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viernes, 21 de abril de 2017

Madreselvas en flor



Lonicera japonica Madreselva 2






Lonicera x heckrottii 1

Lonicera x heckrottii: es caduca o semiperenne. Tiene flores rosadas, con la garganta anaranjada.
Madreselva Espaldera Llama de Oro (Gold Flame Honessuckle Espalier)Climbin Collection












Gerardo Torres: LA DEUDA SOCIAL CON UCHURACCAY. LA PRENSA ANGEL O DEMONIO


Juan Manuel Vilca, Gerardo Torres, hoy Editor de Claridad, Roberto Cubas, y 
Pedro Sánchez, el penúltimo  viaje a los andes de  Huancavelica,
7 días antes  de la  tragedia de Uchuraccay,

http://www.elmercuriodigital.net/2017/04/uchyraccay-la-deuda-social-del-peru.html
Jorge  Zavaleta  Alegre
Corresponsal en Washington DC del Grupo El Mercurio  Digital.
Mi saludo a Claridad. Mis primeras palabras: La prens atraviesa por una profunda crisis  de credibilidad. En este drama, la prensa local, aquella que se preocupa de los problemas concretos del  poblador de las aldeas, de los pueblos remotos, es más importante que los grandes circuitos internacionales que manejan una sola “verdad”.

Como afirman investigadores de la  fundación madrileña Juan Manuel  Flores Jimeno, los periodistas están cada vez más lejos de los procesos de producción y emisión de información y cada vez tienen menos control del producto final de la labor que desarrollan. Las  agencias de asesoramiento de periodistas, (periodistas “en el otro lado”) sirven más para defender los propósitos de  grupo que proponer  soluciones a las demandas sociales.

En este contexto, cabe recordar siempre la violencia en la  historia. Uchuraccay, en los Andes de Ayacucho, es una drama inconcluso, cuya conocimiento puede ayudar a entender como la violencia asesina la vida. 

Uchuraccay, crimen de Estado, es una conmovedora Crónica, un  relato  de un testigo directo,  cuya lectura  nos invita a la reflexión.  Gerardo Torres Cóndor, periodista comprometido con la verdad, nos entrega un informe publicado  en Claridad,   que ninguna crónica oficial podría haber recogido. No  hay peor enemigo de la prensa que las organizaciones criminales y los Estados con sus informes oficiales, para confundir el  universo que nos rodea.

Claridad, es el fruto de un sindicato  de periodistas, que sale a las calles de Lima, para ocupar el inmenso vacío informativo que deja la prensa empresarial, la cual experimenta, con  el impulso de la tecnología digital, una acelerada  merma de lectores. 

Me alegra mucho que este nuevo vocero popular también lleva  el mismo nombre.de  la Sonora, en la ciudad de Caraz, Ancash,  a 50O  km al Noreste de la capital del Perú. Este medio,  con su cadena de altoparlantes en las esquinas de las principales calles,  influenció en la población a leer poesía, literatura, hacer teatro, aprender  a cantar, con el  acompñamiento de instrumentos de cuerda y percusión. Los temas que abordaba eran esencialmente locales. Radio Claridad ayudó a promover el turismo  por los pueblos  del  Callejón de Huaylas, cuyo  belleza natural es su gente laboriosa   que cuidaba sus nevados, lagunas,  ríos y manantiales para garantizar el regadió de sus chacras y llegue limpia a los desiertos. 

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Las páginas siguientes  corresponden  a: Gerardo  Torres  Cóndor, Editor de Claridad, valeoroso periodista. Leamos:

Por GerardoTorres, Editor de Claridad
Uchuraccay sigue siendo una herida abierta y sangrante en el periodismo porque hasta ahora no se hace justicia a los mártires de la prensa nacional que fueron  asesinados en la lejana comunidad de los Andes de Ayacucho, hace  34 años.
El alevoso crimen fue perpetrado un mes después de estallar  la guerra interna en suelo ayacuchano, el 26 de enero de 1983, durante el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry.

En vísperas de la Navidad  del año 1982, el presidente Belaúnde había decretado el estado de emergencia en esa región,  y encargó a las Fuerzas Armadas el control político militar  para combatir a las huestes maoístas de Sendero Luminoso que dirigía Abimael Guzmán.

Los periodistas habían llegado a Uchuraccay el atardecer del 26 de enero, tras una caminata de varias horas desde el caserío de Toccto, hasta donde los trasladó el taxi que contrataron en la ciudad de Huamanga.

La delegación lo integraban Pedro Sánchez, Eduardo de la Piniella, Félix Gavilán (Diario de Marka) Willy Reto, Gerardo Torres; Jorge Luis Mendívil (El  Observador)  Jorge Sedano (La República),  Amador García (revista Oiga),  el periodista ayacuchano Octavio Infante y el guía Juan Argumedo.

