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miércoles, 5 de abril de 2017

PERU,ECUADOR,PANAMA, BOLIVIA... REVISAN SU HISTORIA


La Amazonía para los ecuatorianos. Chevron adeuda a las comunidades US$ 19 000 000.00

JORGE ZAVALETA ALEGRE Lima/Washington

La  elección de Lenin Moreno, en abril del 2017, como sucesor del presidente  Correa, en la administración del  Ecuador,  revela que las teorías  liberales, por sí solas, no disminuyen las diferencias estructurales de las poblaciones nacionales.  La concentración del desarrollo en determinados distritos de las capitales, en lugar  de extenderse a otras áreas, se aleja cada día. En cambio, si visitamos Cuenca, Guayaquil, Quito o sus fronteras con Perú y Colombia, percibimos que Ecuador sí ha logrado  avances que no pueden ser ocultados.

Esta toma de conciencia del electorado  ecuatoriano, la fortaleza política  de Bolivia con el liderazgo  de Evo Morales, revela  que  América Latina no supo entender el fenómeno político que alentaron Velasco, Rodriguez y Torrijos. Las promesas  del aprismo,  toledismo y humalismo, han sido simplemente enunciados para disfrazar la  sustracción de  los recursos públicos. La  Justicia, si es que funciona, ya tendría entre  rejas  a sus líderes  y aliados.

El golpe de Estado de las  Fuerzas Armadas, liderada por el general del Ejército Juan Velasco Alvarado, en 1968, fue la oportunidad que perdió el Perú para iniciar la transformación de  un país feudal  en una progresiva economía social.

Esta es una de las conclusiones a la que nos conduce la lectura de La Revolución  que sacudió al Perú, Editorial Mitin, publicado por  María Delfina Alvarez Calderón A. (Lima, 2 de octubre de 1930) con una licenciatura en Historia por la PUCP (Universidad Católica de Lima) y Enrique Alvarez Calderón G. (abril 1920), especialista  en Relaciones Públicas y funcionario  de la International Petroleum Company, y  en  la Compañía Petróleos del Perú creada en 1968, y autor de Memorias 2013.

Ambos autores reconstruyen  en base  de tres testimonios  y  catorce entrevistas a protagonistas en la  gestión pública de ese gobierno militar, poniendo énfasis en la etapa previa del retorno a la “democracia en 1980, luego de doce años   de una revolución”

Los autores examinan e inciden  en las ideologías que prevalecieron  durante  el gobierno revolucionario y que convivieron enfoques  radicales. Fue una administración asumida institucionalmente  por las Fuerzas Armadas, cuyos altos mandos pusieron especial interés en el  Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), la notable presencia del Instituto Nacional de Planificación, de los sectores de la producción, la cultura,  el  Sistema Nacional de Movilización  Social – Sinamos, una cancillería vinculada al  Tercer Mundo y a  los No  Alineados.

Después de casi  medio siglo, sin duda esta publicación  es oportuna, y sus autores perciben al gobierno militar, en su primera y  segunda fase como un todo coherente. Se considera que en la segunda fase siempre estuvo vigente el pensamiento y la acción del presidente  Juan Velasco (Piura, 1910 - Lima, 1977), quien fue agregado militar en Francia y cuya muerte concitó una de las manifestaciones más  grandes y masivas de la historia republicana.

En la investigación, los autores afirman que la presidencia de Francisco Morales Bermúdez  Cerruti (Lima, 4 de octubre de 1921), comenzó a romper el andamiaje de la primera  fase.

Esa quiebra del proyecto inicial, conviene precisar, provocó un creciente descontento popular y un clima para la emergencia  de movimientos anarquistas  y violentos como Sendero Luminoso y el MRTA.

Velasco dio un golpe de Estado, que derrocó al arquitecto Fernando Belaúnde, quien inició una tibia reforma agraria,  la cual  fue radicalizada por el gobierno revolucionario.

Apoyándose en los estamentos nacionalistas del Ejército se fue desarrollando el proceso, pero las  agrupaciones y pequeños partidos de izquierda, incluyendo el gremio magisterial, no comprendieron los alcances de las  reformas.

Inclusive la llamada derecha económica, dueña de las minas y de las tierras, tampoco percibió el proceso. Su falta de visión se opuso al cambio  estructural. En el siglo XXI se ha reconstruido la propiedad de la tierra para aumentar la exportación primaria de alimentos   y una minería trasnacional, incluyendo inversiones con “bonos buitre”.

La política reformista,  antiimperialista para los simpatizantes de la primera fase, significó la nacionalización de las empresas petrolíferas norteamericanas y británicas. También la reforma del poder judicial, de la banca, la minería y la industria, en búsqueda  de una mayor participación popular en la vida económica y política del país.

