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martes, 10 de febrero de 2015

LA CANDELARIA EN PUNO Y EL CARNAVAL DE ORURO


Jorge  Zavaleta Alegre
En Perú y Bolivia, sus  milenarias  culturas  quechua y aymara, viven  un continuo proceso  de  fusión, enriquecido por el evangelio traído de ultramar como parte de la colonización  española de América en el siglo XV.

Corresponde a las autoridades de ambos países  tomar en cuenta que los cultos  a las  divinidades primigenias como el  sol, la luna, el agua, se sumaron a las divinidades  del cristianismo de ultramar, según profusas investigaciones como la de Guaman Poma de Ayala.  

La Fiesta de la Virgen de la Candelaria ha sido  declarada este 2015 por la Unesco patrimonio de la humanidad. Esta festividad, en  febrero de cada año, no solo es religiosa,  mezcla elementos del catolicismo  con el mundo andino y no puede entenderse  como patrimonio exclusivo de Puno.

La procesión de la imagen de la Virgen de la Candelaria, que recorre las calles 
de la ciudad de Puno, constituye uno de los actos más simbólicos del programa  festivo, al ser acompañado, especialmente,  por quienes  retornan a su terruño   para participar en esta festividad.

Recientes publicaciones  como la de Juan Ossio sobre Ideología mesiánica del mundo andino  y “El Tahuantinsuyo Bíblico, indican, por ejemplo, que la figura mítica del Inca  se hace presente  una y otra vez en la historia aunque con diversos nombres  y rostros:
En el movimiento nativista del Taki Onqoy del siglo XVI que anunciaba la “resurrección” de los antiguos dioses incas (huacas). En la teología  política  imperial  del cronista indígena Guaman Poma de Ayala (siglo XVII). En las rebeliones de Juan Santos Atahualpa  y Tupac Amaru (siglo XVIII). En los ciclos míticos republicanos  del Inca Rey (Inkarri), quien pese haber sido “decapitado” por los españoles, retornaría  triunfante  tras  reunir su cabeza  con su cuerpo. 

Uno de los más recientes eslabones  de esa  tradición mesiánica  andina  es considerado  el movimiento de  Ezequiel Ataucusi, en siglo XX.

Dentro de la tradición  apocalíptica medieval,  también se menciona los “retratos  anticipados” de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de Guzmán que Joaquín de Fiore mandó colocar  en la puerta de la Catedral  de Venecia, para que  estos reformadores  del mundo cristiano fuesen rápidamente identificados.

La inscripción  de la  Candelaria como  valor de Patrimonio Cultural e Inmaterial,  significa el sincretismo cultural en Latinoamérica. La condecoración es un fruto de una gestión en  la que han participado  instituciones públicas y privadas de Puno, en atención  a las expectativas de la comunidad y que expresan su identidad cultural y social.

La Fiesta de la Candelaria podrá  convertirse en un referente más  amplio con claros beneficios para el turismo y el desarrollo  de otras actividades económicas  en  tanto Puno sea un punto de inclusión de toda la Región del Altiplano.

En este proceso del regionalismo cultural  no cabe “el plagio sistemático” que aduce  la Organización Boliviana de Defensa y Difusión del Folclore (Obdefo). Ni tampoco Puno podría  afirmar que la Festividad de La Candelaria es excluyente para  Bolivia, en el mejor sentido del término.

Acertada la opinión del presidente regional de Puno, Mauricio Rodríguez, cuando dice que no hay por qué pelear entre pueblos hermanos, porque las manifestaciones en base a las cuales se sustentó la postulación, son de las culturas quechuas y aimaras. “Somos pueblos hermanos. Los quechuas y aimaras estamos en todas partes”.

La historia escrita precisa que los orígenes de la Fiesta de la Candelaria se remonta a 1791, año en que el templo San Juan Bautista de Puno recibió a esta imagen católica, luego de la revolución tupacamarista.

Al compás de la música orquestada con múltiples instrumentos de viento y percusión,  de procedencia pre-inca y republicana, el pueblo danza. Los danzantes autóctonos expresan un culto al florecimiento de sus cultivos porque la imagen de la Virgen es una representación de la Pachamama.

En suma, quienes conducen la política internacional de ambos países no pueden utilizar las manifestaciones culturales, como el de la patrona de Puno, como un valor cultural excluyente, que sin duda no es intención  de la Unesco al precisar que la festividad de la Virgen de la Candelaria es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Mal harían las autoridades  bolivianas de sostener que la Fiesta de Oruro, es pura, cerrada y exclusiva de esa importante región del Altiplano.  El carnaval de Oruro es reconocido como  Capital del Folklore de Bolivia. La UNESCO declaró al Carnaval de Oruro en el 2001 como la “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, que incluye una  variedad de danzas como la diablada, morenada, kullaguada, los caporales y llameros entre otros.

La diablada es una de las danzas más representativas, mezcla de tradiciones andinas y católicas, que presenta vistosos disfraces y máscaras de diablos tanto para los hombres como para las mujeres, que liderados por el arcángel Gabriel, simbolizan con sus pasos y saltos la salida desde el averno rumbo al juicio.

La Morenada, se origina a orillas del Lago Titicaca y que hace referencia al sufrimiento de los indígenas esclavizados en la Mita durante el periodo de la colonia.

Está presente en la memoria de los pobladores del Altiplano los esfuerzos de Bolivia para promover la música. Fue un acierto la participación de la Sinfónica de Londres en la década de los ochenta, con la grabación de la música del Altiplano, iniciativa que contribuyó  a un mayor conocimiento y admiración de la música en el mundo, como expresión de Latinoamérica.