En el grupo habían tres quechuablantes: Gavilán, Infante y Argumedo, quienes consideraban que no tendrían problemas de traducción si la necesidad  lo exigiera, en esa región quechua.

Los periodistas y su guía recorrieron solitarios valles, montañas y quebradas  por un estrecho camino, sin pensar que estaban transitando el último trecho de su vida.  El objetivo de ellos  era buscar la verdad en torno a la matanza de varios adolescentes en Huaychao, comunidad vecina de Uchuracay. Ambas están asentadas en un valle andino a 4,000 metros sobre el nivel del mar.

El sangriento episodio había ocurrido una semana antes y las informaciones que se manejaban en Huamanga eran contradictorias. Viajeros procedentes de Huanta señalaban que los infantes de Marina habían ultimado a balazos a varios adolescentes. No precisaban cifras, en tanto que fuentes castrenses aseguraban que las víctimas eran senderistas que fueron linchados por los comuneros de Huaychao.

Los periodistas decidieron llegar al lugar de los hechos y partieron  con  la  confianza  de periplos anteriores a otros puntos de la zona convulsionada,  junto a colegas que días antes  ya habían  retornado a Lima, entre ellos el que suscribe  esta crónica (Torres Cóndor).

Diez días antes de la tragedia de Uchuraccay viajamos con Pedro Sánchez y colegas de otros medios a Pariabamba, en la cuenca del río Pampas, Andahuaylas, Apurímac, donde lugareños habían encontrado en un desolado paraje el cadáver de la senderista identificada con el pseudónimo de Carla.

El 15 de enero contratamos un taxi y partimos temprano rumbo a la zona. Recuerdo como si fuera hoy, que en los controles policiales y militares  preguntaban insistentemente por periodistas del “Diario Marka”, periódico de tendencia izquierdista que en ese entonces  en Ayacucho era  adquirido por más de 10 mil ejemplares diarios y a nivel nacional superaba tirajes de más de  100 mil.Resultado de imagen para fotos masacre de uchuraccay

Junto a nosotros viajaban Manuel Vilca (La República), Roberto Cubas (Correo) y Jorge Torres Serna (revista Gente). No obstante el peligro,  decidimos no mostrar la credencial de Marka. Pedro Sánchez enseñaba el carnet de “Quehacer”, revista  de un prestigiado Centro  de Investigación Social,   y yo mostraba el carnet del Colegio de Periodistas del Perú (CPP).

Llegamos a Andahuay, cuna del escritor José María Arguedas, cerca de la media noche, tras un viaje de más de 12 horas,  con torrenciales  lluvias,  lo  que  dificultaba el desplazamiento del  automóvil por una carretera sin asfalto.

En Andahuaylas nos alojamos en el hotel de turistas, que estaba atestado de policías y efectivos del servicio de inteligencia del Ejército. Los colegas de la región y lugareños de la zona nos aconsejaron no continuar el viaje al río Pampas: “En las comunidades de la zona están los “sinchis”, cuerpo especializado de la policía, que operan vestidos de campesinos. No expongan su vida”, nos advirtieron. La mayoría de esa expedición decidió no seguir viaje.

Pedro Sánchez se molestó. Él era el más entusiasmado en llegar a Pariabamba. Decía que necesitaba tomar fotos y mostrar al mundo su trabajo profesional.

Hacía sólo dos días que él había llegado a la zona de guerra, en reemplazo de Severo Huaycochea, veterano reportero de “Marka” que estaba en Ayacucho desde el 23 de diciembre, un día después del ingreso de las tropas militares al mando del comandante Clemente Noél Moral.

Retornamos a Huamanga la noche del 17 de enero y en la madrugada del día siguiente, aproximadamente a las 2 am, el portero de la hostal “Santa Rosa” tocó la puerta de mi habitación, en el segundo piso, y me dijo que dos personas me buscaban y querían hablar conmigo. No salí, le dije que se identificaran y dijeran el motivo de su visita a esa hora.

El portero llevó el encargo y 5 minutos después retornó. “Insisten en hablar con Ud., dicen que han secuestrado a la hija del distribuidor del periódico”, dijo. El distribuidor de “Marka” en Huamanga era un hombre humilde de baja estatura de apellido Quispe, cuya tarea contaba con la ayuda de su hija Norma, una colegiala de 15 años de edad.

Me preocupó  el mensaje y estuve a punto  de despertar a Pedro Sánchez para salir juntos,  pero un mal presentimiento me detuvo  y le  dije al portero que me sentía  con un malestar y les diga a los visitantes  que buscaría al  distribuidor  de Marka a las 7 de la mañana. Así fue,  a esa hora  hablé con Quispe, me confirmó que habían llevado a su hija Norma. El responsabilizaba a los  militares  del  secuestro.

Ante mi requerimiento, Quispe me dijo  que él  no  había ido a buscarme a la hostal, hecho que me preocupó, y desde  ese  momento pensé  en algo malo  me podía pasar.

