N.E. Una lectura obligada para nuestros diplomáticos, para el personal de nuestras embajadas, donde más de uno necesita la ayuda del psicoanálisis y una revisión de la Historia de América Latina. JZA
Francisco Carranza Romero. Es un destacado Linguista, Quechuólogo y profesor en prestigiadas universidades de Corea y de Asia.-
“Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz…”, canción
que los peruanos entonamos con orgullo elogiando la bella naturaleza y el
pasado prehispano; pero ese sentimiento se arruga y baja en los consulados
cuando solicitamos las visas, y cuando estamos frente a las autoridades de
inmigración de otros países. ¿Cuánto vale la peruanidad?
-Papá, ¿de dónde somos?
Mis hijas que me cuestionan nacieron en un hospital de
Seúl, Corea, iniciaron los estudios en una escuela primaria pública coreana
porque mi esposa (coreana) y yo (peruano) las matriculamos para que conocieran
la cultura coreana. A pesar del ambiente escolar más excluyente que incluyente aprendieron
bien la lengua coreana. La secundaria la hicieron en un colegio internacional. Los
estudios universitarios prefirieron hacerlos en otro país. Ellas, desde que
nacieron, vivieron como extranjeras. En la década de 1980 la ley coreana no consideraba
la nacionalidad de la madre, y menos el lugar de nacimiento; sólo se fijaba en
la nacionalidad del padre, regía el jus
sanguinis patrilineal (el padre da la nacionalidad a los hijos por su
linaje). Sólo desde el inicio del siglo XXI la ley coreana permite que la madre
coreana también dé la nacionalidad a los hijos. Jus terrae o jus loci
(ley que otorga la nacionalidad por el lugar del nacimiento) no rige en Corea y
en otros países excluyentes.
Ante la pregunta de mis hijas, quise tocarles el tema de
la peruanidad: Ustedes son peruanas.
-Pero, papá, por tener el pasaporte peruano tenemos
muchos problemas. Casi todos los países del mundo nos exigen visa, las hojas de
nuestros pasaportes se llenan de visas. Nuestros amigos, quieren ver nuestros
pasaportes para saber cómo son las visas. Se sorprenden, se ríen; luego, nos
compadecen por los trámites burocráticos que hemos tenido que pasar para
obtener cada visa.
Ante esta incómoda realidad, prefiero callarme porque yo
también, por portar el pasaporte peruano, paso momentos tensos cuando solicito
la visa para viajar a Europa, Estados Unidos, Canadá, México, Costa Rica, Venezuela,
China, Japón, etc., etc., etc. Hay países que ni siquiera exponen a sus
cónsules para dialogar con los solicitantes de la visa. El pobre solicitante llena
un formulario según las indicaciones escritas, adjunta los documentos y los
recibos del costo de la visa y del servicio de envío, los llena en un sobre grande
y los mete en un buzón. Después de un tiempo determinado llega a su domicilio
su pasaporte con o sin visa. Un trato despersonalizante; por tanto, humillante.
Como las visas cuestan, generalmente más de cien dólares estadounidenses, los
peruanos colaboramos con la economía de los países que nos exigen el permiso
para pisar sus territorios. Sin embargo, los ciudadanos de esos países no necesitan
visa para ingresar al Perú. ¡Qué suerte! ¿Cuándo se aplica el principio de la
reciprocidad internacional? Y las compañías mineras de esos países que exigen
visa a los peruanos son las que se benefician con las riquezas naturales del Perú,
son las que destruyen el medio ambiente y tienen problemas con los pobladores
del lugar. Naturalmente, en Perú están representadas por empresas con nombres
que no identifican al país.
Tratando de calmar las quejas de las hijas ya adultas,
les digo: Ustedes son ciudadanas del mundo.
-Papá, no hay un pasaporte de ciudadana del mundo. No hay
un pasaporte cosmopolita. Además, si no participamos en una elección peruana, nos
multan.
Es verdad, los sentimientos de la peruanidad y del cosmopolitismo
no nos facilitan en nada los engorrosos trámites en los consulados y en los
controles migratorios. No nos dan la libertad de participar o no en los
sufragios. Aunque los demagogos políticos peruanos digan que el Perú ya es
motivo de envidia de otros países y que está a un paso de llegar al nivel de
país desarrollado, la realidad nos demuestra que los peruanos comunes seguimos
siendo tratados como sospechosos de algún delito ya cometido o por cometer.
-Hijas, ustedes son peruanas por mí –asumo mi
responsabilidad-. En el futuro, si pueden, obtengan otro documento que les dé
mejores ventajas.
No estoy claudicando, estoy aprendiendo a ser realista. Por
eso felicito a los peruanos privilegiados que tienen otra ciudadanía y viajan
sin necesidad de visa. El documento no les quita el amor a la patria de origen.
Desde fines del siglo XX se habla mucho de la
globalización como si fuera una panacea. Sin embargo, la campaña de la
globalización queda sólo en el nivel de los negocios. No mejora el trato
humano.
La prensa también informa que el Perú es miembro de APEC,
y está por firmar o ya firmó el Tratado de Libre Comercio con Corea del Sur,
Japón, China, Comunidad Europea, Estados Unidos, Canadá, Australia, etc. ¡Qué
bien! ¡Habrá más inversiones! Sin embargo, más nos alegrarían si esos tratados
sirvieran también para mejorar el trato a los peruanos. Todo convenio o tratado
debe poner al ser humano como el centro de atención porque es el protagonista
de la producción, comercialización y consumo. Y el Perú sí protege a los
extranjeros explotadores y aprovechadores de sus riquezas naturales.
Aclaro: No abogo por el peruano que delinque. La delicuencia
es un problema legal y moral. El delincuente debe ser juzgado con el peso de la
ley donde sea y sin importar su nacionalidad.
Confieso: Hasta ahora no he podido gozar de la valía del
pasaporte peruano. La peruanidad, ¿una bendición? o ¿una cruz muy pesada?