero
Profesor de la Universidad de Corea del Sur.
La nota que sigue se relaciona con dos recientes conferencias en las universidades de los EEUU: Pittsburg y Ohio Northern.
La mujer despreciada, insultada, golpeada, maltratada, chamuscada, explotada, violada, silenciada y ninguneada por milenios y siglos, poco a poco hace oír su voz demostrando que también es parte vital de la humanidad. Esta mujer puede ser nuestra madre, hermana, hija, amiga, vecina o simplemente el elemento complementario para la perpetuación de la especie humana. La sociedad y las instituciones dominadas por los varones, parece que recién en el Siglo XXI hacen caso a sus interminables quejas. Ojalá no me esté equivocando.
EN LA RELIGIÓN. La sociedad inventó creencias en que hasta la divinidad es del género masculino como se aprecia en los relatos, en la iconografía y en los cargos para la celebración de los ritos. Es la aceptación tácita, expresa y fáctica de la falolatría. Sólo algunas instituciones religiosas aceptan a las mujeres como sacerdotes. Evito la palabra “sacerdotisa” porque el morfema -isa expresa cierta devaluación semántica de la palabra “sacerdote” (como si este oficio fuera exclusivo de los varones).
Sólo la creencia que supera las distinciones humanas concibe la divinidad sin ninguna representación imaginaria ni real. Al no ser representada, la divinidad es conceptualizada como energía universal, sin forma, sin color, sin género, sin nombre, sin casa, sin ministros intermediarios y sin preferencia por tal o cual cultura. Aunque parezca mucha abstracción, es la que nos hace más fraternos y no enemigos unos de otros.
EN LA LENGUA. Hay lenguas que tienen tres géneros (femenino, masculino y neutro). La lengua latina, madre de las lenguas romances, tiene nombres, pronombres y adjetivos del género neutro que se diferencia del femenino y masculino en los casos nominativo, acusativo y vocativo; tanto en singular como en plural.
La lengua castellana, aunque omite el neutro, sigue con la diferenciación de masculino y femenino para los nombres que se refieren a seres concretos y abstractos. Pero tiene nombres que pueden decirse como masculino y femenino siendo ambos correctos; claro, con la preferencia por el género masculino: la mar, el mar; la dote, el dote.
Un hispanohablante sin estudios de la lengua latina no distingue los nombres neutros en singular y plural. Lo correcto latino: currículum – currícula; médium – media; simposium – simposia; memorandum – memoranda. Pero, escuchando a ciertos políticos (autoridades que representan al pueblo) uno se desilusiona del nivel de conocimiento de la lengua que usan y abusan. A ellos les conviene usar las formas castellanizadas de las palabras citadas, que son fáciles y correctas: currículo, currículos; simposio, simposios; memorando, memorandos. La preferencia por el género masculino, como se observa en los neutros latinos castellanizados, es la tendencia común.
En un grupo de 100 personas con 99 mujeres y 1 varón, el adjetivo y pronombre referentes al grupo deben estar en masculino.
La palabra “patria” es el lugar de nacimiento del padre (pater, patri). El lugar de nacimiento de la madre (mater, matri) no es importante, por eso no se dice matria; pero, podría usarse porque no hay ninguna restricción para la creación de las palabras.
Hay lenguas que no hacen diferenciación del género de los nombres, pronombres y adjetivos. Sin embargo, esto no significa que los hablantes de esas lenguas sean más respetuosos y tolerantes con las personas del género femenino.
Por ejemplo, las lenguas quechua y coreana no tienen marcas de género en los nombres, pronombres y adjetivos. ¿Acaso por eso son menos machistas? “Ay, warmi kakuy, warmi kakuy” (Ay, esto de ser mujer, de ser mujer) es el lamento de las madres quechuas solteras o abandonadas o viudas que con esfuerzo e incomprensión social crían a sus hijos.
La coprolalia (copro: excremento, mierda; lalia: habla, lenguaje) en español ofende más a la mujer que al varón. Del abundante léxico coprolálico hispano, cito algunos ejemplos que son usados más como exclamativos.
Referencia al género femenino
CONCHA. ¡Concha de su madre! Una expresión muy ofensiva porque compara al sexo femenino con el caparazón del molusco. Tiene derivados como: ¡concha su madre, chasu madre, chasu! En Perú, un sinvergüenza y aprovechador es un ¡conchudo, conchán! El mexicano de tendencia leísta dice ¡cónchale! como expresión de sorpresa y fastidio.
PUTA. ¡De puta madre! dicen los caribeños y canarios cuando algo está muy bien. ¡Puta su madre! sufre variaciones: ¡a su madre, asumare, asu! ¡Hijo de la gran puta! con sus variaciones: ¡jijunagranputa, gran puta! ¡Hijo de puta! tiene sus variaciones: ¡hijoeputa, híjole! (como dicen los mexicanos).
Y la palabra “puta” en Perú se vuelve ¡pucha! como interjección de sorpresa y esfuerzo; ¿un disfraz o enfatización expresiva con el sonido palatal?
Referencia al género masculino
AGALLA, HUEVO, COJÓN. Es una referencia al testículo. “Tener agallas”, “Tener huevos”, “Tener cojones” son expresiones que se refieren a la valentía como si esta cualidad fuera sólo del varón. (Vale) “un huevo” significa que vale mucho.
Sin embargo, las expresiones “huevón, boludo, cojudo” tienen significados negativos (tonto, idiota). Las palabras “cojudez, huevada” se refieren a cosas y hechos que no valen. Las mujeres no se quedan atrás, ellas también huevonean y cojudean: también califican de “cojuda” a otra mujer.
CARAJO. Es una referencia al miembro viril. Es tan usado que las mujeres también carajean sin ningún cuidado. Desde el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado los peruanos dicen: ¡Viva el Perú carajo! Sus variaciones interjectivas son: ¡caramba, caray, caracho, caracoles! “Al carajo” es para rechazar. “Del carajo” es para decir que algo está muy bueno, grande o intenso.
PADRE. “Está padrísimo”. Para un mexicano algo muy bueno tiene relación con el padre y no con la madre.
Las lenguas, innegablemente, expresan la manera de pensar de la persona y de la sociedad; por eso, el cambio de la mentalidad machista o falolátrica no es fácil. Además, implica la participación responsable tanto de la mujer como del varón. Las leyes poco sirven para estos cambios.
Los cambios serán posibles sólo mediante la buena educación porque es el motor de todos los cambios. El proceso educativo con planificación, en el mejor de los casos, es lento y se realiza en el hogar, en la escuela, en la sociedad y en todo espacio y momento. Pero es la única vía para los cambios iniciando en la innovación que es un proceso personal.
Si la mujer no se autovalora y sigue aceptando y repitiendo la coprolalia que la ofende el cambio no avanzará.