Jorge Zavaleta Alegre
“Es probable que no me conozcas pero yo, como tú, formo parte del 0,01%, soy un orgulloso capitalista”.
Son frases de Nick Hanauer, empresario estadounidense fundador o inversor en más de una treintena de compañías, el hombre que vendió Quantive a Microsoft por 6.400 millones de dólares y una de las primeras fortunas que invirtió en Amazon, escribía en el verano de 2014 un artículo dirigido a sus “compañeros multimillonarios”.
Reconocía, Hanauer, ser uno de los suyos, alguien “con una vida que el otro 99,99% de los americanos no podrían ni siquiera imaginar. Numerosas casas, mi propio avión, etc. Ya sabéis de qué hablo”, comentaba con complicidad.
El artículo publicado, no era un regodeo en su nivel de vida derivado de su riqueza, al contrario, pretendía señalar el absurdo de acumular riqueza cuando ya no te puedes comprar ni una camisa más al año. Se trataba de una advertencia.
“¿Qué veo ahora en el futuro? Veo horcas (…) Vendrán a por nosotros”, decía, porque el problema no es la desigualdad, que ha existido siempre, sino el nivel que está alcanzando y que no para de crecer. “A menos que cambiemos nuestras políticas radicalmente, la clase media desaparecerá, volveremos a la Francia de finales del XVIII. Antes de la revolución”.
EL CRISTO CRUCIFICADO
Cristo nunca prometió el cielo a sus seguidores. Tampoco ninguno de sus apóstoles creyó que iría al cielo para estar con Dios y Jesús. Fue el filósofo Griego Platón el que sentó las bases de un alma inmortal que parte de este mundo después de la muerte, filosofía al ser mezclada con el pensamiento
Hebreo, nació el gnosticismo que amenazó la doctrina cristiana.
Esta disquisición sobre la religión en la vida de un pueblo, nos revela la perpetuidad de la pobreza en medio de la insultante acumulación material.
El Cristianismo sirve ahora para pensar que se pueda poner fin a la pobreza extrema hacia 2030, cuando la premisa fundamental es reducir la desigualdad.
El Banco Mundial, el 2 de Octubre de 2016, en un estudio sobre “la prosperidad compartida”, afirmó que la pobreza extrema sigue disminuyendo en todo el planeta a pesar del estado letárgico de la economía mundial, aunque sea necesario incluir medidas orientadas a reducir el elevado nivel de desigualdad:
Casi 800 millones de personas subsistieron con menos de USD 1,90 al día en 2013, cifra que representa alrededor de 100 millones menos de personas extremadamente pobres que en 2012.
Actualmente, la mitad de los habitantes extremadamente pobres del planeta vive en África al sur del Sahara, y otro tercio vive en Asia meridional. Sin embargo, todavía hay un número excesivamente elevado de personas que subsisten con muy pocos recursos como es el caso de América Latina.
Los estudios de diferentes instituciones coinciden que para poner fin a la pobreza, debemos lograr que el crecimiento beneficie a los más pobres, y una de las medidas más eficaces en ese sentido es reducir el elevado nivel de desigualdad, en particular en los países donde residen muchas personas pobres.
Pero ese deseo choca con la realidad ya que en 34 de los 83 países que involucra la encuesta del BM, las brechas de ingresos se ampliaron debido a que los ingresos del 60 % más rico de la población crecieron a un ritmo más acelerado que los del 40 % más pobre.
En 23 países, los ingresos del 40 % más pobre disminuyeron efectivamente no solo respecto de los miembros más ricos de la sociedad, sino también en términos absolutos. Brasil, Camboya, Malí, Perú y Tanzania, han logrado una reducción de la desigualdad en el curso de los últimos años, pero es tan insignificante el avance, dentro de un universo que subleva a las mayorías marginadas de la soñada calidad de vida.
Los investigadores identifican seis estrategias de alto impacto para incrementar los ingresos de los pobres: Aumentar su acceso a servicios esenciales. Mejorar sus perspectivas de desarrollo a largo plazo, sin menoscabar el crecimiento es decir desarrollo y nutrición en la primera infancia. Cobertura universal de salud. Acceso universal a educación de calidad.