El  19  de  enero  hablé  con  el  director   del   periódico,   José   María  Salcedo,  y  pedí  mi  relevo.  Retorné  a  Lima  el  22  de  enero  y  dos  días  después  partió a Huamanga mi reemplazo, Eduardo de la Piniella.

Los periodistas sabíamos que al Comando Político Militar le molestaba  las  noticias  que  se  difundían en el país y el mundo de lo que ocurría en la zona convulsa.  Casi  todos  los  días, los    senderistas  mataban  policías,  jueces,  alcaldes  y  gobernadores. Incursionaban en pueblos  y  caseríos  y  asesinaban  a  jóvenes   y   adultos   inocentes   que  se  resistían  plegarse  a  sus  filas.

Después  que  se  marchaban  los  subversivos,  llegaban  los  militares  y  policías  y  también  mataban a los pobladores acusándoles  de  terroristas  como  sucedió  en  Accomarca,  Lucanamarca, Putis, Pampa Cangallo  y  muchas  otras  comunidades de la región

Los   periodistas   que   llegábamos  a  los  pueblos  a  donde  habían  incursionado  las  fuer-zas beligerantes escuchábamos sólo  relatos  de  horror  de  parte  de los sobrevivientes. Mujeres ancianas  imploraban  ayuda  de  rodillas,   decían   en   quechua   que  los  senderistas  o  militares  mataron  a  sus  hijos  o  que  se  habían  llevado  a  sus  hijos.   Javier  Ascue  (ya  fallecido),  que  trabajaba  para  “El  Comercio”,  nos servía de traductor.

La estrategia de los militares en Ayacucho era de tierra arrasada, no podían dejar testigos en las zonas donde incursionaban. Eso fue lo que ocurrió en Uchuraccay  y  en  Accomarca,  por mencionar sólo dos ejemplos.
La   matanza   de   Accomarca  ocurrió  el  14  de  agosto  de  1985.  Empezaba  lo  que  sería  el  primer  desastroso  gobierno  de Alan García, sindicado hoy como  uno  de  los  ex  mandatarios más corruptos y que amasó fortuna en sus dos gestiones.

Teófila  Ochoa  Lizarbe, la única sobreviviente  de Accomarca,  reveló  ante  los  tribunales  de  justicia  que  ese  día,  en  horas  de  la  mañana,  una  patrulla  militar  incursionó en el pueblo y obligó a 60 comuneros,    entre  adultos  y  niños,  ir  a  la  plaza  para  una  supuesta   asamblea.  

Después fueron obligados a ingresar a una casa  casa  donde  fueron  acribillados  a  balazos  y  luego  la  incendiaron para que no quede evidencia. Teófila, que entonces tenía 12 años, presenció el horror  desde  la  parte  alta  del  poblado.  No  estuvo  entre  los  sentenciados a muerte porque se había demorado en retornar a casa  de un mandado que le hizo su madre, doña Silvestra Lizarbe.

Teófila relató que después los asesinos la persiguieron a balazos,  pero  gracias  al  Divino  no  la  mataron.  Logró  salvarse  y  vivió para contar el horror ante el mundo.

La  justicia  ha  condenado  a  los  criminales  de  Accomarca,  31  años  después,  aunque  no  a  todos.  Al  responsable  político,  Alan García, no le pasa nada. Los  familiares  de  los  periodistas masacrados en Uchuraccay,  los  gremios  profesionales  y  todo  el  Perú  exigen  sanción  para los asesinos de los mártires del periodismo.

El  poder  militar  y  político  de  entonces  afirmaba  que  los comuneros de ese alejado  poblado  de  las  alturas  de Huanta. dijeron que lo confundieron  con  terroristas,  pero  los alzados en armas nunca an-daban  cargando  cámaras  foto-gráficas sino fusiles, cuchillos, machetes y dinamita.

Cuando fui citado a declarar a  la  Comisión  investigadora  que presidió el escritor  Mario Vargas  Llosa  afirmé  todo  lo relatado en esta crónica y puntualicé  que  no  creía  que  los  comuneros  sean  los  criminales. Sustenté mi afirmación en el  buen  trato  que  recibíamos  los periodistas en las comunidades  a las que llegábamos en misión periodística.

Ante   el   requerimiento   del   Nobel, señalé que para mí en el asesinato de los periodistas tuvieron  
participación  activa  los  militares y los policías  vestidos de campesinos.

La comisión Vargas Llosa no recogió completo mi testimonio en el informe final que elevó al presidente de la República, Fernando Belaúnde. El crimen sigue impune. 

Nota. El Lugar de la Memoria, en Lima, LUM, es una inversión de US$ 9.000  000,  donación del Estado de Alemania, muestra documentos escritos y visuales del  Caso Uchuraccay, pero  muy pocas personas visitan. La anomia de sus funcionarios y empleados es una de las causas de esta indiferencia. http://lum.cultura.pe/
papeldearbol@gmail.com