Romero
Instituto de
Estudios de
Asia y
América
(Univ. Dankook,
Corea del Sur)
¡Qué tal raza!La palabra raza, desde su etimología, ya es problemática y compleja: radius (rayo), radix (raíz) son de origen latino; ras (cabeza, origen) es de origen árabe. Y esta palabra de sólo cuatro sonidos y letras encierra tantos prejuicios y la vana justificación de quienes pisotean los derechos humanos.
El gregarismo de los animales que se juntan sólo entre los semejantes pasó a la conducta humana de las tribus. Y esta herencia tribal es la bestia dormida o despierta que sirve para discriminar a los que son diferentes físicamente. Por eso nos estremece la noticia de que los huérfanos afrocoreanos no son fácilmente adoptados por su color de piel y por su apariencia (The Korea Herald, 12 de abril de 2010). Entonces comprendemos que, realmente, pertenecemos al “grupo zoológico humano” (título del libro del jesuíta Pierre Teilhard de Chardin).
Las personas que hablan de razas se basan en las diferencias externas, sin darse cuenta que la humanidad no es una fábrica que produce seres de un solo modelo. La Antropología Física intenta clasificar a la humanidad en cinco grupos usando el sufijo despectivo -oide: caucasoide, congoide, capoide, mongoloide y australoide. El color de la piel, del pelo y de la membrana de la retina es el elemento más diferenciador. Pero, esta sencilla clasificación también se complica porque dentro de cada grupo algunos reclaman su pedigrí.
Hay otros datos diferenciadores: las formas de los ojos, del cráneo (dolicocefalia, braquicefalia), de los pómulos y de los glúteos por la acumulación de grasa (esteatopigia). Y, para el colmo, hay algunos que diferencian a las personas hasta por el olor; por eso dicen que “los otros apestan”.
Ante tanto cacareo de la granja racista los científicos honestos y con muchos años de estudio nos enseñan: Biogenéticamente, no existen las razas. La humanidad pertenece al mismo repertorio genético. El color está determinado por la cantidad de melanina: poca melanina da el color claro; mucha melanina da el color oscuro. Pero, no confundir la melanina con el material plástico melamina que es usada hasta para adulterar la leche. Así, el racismo es sólo la justificación para dominar y cometer los genocidios étnicos.
Racismo en la historia
Después de 1492 hubo polémicas sobre el jus gentium (derecho de las gentes). El dominico Ginés de Sepúlveda, que no conoció el Nuevo Mundo, se erigió en fervoroso defensor de la conquista y colonización a los indígenas americanos por los indígenas europeos porque consideraba que los americanos eran seres inferiores y hasta dudaba si tenían alma. Sin embargo, Bartolomé de las Casas, un dominico que vivió décadas en las islas del Caribe, México y Guatemala, defendió la condición humana de los americanos y acusó los crímenes de los colonizadores españoles. Esas polémicas de 1550 y 1551 en Valladolid, le valieron a Las Casas repudios y calumnias. Hasta los académicos Marcelino Menéndez y Pelayo y Ramón Menéndez Pidal lo calificaron de enfermo mental. A pesar de todo, Las Casas es considerado avatar del Derecho Internacional y de los Derechos Humanos.
Los europeos utilizaron la Biblia para conquistar, colonizar y repartirse el continente africano (1884). Interpretaron el relato sobre los hijos de Noé según sus intereses: Sem (padre de los judíos y árabes), Cam (padre de los negros) y Jafet (padre los blancos). Enfatizaron la maldición de Noé a Canaan (hijo de Cam), y así justicaron la explotación de los negros. Y, siguiendo con sus interpretaciones, se apropiaron de la divinidad y de sus mensajes: las imágenes se blanquearon y se convirtieron en retratos de los blancos. La segunda guerra mundial fue también motivada por los que creían en la superioridad de la raza aria sobre otras.
Ante tanto racismo, la Organización de las Naciones Unidas, en 1965, estableció el 21 de marzo como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Los países miembros aceptaron la propuesta. Claro, una cosa es la formalidad y la firma del acuerdo; otra es la práctica de la vida sin la discriminación racial.
En Hispanoamérica, los españoles (que eran y son los resultados del mestizaje de miles de años en la Península de Iberia), para diferenciarse de los indígenas americanos se autocalificaron de “sangre azul”. Después de la independencia, sus descendientes criollos, siguiendo con la política de sus padres, se apoderaron del poder político y económico para sojuzgar a los indígenas haciéndoles pagar los tributos por su indigenidad. “En cuanto a la raza como factor histórico, su valor ha sido ideológico, mero pretexto para justificar las invasiones, los expolios, la explotación y la brutalidad” (Alfredo López, Luis Millones: Dioses del Norte, Dioses del Sur).
El racismo se relaciona con otros factores como la política y la economía. Los apellidos pueden relacionar con los grupos del poder. El domicilio indica el nivel económico. El nivel de la escolarización, la profesión y los logros académicos no son datos relevantes para los clasificadores.
El racismo relacionado con los elementos culturales (lengua, religión, vestido, comida, etc.) levanta muros visibles e invisibles. Durante el virreinato (siglos XVI – XVIII) las limeñas se tapaban el rostro en ambiente público, y nadie decía nada en Lima ni en España. En el siglo XXI, cuando las mujeres andan destapadas, Europa problematiza el uso del velo islámico. Pero, el hiyab, la shayla y el chador son elegantes prendas que cubren la cabeza y el cabello y muestran el rostro con claridad.
El racismo mezclado con el nacionalismo produce la xenofobia. Este sentimiento de odio y desprecio al extranjero, desgraciadamente, se fomenta en el hogar, en la escuela, en los medios de comunicación y en las oficinas de inmigración. Verbigracia: La ley de Arizona criminaliza a los indocumentados hispanos.
La vida sin la discriminación racial es un deseo que aún está lejos de llegar a la práctica debido a la poca realización espiritual de los seres humanos. Y el virus del racismo enferma al mundo y todavía no hay una vacuna.
Corea del Sur, Mayo 2010