Oxfam Intermón, presentó en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza). Según sus conclusiones, sólo 62 personas poseían en 2015 y en el 2010, eran 388 personas, la misma riqueza que 3.500 millones de personas (la mitad más pobre).
El francés Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI o las que defiende el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, señala que: Desde bancos como Credit Suisse a instituciones transnacionales como la OCDE afrontan estudios con diferentes focos para saber qué está pasando con el nivel de desigualdad. Cuánto tiene el 1% privilegiado y cuánto el resto.
Según Credit Suisse en su informe global 2015, la crisis financiera ha tenido un claro impacto en el tamaño de la clase media. Prácticamente todas las regiones redujeron el número de adultos que formaban parte de la clase media entre los años 2007 y 2008. Al comienzo de la crisis financiera, el número cayó en 102 millones.
Solo en Norteamérica se han recuperado las cifras previas a la crisis del 2008. En Europa, África y América Latina el tamaño de la clase media no ha hecho sino bajar desde ese año, con cierta tendencia a recuperarse en África y América Latina pero no en Europa.
Datos de la parte más privilegiada de la pirámide económica aparecen en la lista Forbes, pesar de tener sus deficiencias como poner especial foco en la riqueza financiera y sobre todo en la tenencia de acciones de sociedades cotizadas (por un claro motivo de facilidad de medición) y mucho menos en la riqueza inmobiliaria o los activos suntuarios como los yates.
Depura la lista eliminando aquellos países con un número muy escaso de milmillonarios o aquellos que llevan menos de cinco años en la lista y le aplica aproximaciones en base al principio de Pareto (que simplificando viene a decir que si el 20% de la población tiene el 80% de la riqueza, el 80% de la población tiene que ser propietario del 20% de la riqueza restante).
La distribución de la población por rangos de riqueza muestra las diferencias entre países en lo que a desigualdad se refiere. Así potencias emergentes como Brasil, concentra el 75,9% en el rango de riqueza más bajo. En países más avanzados, el porcentaje es más homogéneo, como Austria, Dinamarca, Finlandia o Alemania.
El Banco Interamericano de Desarrollo afirma que la inequidad económica regional en América Latina y el Caribe (ALC) es enorme, y dicha desigualdad en la distribución territorial de la riqueza genera, por ejemplo, marcadas disparidades en el nivel de ingresos públicos subnacionales: La diferencia entre el 10% de los gobiernos intermedios con mayor recaudación de impuestos y el 10% de menores recaudos es, en promedio, superior a ocho veces.
Cada año no son pocos los distritos o provincias que logran dividirse o “independizarse”. El ejercicio del poder local debería ser una escuela para construir más democracia, mayor desarrollo.
Pero, por ejemplo, en el caso del proceso de descentralización y regionalización realizado en Perú, desde 1990 a la fecha solo han servido para fortalecer el centralismo de la administración nacional, manipular las orientaciones políticas, condicionar desembolsos al capricho del Ministerio de Economía y la multiplicación en progresión geométrica de la corrupción local, imitando la conducta de la capital nacional y/o compartiendo dividendos con burocracias locales.
Cuanto más pequeño el distrito, crecen las posibilidades de la sustracción de los recursos fiscales o el inicio de obras relacionadas con obras de menor trascendencia, como locales municipales, la placita central. Inclusive, los programas sociales son abastecidos por empresas transnacionales con sede en la capital nacional.
La prensa regional está saturada de denuncias sobre estas irregularidades. Leamos por ejemplo las páginas de El Sol del Cusco, Noticias de Arequipa, Prensa Ancashina, Uno de Lima, que revelan casos impunes, sabiendo que los evasores no tendrán un lugar en el cielo.
El sector más rico de América Latina y el Caribe posee el 71% de la riqueza y tributa solo el 5,4% de su renta personal, de acuerdo con la investigación Tributación para un crecimiento inclusivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y OXFAM.
En algunos países de América Latina y el Caribe el estrato de mayores ingresos paga por concepto de este impuesto entre el 1% y el 3% de su ingreso bruto, mientras que en otros países aporta alrededor del 10%. En comparación, en Estados Unidos la tasa efectiva para el 10% más rico es de 14,2% y en algunos países europeos incluso excede el 20%, explican diversas fuentes especializadas y medios como The Economist, Diario16, El Mercurio, Time de Nueva York, Emmitsburg News Journal...