Este proyecto  tuvo alguna cercanía con el Ecuador y Panamá. Mientras  las fuerzas armadas  de  Chile, Argentina, Brasil impulsaban economías de libre mercado con intensa represión contra los opositores,   como ocurrió con Pinochet y Videla, condenados por Tribunales Internacionales por   violación  de  DDHH.

En 1972, el gobierno de Velasco reanudó relaciones con el Gobierno de Cuba, y la 
izquierda consideraba de insuficientes esas reformas.  El 29 de agosto de 1975, Velasco fue relevado de la presidencia por un movimiento institucional encabezado por el general Morales, quien auspició el retorno a la democracia tradicional.

Llegamos a octubre del  2016, la pobreza y sobre todo la inequidad en Perú continúan siendo problemas centrales,  no obstante los progresos obtenidos  con el aumento de las exportaciones mineras  y agrícolas.

La Tasa de crecimiento del empleo entre el 2012 al 2016 fue 1% anual, y continúa decayendo. La concentración del ingreso es tan alta. Se calcula que en el uno por ciento de la población nacional se concentra el 99 por ciento de los ingresos.

Si comparamos los  gobiernos desde 1990 al 2016, estos están sembrados de corrupción. Con un Fujimori, condenado a 25 años de prisión y la  pareja  Humala-Heredia, es  acusada por su vinculación con la firma Odebrecht del Brasil y el Gasoducto Sur Peruano, sobrevaluado en más de 14 mil millones de dólares, cuando en el 2015 fue denegado  y valorizado solo en  3,500 millones de dólares norteamericanos.  Los avances en las investigaciones demuestran  que las obras públicas de los últimos  30 años, por fijar un punto de quiebre, han servido de  fuente de enriquecimiento ilícitos de las sucesivas  admintraciones.

Los sectores más pobres continúan concentrándose en las áreas rurales, principalmente en la sierra sur.  Y las inundaciones del Norte, ponen en evidencia que las obras realiazadas  desde  1983, Año  de El Niño, hasta el  2017, no han sido  construidas  sobre la base de los fenómenos ambientales. Otra es la suert de  Ecuador, que ahora, los fenómenos naturales son afrontados  con prevención y ética administrativa.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), desde 1990 calcula el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que clasifica a los países a partir de un índice compuesto por el PBI por habitante, la esperanza de vida al nacer, la alfabetización y la matrícula escolar.

Durante los últimos cinco años el número de trabajadores migrantes que habitan en América Latina y el Caribe subió de 3,2 a 4,3 millones, y muchos más transitan por corredores migratorios rumbo a otros lugares del mundo. Los peruanos ocupan uno de los primeros lugares.  Y en  el  2017, con Donald Trump, presidente de los EEUU,  revela la inviabilidad  de atender los males  estructurales de su país.

A manera de conclusión, La Revolución  que sacudió al Perú, remarca que la Fuerza Armada irrumpió en su conjunto para  transformar profundamente  esas  estructuras (obsoletas) a fin de modificar  el status vigente en los  campos de la política, la economía y la agricultura. Pero en 1980 se cerró uno  de los episodios más importantes de la vida republicana. Las democracias tal como operan hoy en día, nos demuestran  la necesidad de conocer el pasado y encontraremos  respuestas a fenómenos como el  de Velasco,  Rodríguez Lara, Torrijos, en la década de los sesenta y setenta.







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PAPELDEARBOL: Latinoamérica: ganar elecciones y la reconquista d...: http://www.elmercuriodigital.net/2017/03/la-desigualdad-el-mayor-desafio-de.html La Comisión Económica de América Latina - CEPAL un...

Latinoamérica: ganar elecciones y la reconquista de la polarización



La Comisión Económica de América Latina - CEPAL una organización que forma parte de la ONU, agrupa a destacados analistas. Una de ellas es la que publica  ahora El Mercurio, sobre  el  anunciado triunfo electoral  de Lenin Moreno como sucesor del  presidente  Correa.

Según testimonio  de  tirios  y troyanos, Moreno reúne cualidades relacionadas con  el  diálogo y su vinculación con los  sectores populares. El  formó parte del Movimiento Viva  Alfaro. 

OPINIÓN de Lorena Freitez.-
 Aún anidamos la duda respecto a si las sociedades latinoamericanas siguen polarizadas o se hastiaron de la confrontación. Los intensos procesos de movilización que marcaron las dos últimas décadas de transformación política en el continente no pasaron en vano, las su­bjetividades políticas se transformaron. 

