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lunes, 8 de febrero de 2016

“El renacido”




Por Jorge Zavaleta Balarezo*
Los eventos que narra “El renacido”, la nueva película de Alejandro González Iñárritu y gran favorita para los Oscar este año, se ambientan en un tiempo sin leyes ni fronteras, una época en la cual podían disputar el territorio del Norte, por igual, americanos, franceses o nativos. En ese sentido, la que aquí se narra es una historia de violencia, sangre, masacres y saqueos que enfrentan a uno y otro bando, representantes de una cultura de la sobrevivencia. Sin un aparato legal y con una justicia que se aplica con la horca o con el fuego de las armas, estamos ante un universo por descubrir.

Los temas de la existencia, la muerte, el trascender, siguen acompañando a González Iñárritu y si bien su anterior filme, “Birdman”, ganador del Oscar, supuso un hiato con su filmografía previa, los conflictos seguían allí, en la mente del actor al que daba vida Michael Keaton. Y sí, el escenario puede cambiar, volverse una serie de tomas largas, planos secuencias o apenas “flashbacks” de lugares inhóspitos y fríos, marcados por el terror y la desesperanza, pero lo que más buscan los hombres en este mundo es huir de él, como para expiar pecados que ni siquiera han cometido.
Entonces se nos aparece el protagonista, Glass, el Leonardo DiCaprio que supuestamente obtendrá su primer Oscar este fin de mes. El protagoniza todo el metraje y donde sea herido, olvidado, perseguido o traicionado, allí lo seguiremos, en esas cumbres níveas, en la lluvia, entre esos bosques desnudos que figuran una enorme desprotección. La fotografía de Emmanuel Lubezki vuelve a tomar protagonismo y su esmerado trabajo por captar los amaneceres, las tormentas o simplemente la naturaleza llaman la atención.

En esta historia de deslealtades y falta de compromisos, se nos hace un tanto inverosímil cómo DiCaprio, atacado casi mortalmente por un oso, y que además pierde a su esposa y a su hijo, sobrevive a todos estos desbalances físicos y psicológicos. González Iñárritu mantiene su propuesta sobre cierta incertidumbre o el lugar que nos toca habitar una vez que dejemos este mundo. Esa “trascendencia” se muestra en el personaje de la esposa de Glass, que cada vez se nos aparece como un fantasma o en las tomas en contrapicado de los troncos de los bosques así como en su fijación por mostrar el cielo, la luna, la noche silenciosa y solitaria.
Desde su debut cinematográfico con “Amores perros” (2000) ya el director mexicano había establecido una cierta pauta de lo que él quería lograr a través de su carrera. “21 gramos”, “Babel” y “Biutiful” aportaron todo el dolor y la tragedia así como las incomprensiones de personajes entregados, casi siempre involuntariamente, a un juicio final.
La sobrevivencia es el gran tema de “El renegado”, filmada en fríos parajes de Canadá y Argentina, a veces a temperaturas bajo cero. Esta sobrevivencia o la lucha por ella tiene una lógica, que parte de un hecho anterior a la película. Para ello están los “flashbacks”, para ubicarnos un poco y para reflexionar sobre todo este mundo poblado de hombres amorales y rudos.


Por ejemplo, el personaje que compone Tom Hardy simula ser el mismo diablo. No tiene ni principios ni ética. Es un avaro que trata de salir lo más pronto de ese confuso paisaje donde comparte, de mala gana, su vida con otros seres. Matar para él no es un delito y lo puede hacer más de una vez.

“El renacido” es la realización de una gran empresa cinematográfica, con un notorio esplendor visual y la actuación de DiCaprio, en uno de sus mejores roles, tal vez donde ha cruzado más límites que en anteriores presentaciones. La cuestión acerca de que si la película tiene un metraje excesivo y es un canto espiritual de González Iñárritu ya queda para el debate y la charla. Estamos ante un filme histórico, aunque no se perciba en un primer momento, pues habla de un pasado del que poco conocemos. Estamos, también, ante la gran apuesta de un cineasta ya consagrado, en la que no solo se enfrentan el bien y el mal sino que, tal cómo está establecido en la narración, es difícil encontrar una línea divisoria y definitiva entre estas posturas.  
*PhD en Literatura Latinoamericana, University of Pittsburgh