Por Jorge Zavaleta Alegre
¿“Piedra sobre piedra,
el hombre dónde estuvo?, preguntaba Pablo
Neruda, desde su Santiago natal, sobre las alturas de Machu Picchu (Montaña negra)
Pacaritambo, la mítica Capital Arqueológica de
América, según Unesco, donde se
originó el Imperio Inca y que se extendió a casi
todo el continente; en el 2018 solo es habitada por ancianos y niños.
El resto
de su población huye al Cusco,
Arequipa o Lima para mendigar en las calles o
en los caminos hacia la Montaña Negra, Ollantaytambo, Pisac…pidiendo
limosna a los turistas.
Una economía más
distorsionada no es una economía saludable. El Fondo Monetario Internacional
(FMI) ha enfatizado que una sociedad más
desigual empeora el desempeño económico y la nueva legislación fiscal conducirá
inexorablemente a una sociedad más desigual.
En los últimos cinco años, tres de cada cuatro
migrantes internos se movieron entre ciudades, es decir, entre localidades de
20 mil o más habitantes. La tradicional migración rural-urbana está siendo
reemplazada en este continente por la migración entre centros urbanos.
La Universidad Federal
de Ceará (Brasil) señala que a mayor
desigualdad en un país, menos eficaz resultará el crecimiento económico para
reducir la pobreza. “En líneas
generales, los resultados indican que, para erradicar la pobreza en Brasil, las
políticas más exitosas serán aquellas que apunten a reducir la desigualdad”
Veamos el Ecuador. En un artículo de
Cepal, “Impuesto sobre la renta de las personas físicas y desigualdad de
los ingresos en el Ecuador entre 2007 y 2011”,
se corrobora que los tipos
impositivos efectivos pagados por las personas de muy altos ingresos, estos
disminuían entre los grupos de ingresos más altos.
Esta realidad
migratoria encuentra diversas
manifestaciones siempre débiles para atender a los recién llegados a la capital:
El acarreo de divisas y costo de las reservas internacionales en México, el
ciclo político presupuestal en las municipalidades distritales de Perú, la tasa
de cambio real óptima en Brasil, el Plan
Garantizado de Salud en la demanda por el seguro privado de salud en Chile,
entre otros temas.
El diario Gestión, a través de los análisis de su
fundador Manuel Romero Caro, advierte que la corrupción es un
elemento perverso que estimula la migración
interna y externa.
Por ello recomienda que
es prioritario centrarse en castigar a los “corruptos”, sin respetar la
presunción de inocencia, sino en librar a nuestro sector público de todos los sobornados
involucrados en los casos Odebrechet y Lavajato, que actualmente permanecen en
las sombras. Hay varios problemas en las
inversiones a través de concesiones irregulares que deben esclarecerse para
garantizar un empleo sano y adecuado uso de los fondos públicos.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, señala
en sus estudios sobre la economía americana que si bien los plutócratas de
derecha de Estados Unidos pueden estar en desacuerdo sobre cómo clasificar los
principales problemas del país —por ejemplo, la desigualdad, el crecimiento
lento, la baja productividad, la adicción a los opioides, las escuelas pobres y
el deterioro de las infraestructuras— la solución que ofrecen siempre es la
misma: bajar los impuestos y desregular, para “incentivar” a los inversores y
“liberar” la economía.
El presidente Donald
Trump, que ya cumplió un año en el
poder, confía que el paquete de reducción
de impuestos hará posible que EEUU sea grande otra vez. Eso
no ocurrirá, porque ese paquete nunca logró los antedichos cometidos. Tampoco el cierre de fronteras para la
migración resolverá el sueño americano. Por el contrario, los servicios y productos primarios de América, al sur del
Rio Bravo, resentirá la economía de la
clase media de los EEUU.
Stiglitz recuerda que cuando el presidente Ronald
Reagan intentó aplicarlo en los años ochenta aseguró que los ingresos fiscales
aumentarían. En cambio, el crecimiento se desaceleró, los ingresos tributarios
disminuyeron y los trabajadores sufrieron. Los grandes ganadores en términos
relativos fueron las corporaciones y los ricos, quienes se beneficiaron de
tasas de impuestos drásticamente reducidas.
La mayoría de los
economistas estaría de acuerdo en que la actual estructura tributaria de
Estados Unidos es ineficiente e injusta. Algunas empresas pagan una tasa mucho
más alta que otras. Quizás las innovadoras que crean empleos deberían ser
recompensadas, en parte, mediante un recorte de impuestos. La rebaja fiscal a
las empresas ricas no resolverá ningún problema y tendrá efectos colaterales
para muchas otras.
Nunca una legislación
—considerada tanto como una reducción de impuestos y una reforma fiscal— ha
recibido tanta desaprobación y burla como recibió el proyecto de ley aprobado
por el Congreso estadounidense y promulgado por el presidente Donald Trump,
justo antes de Navidad.
Ahora el malestar con
la globalización ha estimulado una ola de populismo en Estados Unidos y otras
economías avanzadas, liderada por políticos que afirman que el sistema es
injusto para sus países.
El capitalismo
estadounidense en los últimos años ha estado marcado por una avaricia
desenfrenada. Pero, tal como han demostrado algunos países, una economía de
mercado puede adoptar formas que atenúen los excesos tanto del capitalismo como
de la globalización, y que proporcionen un crecimiento más sostenible y mejores
niveles de vida para la mayoría de los ciudadanos.
Pero ese no es el caso.
Los países de América Latina en su gran
mayoría impulsan el libre mercado para
la inversión extranjera y el caos de la
informalidad local, donde la evasión
tributaria, más el narco estado distorsionan cualquier
expectativa de mejor futuro para los pequeños productores. La noche infinita se
apodera de los pueblos pequeños y la
migración más allá de sus
fronteras regionales o nacionales se va
cerrando. Ni siquiera sus pobladores pueden
soñar en una Luna Llena.