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miércoles, 11 de enero de 2017

PERÚ, PAÍS DONDE TODO SE NEGOCIA


Francisco Carranza Romero
El extranjero poco informado de la realidad peruana, desde que llega al territorio peruano, se lleva muchas sorpresas por los precios oscilantes y hasta arbitrarios de los servicios privados y públicos. Ocurre que en Perú casi todo se negocia.

Taxis sin taxímetro
La realidad peruana: Los taxis no tienen el taxímetro. Por esta razón el cliente y el transportista negocian primero el precio del servicio.

Si el viajero llega por avión, apenas saliendo del área de la Aduana del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, debe aprender a negociar por la falta de tarifas fijas de los servicios de transporte.
¡Taxi! ¡Taxi! ¡Taxi! ¿A dónde va?

Vocean muchos conductores uniformados o en terno mostrando sus nombres que cuelgan sobre sus pechos. Esperan a los pasajeros en la salida de la aduana. Cuando el pasajero dice el nombre del destino. Los taxistas, delante de los policías, proponen diferentes precios y jalonean las maletas.

Hasta las empresas de transporte que tienen sus mesas en el interior del aeropuerto no tienen uniformidad de precios. También depende del personal que atiende y del cliente que solicita el servicio. A algunos extranjeros los engañan cobrándoles en dólares estadounidenses cuando la tarifa del servicio está fijada en moneda peruana. Todo porque los signos $ (dólar) y S/. (sol) tienen cierta similitud.

Una profesora procedente de Canadá me llamó de madrugada desde el aeropuerto quejándose que en la mesa de la compañía dentro del aeropuerto le querían cobrar en dólares estadounidenses a pesar de que ella les mostraba el recibo escaneado de un mes antes que le había enviado para evitar que fuera estafada. Como en ese momento yo estaba muy lejos para ayudarla, le sugerí que se quejara al policía. Y, cuando ella dijo en voz alta y resuelta: “Mi amigo peruano me dice que me queje a la policía”, al instante le aceptaron los soles, pero de mala gana. ¡Qué tal bienvenida al Perú!

La negociación que se hace en la calle es más tensa y peligrosa porque los taxis no tienen paraderos fijos. El taxista, al ver a un posible cliente, se detiene en cualquier lugar sin importarle que atrás haya otros vehículos en circulación. Acostumbrado a este modus operandi diario no hace caso a los bocinazos ensordecedores ni a los gritos de otros perjudicados. El taxi estacionado en plena calle, como es de suponer, interrumpe el tránsito hasta en las avenidas.

Además, hay vehículos con el aviso “TAXI” sobre su capote o en la parte delantera del interior. Son taxis sin permiso legal. Los policías se hacen de la vista gorda ante tantos “taxistas piratas o informales” porque ellos también, salen a “taxear” en sus horas libres. Y así, hasta los delincuentes pueden taxear para captar a sus víctimas.

Voy a … ¿Cuánto es? -Pregunta el cliente-.
Son … soles. -Responde el taxista-.

El cliente, no acostumbrado al regateo peruano o por mucha urgencia o por desconocer la distancia hasta el lugar del destino acepta cualquier precio que el conductor le dice. “Sonso, no sabe negociar. Gil.”, calificativos silenciosos del taxista acriollado y abusivo por el negociazo que acaba de hacer. Desgraciadamente, muy pocas veces la propuesta del taxista es justa.

Sin embargo, el cliente canchero o experimentado y conocedor de la realidad citadina del Perú, propone inmediatamente un precio menor porque, desde el primer momento, duda de la honestidad del chofer o porque ya está acostumbrado a este negocio entre los “achorados” o “vivazos”. Después de un juego de tira y afloja se puede llegar a un acuerdo. Si no se llega al acuerdo, no pasa nada; solamente no se pudo concretar el “negociado”. El cliente esperará otro taxi. El taxista seguirá circulando hasta encontrar un cliente “gil” o “vivo”. Al final, ambos son parte de la misma realidad social; además, se necesitan.

Otros negociados
Al buscar otros servicios como de electricidad, carpintería, gasfitería (fontanería, plomería en España, tlapalería en México), vidriería, pintura, zapatería, albañilería, maderería, etc., también hay que tener mucha suerte en la negociación por la calidad humana de los agentes del negocio y los operarios.
Hasta en el alquiler y compra de un inmueble se negocia hasta llegar a un acuerdo.

Los cargos públicos y privados también se negocian. El congreso, que tiene la misión de legislar, 
también negocia los acuerdos. Los políticos y negociantes son hermanitos del alma porque viven haciendo sus negociazos que, muy pocas veces, los descubren porque “saben hacer los faenones” legal o ilegalmente, con documentos sobre la mesa o por debajo de la mesa, con transparencia o con chanchullada.

¿Los peruanos están mejor entrenados en la negociación?
¿Los negociados diarios entrenan a los peruanos para realizar buenas negociaciones? ¿Cómo son los resultados de las negociaciones nacionales e internacionales? ¿A quiénes, realmente benefician los negociados?

Los hechos escandalosos que la prensa peruana publica morbosamente en las primeras páginas demuestran que algunos políticos y sus compinches (facilitadores o intermediarios), son “expertos en hacer los negociazos”. Aprovechándose del poder, hacen sus faenones y cutras favoreciendo primero a sus propios bolsillos; muy pocas veces al pueblo. Con pocas movidas se enriquecen “legalmente”, como se justifican, aunque no éticamente. Es que el negocio y la ética no caminaron juntos ni en la antigua Fenicia tampoco caminan juntos en el Perú actual.

Cuando las autoridades investigan o pretenden investigar alguna negociación escandalosa, muy pocas veces, sancionan a los verdaderos autores y promotores. Con procesos lentos y con interpretaciones mañosas de las leyes pasan el tiempo hasta que la denuncia prescribe. Si la denuncia llega al congreso, éste se convierte en un carnaval de discursos hasta que se instala una comisión para exculpar al amigo o fustigar al enemigo.