Sin embargo, tendríamos que preguntarnos a propósito de lo ocurrido en Argentina con Scioli y las cerrada victoria electoral del Lenín Moreno en Ecuador, si el diagnóstico que nos ha repetido la derecha por lo menos desde hace un lustro sobre el hastío de las mayorías por la política “confrontativa” e “hiper-ideologizada” de las izquierdas en el poder y el ferviente ascenso de “los ni-ni” o “independientes”, corresponde a la realidad o es una estrategia política de socavamiento de las bases populares de estos gobiernos.

El ascenso de movimientos políticos de izquierda de carácter popular a los gobiernos de los países más importantes de la región fue producto del develamiento, la interpelación descarnada, del conflicto de clases que signa la vida social, política y económica latinoamericana. Sólo las apuestas políticas que ofrecieron encarar un conflicto social y económico de larga data, ya incontenible, que había condenado a las mayorías a la miseria, fueron las que lograron conquistar a las mayorías y tomar el poder a través del mecanismo que siempre habían servido a los conservadores: las elecciones.

La polarización social y política que lograron las fuerzas de Chávez, Evo, Correa y los Kirchner fue justamente gracias a su desobediente actuación respecto a las pautas de gestión política naturalizadas por la democracia liberal que se venía imponiendo. Los poderes no son neutrales ni independientes; quienes gobiernan optan, asumen posiciones en el conflicto político; la ciencia en la política es un instrumento de construcción de verdad y poder; la riqueza es una y se distribuye en función de intereses y fuerzas en pugna; equilibrar la distribución de beneficios en la sociedad implica restar privilegios a unos para satisfacer derechos de otros; crecimiento o desarrollo no necesariamente implican bienestar para las mayorías. Estas fueron algunas de las tesis que despertaron a miles del letargo liberal-conservador empujándoles a luchar, a protagonizar cambios profundos en las reglas del juego político y producir nuevas democracias.

Entraba una masa salvaje de gente “no política” a la política para cambiarlo todo. Los primeros años de las tomas del poder, el pueblo hecho torrente rompía los carriles que organizaban al Estado: asambleas constituyentes, políticas express para burlar la burocracia y resolver ya el sufrimiento acumulado, unión cívico-militar para apalancar políticas y blindar la seguridad nacional (sobre todo para el caso venezolano), fueron algunas de las expresiones de este desbordamiento político de los pueblos en un clamor de justicia: restablecimiento de porciones mínimas de riqueza para las mayorías y dignificación del papel político de los excluidos.

La primera reacción de la derecha fue denigrar, subestimar y criminalizar a ese pueblo calificándoles de “hordas”, “incapaces”, “malandros”, “violentos” y “feos”. No supieron leer lo que implicaba que la izquierda contara con la mayoría. En los primeros años de antagonismo político, intentaron ganar la calle con violencia y tomar el poder político a través de golpes de Estado, sin embargo, lejos de desmovilizar avivaron la polarización: las clases populares podían ver claramente el rostro retorcido y violento de las clases que si otrora los trataban con lastimería y benevolencia, hoy ante su insubordinación buscaban aniquilarlos.

Reinaldo Iturriza[1], analizando el caso venezolano, acierta cuando logra identificar el viraje de la política de la derecha. Afirma que 2007 marca el inicio de una nueva estrategia de la derecha, que implicó desactivar el conflicto de clases a través del discurso del diálogo, la pluralidad, la reconciliación y el clamor por la despolarización. Implementaron una política de trabajo en zonas populares que buscó desmoralizar a la base de la fuerzas progresistas, escuchando el normal descontento de una inclusión inacabada; construyeron un discurso que copió los referentes, prácticas y métodos de movilización de la izquierda; apelaron a encuestas y medios de comunicación hegemónicos para posicionar la idea del destacado crecimiento de “los independientes” significándolos como expresión del malestar y hastío por la política “confrontativa”; y fustigaron a los gobiernos con críticas centradas en la ineficiencia y la corrupción. Pese a todo este discurso “conciliador”, la derecha nunca abandonó la polarización como estrategia, cada contienda electoral demostró que lejos de despolarizar, más bien buscaba quedarse sola en los espacios efectivos donde ésta se construye: en las clases mayoritarias (populares). Su objetivo: parasitar en el electorado popular descontento o desatendido, con un discurso polarizador en torno al “cambio” y contra los gobiernos “autoritarios”, “estatizadores” y “corruptos”.

