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domingo, 24 de agosto de 2014

DE DOCTOR A DOCTO HAY MUCHA DISTANCIA


Francisco Carranza Romero.
Una vez en una oficina de salud pregunté: ¿Está el médico…? Y apenas dije “médico” la secretaria me miró con sus ojazos centelleantes y resuelta a corregirme. Así los hizo: “¡Doctor, querrá decir!”.  Disculpe, señorita. Traté de disculparme aun sabiendo que lingüísticamente no había cometido un error. Pero, ni modo, como dicen los mexicanos, tuve que repetir la pregunta según la corrección: ¿Está el doctor…?La dilecta secretaria recién respondió a mi pregunta.

Este hecho pudo haber sucedido también en un estudio jurídico porque el abogado, apenas recibe el título, ipso facto es doctoreado.

He visto rótulos y tarjetas con el título de doctor antecediendo al nombre. Después, por alguna información he llegado a saber que el tal abogado, médico, sicólogo, farmacéutico, sacerdote… no tienen el referido título. Ocurre que el pueblo, por su ignorancia o servilismo, les da ese título en el trato diario. Y los supuestos doctores, felices, no corrigen ni se incomodan; al contrario, se acomodan en su alta jerarquía falsa.

El doctoreo es tan común en nuestro medio que muchos profesionales ya no necesitan estudiar el postgrado (Maestría y Doctorado) para sentirse doctores porque son doctoreados en donde sea.

Los títulos de Licenciatura, Maestría y Doctorado son resultados de más de un cuarto de siglo de esfuerzos y estudios; aunque hay algunas universidades que dan muchas facilidades. A mí me da igual si me dicen profesor o simplemente profe, señor, don o algún calificativo de respeto como “jefe”. Lo importante es el trato respetuoso.

He conversado con gente que no tiene los estudios superiores pero que es docta en muchas cosas de la vida porque sabe mucho. A esta persona la llamamos yachaq en quechua: Uno que sabe. Es que la palabra docto procede de “doctus, docta, doctum”, participio pasivo del verbo latino docere. Significa: instruido, hábil, diestro, formado, realizado… Un calificativo que abarca no sólo lo cognoscitivo sino lo ético y espiritual. 

También conozco a algunos que tienen el título de doctor y que se pavonean del cartón, pero que no son doctos. A estas personas las llamamos musyaqen quechua:Un especialista en algún campo del conocimiento. Y estas personas hasta recurren a la sigla Ph D (Philosophiae doctor, título que se usaba en la Edad Media y que ahora se usa en los países anglohablantes). Por tanta petulancia y ruido merecen que se les altere la versión latina ph equivalente a la letra griega https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcTeoWkKdJ4FqQNp2LwT2vqKgnQ3k_x7LoNaLeBBAdNBBYfNlZYd0A(fi) que muy bien loscalificaría, y escribirlos con mayúscula como loa al pavo real: HDP.

Y vuelvo al problema: ¿Por qué doctoreamos sólo a ciertos profesionales? ¿Realmente saben mucho esos profesionales? El uso mal fundamentado nos confunde y nos conduce al error. En este caso cabe citar la expresión latina: Uti, non abuti. Que lo entiendan los doctores.



Regreso a los orígenes. LEONOR VILLAGRA. DIARIO UNO DEL PERU


La pintora peruana Leonor Villagra vuelve de Europa tras una larga ausencia y expone su obra pictórica en el Museo Pedro de Osma, en Barranco.

No hay sociedad humana, arcaica o moderna, que no tenga cultura, pero cada cultura es singular. Esa visión de la humanidad, que se intensifica con el comercio global de las mercancías y el afán individual o colectivo de encontrar o reencontrar su identidad, nos lo recuerda el filósofo francés Edgar Morin en su trabajo sobre Los Siete saberes necesarios para la educación del futuro, tan apreciado en América Latina, cuando se estudia su teoría del Pensamiento Complejo.
Precisamente, Leonor Villagra, al anunciar su retorno al Perú, con su rica creación plástica, para ser expuesta en agosto y setiembre en el Museo Pedro de Osma, en el distrito de Barranco, se reafirma el concepto de Morin, de que “la cultura está constituida por el conjunto de los saberes, saber hacer, reglas, normas, interdicciones, estrategias, creencias, ideas, valores, mitos que se transmite de generación en generación. Se reproduce en cada individuo, controla la existencia de la sociedad y mantiene la complejidad sicológica y social”
A principios de los 80, recuerda Leonor Villagra, salió de la adolescencia y de sus estudios universitarios de Economía y Arte, con algunas obras pictóricas, grabados y murales, impulsada por la dualidad cultural hispano-indígena: “Decidí ver ‘el otro lado de la luna’, así llegué hasta una de las fuentes que nutren nuestro mestizaje: la Vieja Europa”.
Se estableció en Bélgica, donde el término para designar algo fabuloso mítico es “ce n’est pas le Perou! “ (Esto no es el Perú), frase acuñada desde el imperio de Carlos V. Continuó estudios y encontró similitudes de la dualidad cultural y lingüística de su país natal -mestizaje hispano-quechua- y aprendió en la cuna de Peter Paul Rubens sus dos idiomas: el francés y el holandés.
En Bruselas fue muy bien acogida por Roger Somville y Frans Minnaert, directores de las academias de arte, donde continuó su pasión por la pintura. Integra varios grupos de artistas plásticos como el grupo de grabadores “Pelicaen”, el grupo femenino UFACSI. Ha expuesto en Bélgica, Francia, Suecia, Alemania, Italia y Estados Unidos, Gran Ducado de Luxemburgo, en la Bienal de Arte contemporáneo de Florencia y en el Parlamento Europeo.

Fruto de sus viajes y conocimiento de muchos artistas e intelectuales se ha impregnado del cartesianismo en el trabajo, de su clima frío y en los largos inviernos pinta y pinta hasta encontrar un lenguaje universal, para comunicarse.
Ella, que venía del Perú, desde una búsqueda intelectual con raíces indigenistas en la forma y color, al vivir lejos de su país de origen, su pintura se transformó.
Incursionó en el grabado, lenguaje que es bien descifrado en ese país de bruma invernal, donde sus colores latinoamericanos son sentidos como súper expresivos: “Aprendí que los largos inviernos ‘te meten para adentro’ y te obligan a reflexionar y tomar distancia”.
Ahora regresa por dos meses al manantial donde se nutre su obra: “el Perú, vuelvo al januy jutuy, al ojo de agua donde se refleja mi obra, al ‘jalsuri’ donde bebí mi inspiración. En esta anunciada muestra trato de juntar en un pequeño caleidoscopio un resumen de mi devenir en un largo espacio de tiempo”, remarca Leonor Villagra.
La obra de esta artista latinoamericana, protagonista de la intensa migración que caracteriza al presente siglo, piensa que la educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana.

Al mismo tiempo que reconoce la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano, contextualiza sus conocimientos para ser pertinente.
PREGUNTAS
◘ Al igual que los promotores y defensores de una educación multidisciplinaria, identificada con las raíces de su aldea, la plástica de Leonor Villagra es inseparable de un «¿dónde estamos?» «¿de dónde venimos» «¿a dónde vamos?».
Jorge Zavaleta Alegre
Colaborador