La India: recuperar la esperanza y la
dignidad
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En los países
andinos, miles de jóvenes se ocultan entre las montañas o se recluyen su
rustica morada de la periferia urbana, huyendo de su depresión, por ausencia
nula de la ayuda profesional, en tanto en la India de hoy, y existe una
política de producción de medicamentos a bajo precio y una red de
especialistas, aunque todavía insuficiente.
Inclusive, en los Estados Unidos, casi todos sus
pacientes ambulatorios y hospitalizados reciben remedios genéricos. No así en
los países donde la Salud Mental es casi ignorada, los productos de marca son
un negocio especulativo para laboratorios, cadenas farmacéuticas y un puñado de
psiquiatras.
La familia y los profesores de Shamma tardaron algún
tiempo en comprender por qué la niña tenía tantas dificultades en la escuela.
«Los maestros se quejaban de que mi hija se peleaba con otras niñas porque se
metían con ella». «Las cosas fueron a peor. La gente empezó a rumorear que mi
hija había sido poseída y que le habían echado mal de ojo».
Al borde ya de la desesperación, Mohammad volvió a
encontrar la esperanza en el centro de salud mental de Gujarat, el estado de
origen de la familia, donde Shamma fue diagnosticada de esquizofrenia. Aquí,
por fin, iba a recibir la ayuda que tanto necesitaba.
Este centro es uno de los 43 hospitales de salud
mental financiados por el Gobierno de la India, que deben dar cobertura a un
total estimado de 70 millones de personas afectadas por trastornos mentales.
Por cada millón de personas, hay tan solo tres psiquiatras, y el número de
psicólogos es aún menor.
Uno de los desafíos de la India era cambiar la noción
imperante para que personas con enfermedades mentales puedan tener la capacidad
de tomar decisiones importantes sobre sus propias vidas.
En los Países Andinos y gran parte de Latinoamérica la
principal enfermedad que sufre su juventud, sobre todo, es el abandono de la
Salud Mental. La depresión encabeza la lista de los males del alma.
Se estima que este año cerca de 55 millones de
personas en la Región de las Américas viven con depresión, casi 17% más que en
2005. Más de 300 millones de personas viven con depresión.
La ausencia de recursos públicos para apoyo a las
personas con traumas mentales, junto con el miedo al estigma, impiden que
muchos accedan al tratamiento que necesitan para vivir vidas saludables y
productivas.
La depresión provoca angustia mental y repercute en la
capacidad de las personas para realizar las tareas cotidianas. En el peor de
los casos puede provocar el suicidio.
Margaret Chan, de la OMS, considera que las cifras
indicadas son un llamado de atención a todos los países para que reconsideren sus
enfoques sobre la salud mental y la traten con la urgencia que merece”.
“La depresión nos afecta a todos. No discrimina por
edad, raza o historia personal. Puede dañar las relaciones, interferir con la
capacidad de las personas para ganarse la vida, y reducir su sentido de la
autoestima”.
En promedio, sólo el 3% de los presupuestos de salud
de los países latinoamericanos se invierte en salud mental, variando de menos
del 1% en los países de bajos ingresos al 5% en los países de altos ingresos.
La inversión en salud mental beneficia el desarrollo
económico. Cada dólar invertido en la ampliación del tratamiento para la
depresión y la ansiedad conduce a un retorno de 4 dólares en mejor salud y
habilidad para trabajar.
Una mejor comprensión de la depresión y cómo se puede
tratar, aunque esencial, es sólo el comienzo. Las personas con depresión
normalmente padecen de: pérdida de energía, cambio en el apetito, dormir más o
menos, ansiedad, concentración reducida; indecisión, inquietud, sentimientos de
inutilidad, culpa o desesperanza; y pensamientos de automutilación o suicidio.
En Perú, un grupo muy pequeño de profesionales de la
Salud Mental del Hospital Larco, Valdizán, y la Universidad Cayetano Heredia,
realizan sus investigaciones, pero con escasos recursos.
Altos porcentajes de la población nacional no
sabe ni siquiera el origen genético y el ambiente de violencia social que
agrava el drama. En provincias, en el sector rural, el drama es más complejo.
Este país de 3 millones de habitantes tiene el Estado más alejado de la Salud
Mental, porque solo percibe y recibe atención un sector muy reducido de
personas o familias con medianos o altos ingresos o de quienes, por el
conocimiento que llegan a tener, prefieren endeudarse, acabar en la miseria
para acceder a un servicio especializado.
Los casos de violencia, ansiedad y suicidios continúan
en la Región Loreto, el consumo de alcohol y drogas en adolescentes se ha
incrementado y en edades más tempranas que incluye a menores de 14 años. Solo
en Lima, alrededor del 84% de las personas que tienen problemas de salud mental
no lo aceptan y reconocen, y solo una de cada 10 personas que requieren
tratamiento de salud mental solicita atención.
En el 2012 el Perú reportó que el abuso y dependencia
de alcohol ocasionó pérdidas de más de 6 mil millones de soles, la depresión,
más de 5 mil millones y las adicciones significaron pérdidas en más de mil
millones, de acuerdo a los reportes del Minsa.
El suicido nos es una reacción ante una circunstancia
adversa específica que vive una persona, es el desenlace fatal de un proceso de
una enfermedad mental, se puede prevenir tratando la depresión que es su causa
máxima.
Hace algunos años, en Carabayllo en Lima, el Instituto
Nacional de Salud Mental creó un Centro Comunitario de Rehabilitación, con
siete agentes. Este distrito, tiene una población aproximada es de 520
mil 881 habitantes, el 7% de Lima Metropolitana.
El hospital Víctor Larco Herrera y el Hospital
Herminio Valdizán, desde hace pocos meses, deben articularse con el Seguro
Integral de Salud (SIS) para el Financiamiento de Servicios de Salud Mental en
el país. Estas instituciones participan en el proceso de la formación y
capacitación educativa en salud mental, y los profesionales de medicina y
enfermería.
Líderes e investigadores de la salud mental de los
países del Perú, Brasil, Colombia, Panamá, Ecuador y Chile; y funcionarios del
Banco Mundial y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se reunieron
en junio 2014 para explorar oportunidades para la creación de una futura red
americana de colaboración y aprendizaje en salud mental. Resultados
ningunos. El anuncio fue del presidente ahora preso Ollanta Humala, acompañado
del director general de la Banco Mundial, en Carabayllo.
El Perú pasa por un complejo drama de
supervivencia. Solo hay un psiquiatra por cada 300 mil peruanos. En Lima,
el 30% de su población de 11 millones, tiene problemas de salud mental.
Los 700 psiquiatras y 1500 psicólogos trabajan fundamentalmente con clínicas y
consultorios privados.
En algunos países de América Latina, el camino de la
Salud Mental va cambiando. En Brasil, por ejemplo, si hace 20 o 30 años la
estrategia se enfocaba principalmente en trastornos mentales graves y pacientes
en hospitales psiquiátricos, ahora se ha ampliado. “Hay una clara relación
entre la condición de vida y los trastornos mentales comunes”, dice Paulo Rossi
Menezes, profesor del Departamento de Medicina preventiva de la Universidad de
Sao Paulo.
Los pobres no solamente tienen más riesgo de padecer
de un trastorno mental como la depresión -porque enfrentan más dificultades en
la vida-, pero también tienen menos acceso a un cuidado adecuado.
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