A la luz de los últimos acontecimientos electorales, diríamos que este viraje de la derecha, sin bien no ha sido del todo eficaz, en cuanto sólo le ha permitido obtener 1 triunfo electoral de peso en los últimos 15 años (las presidenciales argentinas en 2015) y sólo 8 años después de este recambio táctico, si ha tensionado con fuerza las expectativas ciudadanas y sobre todo las formas de gobernar de la izquierda en el poder.

Lo más eficaz que logró la derecha fue poner a dudar a la izquierda de sus propias invenciones políticas, forzándole a reinscribirse en ciertos modos liberales de gobernar que: 1) antepusieron gestión a política, acusando castigo de las críticas al “populismo ineficiente” mostraron una alta preocupación por exponer números, defender obras, subirle el perfil a lo jurídico y tecnificar el lenguaje, bajándole volumen a la construcción de políticas en clave de conflicto de clase. Esto trajo como consecuencia la desorientación de las bases y el distanciamiento del tiempo real de las calles, preocupaciones y demandas populares con la que siempre habían conectado. 2) Cedieron a las tesis de las debilidades de los gobiernos, sobreexponiendo la gestión gubernamental, mitigando críticas internas y reduciendo la heterogeneidad, cualidad y protagonismo de la participación popular que fue marca de su ascenso al poder. 3) Probaron anzuelo de la diminuta área política que marcaron los conservadores: se obsesionaron con la “pequeña batalla” entre grupos o cúpulas políticas como el distractor perfecto para lograr el abandono del terreno de las disputas reales: los problemas de la gente de a pie. 4) Se creyeron el cuento del crecimiento de “los independientes” y retrocedieron respecto al avivamiento del conflicto como motor de movilización electoral. Pensaron que optando por candidatos moderados que se distanciaran de liderazgos radicales, se tendría la sucesión o continuidad garantizada, trampa que quedó al descubierto ante los ineficaces efectos políticos de la relación Kirchner-Scioli (2015) y la primera vuelta Correa-Moreno (2017).

Al respecto, caben nuevas preguntas a la luz de la trampa conservadora y sobre todo ante la crisis económica generalizada en el continente. ¿Desde dónde la izquierda está polarizando a sus bases hoy? ¿La polarización que provocaron los intensos procesos de movilización política que llevaron a la izquierda latinoamericana al poder, se mantiene y constituye una ventaja estructural de los gobiernos progresistas? ¿Se modificaron los conflictos a partir de los cuales se polarizaron amplias capas sociales latinoamericanas en la década ganada?

Aún no se logran despejar del todo estas incógnitas, sin embargo, desde ya se puede decir que: 1) en América Latina contamos con nuevos sentidos comunes políticos;­­ me atrevo a afirmar que nuestros pueblos están dispuestos a ir por más de lo conquistado y nuestros dirigentes deben colocarse a la altura de estas expectativas; 2) la crisis económica y el desgaste político en el gobierno ha modificado las expresiones del conflicto, la arena de la eficiencia y la transparencia constituyen terrenos de disputa al convertirse en definidores de la capacidad de la izquierda para resolver los problemas económicos; 3) luego de políticas significativas de justicia social e inclusión política, el conflicto de clases necesariamente se expande a nuevas expresiones que lo enriquecen y conectan con nuevos sentidos y expectativas sociales, dando lugar a agendas de luchas desvaloradas o incluso impensadas; 4) la apuesta por una polarización basada en enemigos externos, así como la polarización a partir de la lucha entre grupos, fracciones o partidos dejan por fuera el debate sobre los problemas reales de la población, produciendo extrañamiento y hastío del conflicto político.

La actitud de Rafael Correa en las seis últimas semanas de campaña antes del ballotage presidencial ecuatoriano y el triunfo electoral alcanzado, nos ha dado lecciones importantes al respecto. Después de la primera vuelta, rápidamente entendió que debía transformar radicalmente su relación con Lenín Moreno, no sólo echándose al hombro la campaña sino sobre todo poniéndole picante: acertadamente decide ir a la reconquista de la polarización, reavivando la política de confrontación como motor de movilización electoral y se sumerge intensamente en las calles. El triunfo electoral de Alianza País en Ecuador deja un mensaje claro a la izquierda en el continente: para garantizar la continuidad de los gobiernos progresistas y revolucionarios a favor de las mayorías, es necesario volver a la escena de la disputas reales: los problemas de la gente, y re-ocupar nuestra estrategia estructural: el conflicto y la polarización como origen de una política eficaz por la justicia.


[1] Iturriza, R. (2016). El Chavismo Salvaje. Editorial Trinchera, Caracas.
Lorena Freitez
Investigadora CELAG
Fuente: http://www.celag.org/latinoamerica-ganar-elecciones-y-la-reconquista-de-la-polarizacion/